No es lo que parece

El negocio de los ilusionistas en las campañas electorales

Trabajan al amparo de la ciencia social, pero a veces se prestan a los prestidigitadores en la audiencia de la fe pública. Las encuestadoras, entre el servicio útil y la propaganda aviesa.

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Ilusionista Harry Houdini y consultor Artemio López.

Foto: ilustración Lucas Cejas.

Ignacio Hintermeister

Artemio López pronosticó pocas horas antes de las elecciones porteñas que Mauricio Macri tenía 35,7 % de intención de voto y que Daniel Filmus alcanzaba 30,8 %. El consultor más cercano al gobierno “K” le erró por 15 puntos al resultado del comicio; su pronóstico favorecía claramente al candidato que la presidenta eligió a discreción para representar al oficialismo en Capital Federal.

Nada hay más inasible que el futuro; y poco es más volátil que la política en la Argentina. Es cierto que el grado de dificultad de quien se dedica a la “sociometría” (es decir a medir la sociedad, y además hacia adelante en el tiempo) es alto. También que una medición realizada con criterio científico no admite más de dos puntos de margen de error.

El titular de la consultora “Equis” fue denunciado en 2010 por el abogado Ricardo Monner Sans, por ser parte de una contratación directa del gobierno para que su consultora analice situaciones de pobreza y necesidades de salud.

¿Cómo puede un gobierno serio diseñar una política en temas fundamentales, a partir del estudio de una consultora que falla ostensiblemente? Seguramente Artemio López puede hacer -y hace- mejores mediciones; el problema no son las encuestas, sino su uso como propaganda, por parte de un gobierno o de un sector político, con aviesa y deliberada intención de falsear situaciones.

Emoción y razón

“Es mentira que nunca te he mentido/ es mentira que no te mienta más;/ es mentira que un bulo repetido / merezca ser verdad”. La ironía -advertencia- de Joaquín Sabina indaga las contradictorias cuestiones sentimentales, pero bien se pueden extrapolar a la política. Porque, al fin y al cabo, las decisiones son siempre menos razonables que emotivas.

Los estrategas del marketing lo saben a la hora de mostrar un glúteo para vender un zapallo; cada consumidor es (somos) deliberados socios necesarios, poniendo plata para satisfacer deseos abandonados al engaño. Menos efectivas que ruidosas son después las pretensiones resarcitorias de las ONG’s de defensa del consumidor.

La estratagema del ilusionista también es recurso de la propaganda política. Pero en este caso el que muestra con una mano mientras ejecuta con la otra -a oscuras de los ojos públicos- estafa deliberadamente la buena fe cívica. Si es que algo queda de ella.

En la dinámica electoral, las encuestas sirven para detectar cuál es “la demanda de la gente”. En buena intención podría prensarse que el postulante logra con ello diagramar las propuestas pertinentes para gestionar el bien público; pero poco de eso sucede cuando la carrera por los votos no conoce honores ni practica la piedad.

Como confesó un viejo veterano de la política santafesina:

—Escuchame bien... antes que ustedes sepan lo que quieren, nosotros tenemos un alto así de encuestas que nos avisan qué tenemos que decir.

 

Buenas y malas

Tal como sucedió cuando Francisco de Narváez le ganó a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires en 2009, fue otra vez Poliarquía (Sergio Berensztein) la consultora que más cerca estuvo del resultado electoral; pronosticó con 45,3 % a 30,5 % cuando el resultado fue 47,08 a 27,78, es decir muy cerca de los dos puntos de margen de error que admiten estas mediciones cuando están bien hechas. Pero también fue Poliarquía la que alentó a Rubén Giustiniani, en la primaria santafesina, a creer que tenía chances de triunfo.


De conspiraciones y contradicciones

“Lo que es vergonzoso, bochornoso y revulsivo es la actitud de (Héctor) Magnetto, Clarín, La Nación, Perfil y un montón de medios que han ocultado la falta de gobierno en la ciudad de Buenos Aires y que han ocultado que el candidato es un candidato que está procesado por escuchas ilegales”.

El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ofreció esa lectura sobre lo sucedido, seguramente antes de saber que De Vido también busca escuchar las llamadas telefónicas. Mientras tanto, todas las encuestas le dieron al líder del PRO menos caudal del que tuvo y la mayoría de ellas le dio a Filmus más de lo que sacó. La realidad desmiente toda teoría conspirativa mediática. Incluso la evidencia sugiere lo contrario.

A la hora de buscar explicaciones sobre lo sucedido, Beatriz Sarlo ensayó que los votos de Filmus son kirchneristas pero no todos los votos de Macri son suyos. Advirtió que si vuelve a la campaña nacional, el jefe de gobierno porteño podría pasar “de príncipe a mendigo” y que por eso se bajó del comicio nacional.

En cambio Sarlo atribuyó a un error kirchnerista la suma de votos “extras” para Macri. Explicó que, como nacionalizaron la elección, el electorado eligió votar a favor o en contra de Cristina. Y eso le puso un techo a la propuesta de Filmus.