“Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2”
“Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2”
Cuando Harry conoció a Tom
Ignacio Andrés Amarillo
En la representación del Tao, el ying y el yang se avanzan mutuamente y encierran cada uno la semilla del otro. Así entrelazados estuvieron Voldemort y Harry Potter desde aquel primer encuentro, en el que el amor de madre de Lily Potter salvó a su hijo de las garras del fatídico mago.
Hay en la cultura popular un “dilema del héroe”. Mientras que el villano sabe lo que quiere (generalmente dominar el mundo, el universo, o lo que pueda) habitualmente el héroe sólo aspira a una vida “normal”. Sin las tribulaciones que le demanda su saga. En el caso del personaje creado por Joanne Kathleen Rowling, la razón está en que mientras Tom Riddle eligió convertirse en Lord Voldemort, a Harry su sino le vino dado desde la cuna (literalmente).
Pero ese destino comenzó un día a hacerse carne de él. En “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 1”, Potter es ya un combatiente consumado, un cordero para el sacrificio en la manera en que la figura de Cristo modeló a los que luchan por el destino de los muchos: David de Ugarte (como otros antes) piensa en “El poder de las redes” en la figura del “Che” Guevara.
Y es De Ugarte el que nos lleva a la confrontación que Patrick Süskind hace en “Sobre el amor y la muerte”, entre Orfeo y Jesús: “No es que (Orfeo) de por sí pusiera en duda el poder de la muerte ni el hecho de que le correspondiera la última palabra; y mucho menos trata de vencer a la muerte de una forma representativa, en beneficio de toda la Humanidad o de una vida eterna. No, sólo quiere que le devuelvan a ella, a su amada Eurídice, y no para siempre y eternamente, sino por la duración normal de una vida humana, a fin de ser feliz con ella en la Tierra. Por eso, el descenso de Orfeo al Submundo no debe interpretarse en modo alguno como una empresa suicida, sino como una empresa sin duda arriesgada, pero totalmente orientada a la vida y que incluso lucha desesperadamente por la vida”.
La conversión de Harry Potter en un Orfeo, en alguien que confronte la muerte para vivir, se dará aquí, en esta segunda parte del último capítulo de la saga, y también le demandará ir hasta los confines de la existencia.
La última batalla
David Yates (realizador del tramo final de la saga) y Steve Kloves (guionista adaptador de las ocho películas) acertaron en dividir el séptimo libro en dos partes. No sólo por la extensión, sino porque logran dos tonos totalmente distintos: si la primera parte se centraba en el juego de intrigas y persecuciones en torno a la búsqueda de los horocruxes (o horrorcruxes, o horcruxes, depende de las versiones que el lector haya visto/leído: se trata de esos objetos donde Voldemort ha encriptado parte de su alma para protegerla de la muerte) y la cacería sobre el trío protagónico, este cierre de la historia es la batalla final, sangrienta y sin cuartel, entre las fuerzas de la luz y la oscuridad.
Y si en la una se exploraban las emociones y las personalidades de los héroes, acá no hay tiempo para eso: apenas para un beso a las apuradas, por las dudas uno no vea la luz del próximo amanecer.
La historia comienza con Voldemort robando la poderosa Varita de Saúco de la tumba de Dumbledore, y con el trío de Harry Ron y Hermione invadiendo la bóveda de Bellatrix Lestrange en el banco Gringotts para apoderarse de uno de los últimos horocruxes. La búsqueda del siguiente los llevará de regreso a Hogwarts, que será sitiada por las hordas de mortífagos y criaturas varias lideradas por aquel que nadie quería nombrar y ahora llaman por su nombre (incluso Harry lo llamará “Tom” en el encontronazo final).
El resto será “tiro lío y cosha golda”, como diría el buen Oaky, o “a la carga, Barracas”. Acción pura, Hogwarts cayéndose a pedazos y personajes entrañables muriendo en la refriega. Pero también se verán demostraciones de coraje, debilidades de los más temidos y la semilla de la luz dentro de la oscuridad: el amor y el heroísmo bajo la piel de los supuestos villanos.
Quizás parece poco profundo, pero hay que entender este filme como el final a toda orquesta de la saga, y como tal cumple con honores. El ritmo narrativo no da respiro ni para acomodarse un poco en la butaca.
El maravilloso elenco vuelve a estar, aunque no tenga tantas oportunidades para los lucimientos individuales. Y el epílogo habla de la circularidad de la historia, y de la riqueza de un mundo ficticio que se demuestra tan largo como la vida.
Lord Voldemort y Harry Potter se enfrentarán en Hogwarts hasta que sólo uno quede en pie. Fotos: Gentileza Warner Pictures
• • • •
MUY BUENA
“Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2”
“Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 2” (Estados Unidos-Reino Unido, 2010). Dirección: David Yates.
Con Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Grint, Ralph Fiennes, Alan Rickman, Maggie Smith, Helena Bonham Carter, Robbie Coltrane, Jim Broadbent, Julie Walters, Tom Felton, Michael Gambon, Ciarán Hinds, Evanna Lynch, Matthew Lewis, James y Oliver Phelps, Warwick Davis y Bonnie Wright.
Guión: Steve Kloves, sobre la novela homónima de J.K. Rowling.
Fotografía: Eduardo Serra. Música: Alexandre Desplat. Edición: Mark Day.
Diseño de producción: Stuart Craig.
Duración: 130 minutos.
Apta para mayores de 13 años. Se exhibe en Cinemark.