0“NOCHES SABINERAS”

Lo mejor de Sabina, sin Sabina

Pancho Varona y Antonio García de Diego, los pilares de la banda del músico español, se presentaron anoche en ATE Casa España, en el marco de la gira que realizan por Argentina.

Lo mejor de Sabina, sin Sabina

Los músicos visitaron algunos clásicos, reversionaron otros y hasta invitaron a gente del público a darse el gusto de cantar con ellos. Foto: Amancio Alem

 

Natalia Pandolfo

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Cuando trece minutos después de las ocho los dos hombres de pantalón y sweter se plantaron en el escenario, hubo un silencio que sonó a incertidumbre: es rara la invitación a una cena sabiendo de antemano que al menú le falta el plato principal.

La gira que trajo a Argentina a Antonio García de Diego y Pancho Varona, amigos y coequipers históricos de Joaquín Sabina, presupone un pacto explícito, algo de complicidad, de pertenencia a un todo que trasciende las partes. Así, el apellido se convirtió en adjetivo y la noche sabinera desplegó, a lo largo de dos horas y media, el amplio abanico de poesía y música del cantautor español.

Guitarras y teclado fueron la base para un concierto intimista, casi de entrecasa: un objetivo al que aspira el líder de la banda, según ha declarado después de cansarse de los recitales masivos en estadios atestados.

La noche sirvió para revivir temas que fueron quedando a la vera del camino del éxito: “Cuando aprieta el frío”, del álbum “El hombre del traje gris”, de 1988, o la “Canción de cuna de la noche y los tejados”, por ejemplo ; pero también para revisitar otros y darles giros interesantes como el hit “Contigo”, interpretado en simpática versión rumbera.

No podía faltar, en su segunda visita a Santa Fe, el recuerdo de su bautismo de fuego, la noche del 7 de febrero de 2010, cuando un ejército de insectos atentó contra la continuidad del espectáculo. “Podía soportarlos en el cuello, en la boca, pero cuando comenzaron a meterse por mis orejas sentí que me iban a comer el cerebro. Fue el día de la guerra de los mundos”, graficó Varona entre risas.

Pasó “Peor para el sol”, pasó “Corre, dijo la tortuga” (con homenaje a Amy Winehouse incluido), pasó “Parte meteorológico”, pasó una bella versión de “Como la cigarra”, de María Elena Walsh, interpretada por García de Diego. Pasaron, entre anécdotas, “Como un dolor de muelas” (“la letra es del subcomandante Marcos, le puse la música mientras estábamos en un embotellamiento infernal en la ciudad de México”, contó Pancho); “Eva tomando el sol”, “Esta boca es mía” y el cuasi himno porteño “Con la frente marchita”.

La versión de García de Diego de “Tan joven y tan viejo”, que ya había estrenado en recitales en los que Sabina iba incluido en el combo, fue redondeando la primera parte del show. Había pasado, entre charla y música, casi una hora y media. Llegaba el momento de los valientes.

Como Pancho por su casa

A falta del jefe, Varona (el “timonel de la nave”, como lo definiera alguna vez el propio Sabina) hizo las veces de anfitrión. García de Diego (“alérgico a los desmanes del ego”, en palabras de Joaquín) acompañó a buen ritmo el relato de anécdotas que hacen a la cocina de cada canción.

En la segunda parte, los músicos abrieron el juego a quienes tuvieran el coraje de tomar el micrófono. “No queremos cantantes, queremos valientes”, insistió Varona. Algunos se tomaron las palabras al pie de la letra; otros sorprendieron por su talento y fueron recibidos con ovaciones.

La primera en subir al escenario fue la cantante santafesina Ana Suñé, invitada especialmente a un desafío: interpretar la españolísima “Y sin embargo te quiero”. Le siguieron un puñado de valientes que se animaron a “La canción más hermosa del mundo”, “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Tiramisú de limón”, “Aves de paso”, “19 días y 500 noches” y “Princesa”.

Sobre el final llegaron, en las voces del dúo, “Amor se llama el juego”, “Peces de ciudad” y “A la orilla de la chimenea”. La fiesta terminó, como ya es costumbre, con las “Pastillas para no soñar”.

La voz ajada no estuvo; no hubo bombín, ni alcohol, ni cigarrillos. Fue levantar un velo y descubrir el esqueleto de una poesía y unas melodías que los argentinos adoptamos como propias hace ya más de veinte años. Acertó quien “Noches sabineras” le puso a este bar.