Tribuna de opinión
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En defensa de la boleta única
Ana María Mustapic (*)
La adopción de la boleta única en las elecciones primaras y generales santafesinas suscitó diversos comentarios a propósito de su impacto. Por empezar, hay acuerdo en que cumplió con un objetivo primordial: garantizar el igual derecho a elegir y ser elegido. En efecto, como el Estado es responsable de diseñar, imprimir y distribuir las boletas, todas las opciones estuvieron al alcance del elector. A su vez, independientemente de sus recursos, los partidos encontraron sus listas en todos los lugares de votación. Esto contrasta con el sistema anterior, que colocaba en manos de los partidos la distribución de las boletas y les exigía contar con una vasta infraestructura territorial no sólo para que las boletas llegaran a todas las mesas sino también para controlar que no se sustrajeran del cuarto oscuro. La boleta única fortaleció, así, el derecho electoral de los santafesinos.
Sin embargo, el sistema de boleta única recibió, en los últimos días, algunas evaluaciones críticas. Hay quienes asocian a la boleta única con problemas de gobernabilidad. Sostienen que abre las puertas al gobierno dividido porque facilita al elector la posibilidad de votar por distintas fuerzas políticas según el cargo a elegir. Así, el elector puede votar por un partido para gobernador, por otro para diputados y por un tercero para senador, intendente o concejal. Como es sabido, el gobernador electo, Antonio Bonfatti, enfrentará esta situación al no contar con mayoría propia en la Legislatura. Son varias las cosas que se pueden decir al respecto.
Primero, hay dos fuentes institucionales de gobierno dividido en Santa Fe: el bicameralismo Hermes Binner, por ejemplo, no contó con la mayoría en la Cámara de Senadores- y el sistema electoral. El sistema electoral santafesino no es proporcional ya que establece, constitucionalmente, que el partido que más votos obtiene en las elecciones de diputados se lleva el 56% de las bancas. Como resultado, la lista de diputados más votada en estas elecciones, la del Frente Santa Fe para Todos, con el 38,74% de los votos se llevó 28 bancas. En cambio, el Frente Progresista Cívico y Social, a sólo 3,6 puntos de diferencia porcentual -sumó el 35,17% de los votos- consiguió sólo 15 diputados. El sistema electoral santafesino amplifica, pues, la magnitud del gobierno dividido por su particular sistema de distribución de las bancas.
Segundo, al analizar las elecciones de 2007 en las que se utilizó el anterior sistema de boletas partidarias, se observa que el Frente Progresista Cívico y Social tuvo 4,14 puntos porcentuales menos de votos para su lista de diputados que lo que recibió para su candidato a gobernador. En estas últimas elecciones, con la boleta única, la distancia fue apenas un poco más grande: 5,9 puntos porcentuales. Más que a efectos de la boleta única, este fenómeno obedece a la presencia de un votante selectivo. En consecuencia, puede sostenerse que bicameralismo y sistema electoral mayoritario, elecciones más competitivas y votante sofisticado pueden dar lugar al gobierno dividido, independientemente del tipo de boleta que se utilice.
Se ha dicho también que el sistema confunde al elector, que es complicado. La evidencia que se ofrece son los votos en blanco y nulos. Sin embargo, vale la pena detenerse en el voto blanco y nulo de las primarias y las elecciones generales de 2007, cuando no se utilizó la boleta única. En las primarias de diputados de 2007 hubo 21,70% de votos en blanco y nulos; en las de 2011 la suma fue levemente menor, 21,31%. No hay diferencias. En las elecciones generales de 2007 la suma fue de 12,20% y en las de 2011, de 16,92%. Es cierto que fueron algo más en 2011 pero, en ambos casos, el porcentaje descendió respecto de las primarias. ¿Cómo atribuir la magnitud de ese voto al tipo de boleta cuando no hay diferencias como en las elecciones primarias de 2007 y 2011- o cuando las diferencias no son tan significativas? El riesgo de persistir por esta vía de análisis es subestimar al votante.
Por último, hay quienes sostienen que la boleta única puede ser un factor de disrupción, de atomización de los partidos. Vale preguntarse si la boleta única es causa o efecto de ese fenómeno. Puesto en otros términos, ¿no será que si los partidos están divididos esto habrá de reflejarse en la votación, al margen del tipo de boleta? Por otro lado, no hay que perder de vista la influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación, que generan mecanismos de coordinación que pueden competir, y exitosamente, con los mecanismos oficiales de coordinación de los partidos, como dirigentes y punteros, entre otros.
Frente a estas nuevas realidades, los partidos tendrán que acomodarse para generar una oferta electoral sólida y convincente para su partido y para el votante. Mientras tanto, la boleta única asegura un proceso electoral más transparente y equitativo, requisito básico de toda democracia.
(*) Miembro del Consejo de Administración de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) y profesora de la Universidad Torcuato Di Tella.