El cambio de hábitos alimentarios
favorece fuertemente a la Argentina
Gustavo Grobocopatel saluda al doctor Binner y a su esposa, Silvana Codina, ante la atenta mirada de Eduardo González Kees. Foto: Pablo Aguirre
El cambio de hábitos alimentarios
favorece fuertemente a la Argentina
Gustavo Grobocopatel saluda al doctor Binner y a su esposa, Silvana Codina, ante la atenta mirada de Eduardo González Kees. Foto: Pablo Aguirre
El empresario aportó su visión alentadora para el país como productor de alimentos, pero también resaltó los desafíos de corto y mediano plazo para atender esa demanda. India empuja las legumbres.
Teresa Pandolfo
política@ellitoral
Gustavo Grobocopatel, es presidente de Bioceres SA y de Indear. Fue un pionero en la utilización de la siembra directa y de las semillas transgénicas y es mundialmente reconocido como un hombre de los agronegocios. En la víspera estuvo en la Bolsa de Comercio de Santa Fe, invitado por la institución para brindar dos charlas: una al grupo de jóvenes empresarios y luego otra, en el transcurso de una cena, a integrantes del directorio de la institución bursátil, representantes de las empresas que participan del Programa de Responsabilidad Social Empresaria e invitados especiales.
Entre éstos participaron el gobernador Hermes Binner y su esposa Silvana Codina, la investigadora del Conicet-UNL, doctora Raquel Chan y el decano de la Facultad de Bioquímica de la UNL, Javier Loterberger. Todos fueron recibidos por Eduardo González Kees y directivos de la entidad anfitriona.
A la exposición de Grobocopatel, siguieron unos agudos comentarios del doctor Binner sobre el Estado necesario para el siglo XXI, la relación entre lo público y privado y sobre la incorporación de la sociedad civil a la relación entre Estado y mercado. Después fue el tiempo de las preguntas de los asistentes, lo que generó un intercambio que se asimiló a los ateneos para el debate de proyectos e ideas.
Segunda revolución de las proteínas
Grobocopatel partió de la premisa de que en los últimos 10 a 15 años convergieron una serie de factores que han favorecido la posición del país en los mercados. “La Argentina pudo desarrollar la soja porque los europeos se equivocaron, pensaron que la soja no iba a ser importante y no le colocaron aranceles. Ellos se manejaban para el ganado con las harinas de carne y cuando vino el tema de la ‘vaca loca’, tuvieron que retirarlas del mercado y la única harina proteica que quedó fue la soja. No la consideraron importante y no le pusieron aranceles. Nos vimos con la situación de un mercado que demandó durante la década del ‘90 más soja de lo que pensamos, por la participación de Europa”.
Mencionó que también en los ‘90 comenzó la gran demanda de China, que pasó de ser un país neutro a un creciente importador. La razón es la siguiente: en la década de los 70 comían 5 kilos de carne por habitante y por año y 20 años después pasaron a 60 kilos por habitante, por año. Los mismo ocurrió con otros países del Asia Pacífico
“Hay un cambio enorme en los hábitos alimentarios de esos pueblos; hubo una revolución del consumo”, precisó y dijo que consideraba que “China no ha llegado a su techo” en cuanto al consumo de carnes (cerdo y aves) y que va a seguir creciendo porque su proceso de urbanización continuará.
Citó como caso distinto a la India: va a necesitar en el futuro 20 millones más de toneladas de legumbres. “Ellos son vegetarianos; ahora, 20 millones más de toneladas de legumbres, que valen el doble de la soja, son el valor de exportación de 40 millones de toneladas de soja, casi una cosecha argentina de soja”, referenció. Y dijo que “podría haber en el futuro, una segunda revolución de las proteínas porque las legumbres se hacen en un doble cultivo con la oleaginosa, reemplazan al trigo; no estarían compitiendo con la soja”.
Indicó que la cadena de valor de la soja es más estructurada porque participan compañías globales; en tanto, el mercado de las legumbres es una cadena más desestructurada, hay más informalidad. “Hay pequeños negocios con bolsas de arpillera en cada esquina; tanto los que compran como los que venden son flojos de papeles, no está estructurada una cadena de valor”, describió. Dejó en claro que se abria para el país todo una nueva perspectiva de negocios.
Otras maneras de producir energías
A partir de este tema de los cambios de hábitos y de la revolución de las proteínas viene el tema del calentamiento global, de la preocupación por el calentamiento, de las energías renovables y con ellos los biocombustibles.
Algunas sociedades, particularmente en Alemania, años atrás comenzaron a exigir los biocombustibles y se hicieron las leyes en Europa para el uso. Ello fue fue el origen de las industrias que se han generado, incluso sobre nuestro río Paraná, de plantas de biocombustibles al lado de las aceiteras. Los europeos, además, quieren estar seguros de que se hacen en forma responsable no dañando ni al medio ambiente y a la sociedad, y exigen un certificado de biodiésel responsable por el cual pagan una prima.
“Ahí hay otra tendencia”, dijo: “¿cómo de alguna manera se integra la cadena de valor con más información hacia el consumidor final? Es decir, cómo difundimos que estamos haciendo las cosas para que el consumidor sepa que no dañamos el medio ambiente ni la salud. Ahí aparece todo el tema del desarrollo sustentable y cómo estimularlo. No sólo desde las leyes sino desde el mercado”, precisó.
“El de los biocombustibles es un tema impactante y tiene distintas lecturas. El biocombustible que se genera a partir del maíz, saca una gran parte de él del mercado de alimentos. Las razones de por qué Estados Unidos lo subsidia son varias y van más allá de los biocombustibles”, dijo.
A juicio del orador, EE.UU. subsidia de esta forma el ecosistema de la vida rural y en segundo lugar, reduce la dependencia de los países productores de petróleo.
“La caña de azúcar es otra historia. Es muy impactante ir a Brasil y ver esa especie de factorías verdes, que son la caña de azúcar, reactores biológicos que transforman luz solar y agua en energía que rápidamente se transformará en biocombustibles. Lo que antes se tardaba 200 millones de años para transformar materia verde en petróleo, ahora se hace lo mismo en menos de 200 días”. Vamos -dijo- a un sistema de combustibles, de energías renovables que está vinculado con el sector rural. “Es como una gran plataforma verde que transforma luz y agua, en fibras y energías renovables en esta parte del planeta. Lo interesante es que esos biocombustibles se pueden hacer no sólo de caña de azúcar sino también de celulosa y para eso no falta mucho.
“Entonces -relató- plantaciones de eucaliptus, o pastizales, sorgos que crecen en campos salados, se podrán transformar en etanol. ¿Qué falta para ello? Hacen falta enzimas que transforme la celulosa en etanol. Hoy las enzimas son más caras que el etanol, por eso no se hace todavía. En el Indear estamos investigando enzimas transgénicas para la transformación de celulosa en etanol. Y vamos a encontrar en algún momento la enzima”.
Grobocopatel dijo que habrá que pensar que cada ciudad podrá tener su propio monte de eucaliptus; su factoría para transformarlo en energía. No se deberá traer el petróleo del mar o desde la Patagonia. Todo eso sale del campo, de lo que llamamos la nueva ruralidad.
Eduardo González Kees, presidente de la Bolsa de Comercio; Gustavo Grobocopatel y el gobernador Binner. Los dos últimos coincidieron en profundizar la relación entre los sectores privados y público para la toma de decisiones estratégicas.
Foto: Pablo Aguirre
Crisis
Grobocopatel senaló que ahora hay una pequeña crisis que puede ser de corto y/o mediano plazo. Porque la oferta, la capacidad de producción de alimentos, crece menos que la demanda. “Por eso tenemos estas crisis de precios y hay una preocupación muy grande por este tema de los alimentos”.
“¿Cómo crecemos en esta sociedad que cada vez demanda más? Tenemos restricciones al avance de la frontera agrícola; a veces no podemos crecer por problemas políticos como en Africa, o por problemas de infraestructura. Estos problemas son restricciones al aumento de la oferta. Podemos solucionarlos por el aumento de la productividad, pero en este terrenos debemos hablar de tasas del 1 ó 2%, no más. No podemos resolver los problemas en el corto plazo pero sí ser optimistas hacia dónde vamos”.
Hay otro punto al que se apunta a regular el corto plazo, que es el de controlar el cambio de hábitos alimentarios. Es un tema muy importante: un norteamericano consume en promedio 4 veces más de energía que un africano y el 70% más, que un europeo. O sea: si un norteamericano consumiera en promedio igual que un europeo, estaríamos generando alimentos para mucha gente. “Existen problemas de ineficiencias y habrá que ver cómo los gobiernos y los mercados pueden intervenir”, señaló.
A más precio, más oferta
Con los problemas de mercado en Europa y EE.UU., ¿ qué puede pasar con el precio de los alimentos? “Lo que vemos es que los mercados caen, pero los precios de los granos se mantienen. La lógica de los alimentos es distinta a la de la especulación a pesar de que muchas veces lo hemos discutido cuando se decía que los alimentos subían por especulación. Esto puede suceder en el corto plazo, pero como se demostró después de la crisis del 2008, el problema de los grano no es de especulación. Los precios tienden a aumentar porque si no aumentan, no crece la oferta. Cualquier medida de proteccionismo, lo único que va a hacer es retrasar el problema de fondo. Hay que ser muy cuidadoso con las intervenciones”, dijo Grobocopatel.
Desafíos estratégicos indispensables
En el mediano y largo plazo, ante la “oportunidad” que le cayó del cielo a la Argentina “porque podemos producir lo que demanda el mundo y con competitividad”, Gustavo Grobocopatel citó el desafío de la transformación de las materias primas, con cadenas de valor más largas para que intervenga más cantidad de personas. Y en ese sentido habló de producir más aves, más cerdos, más carnes en general.
“Tenemos una muy buena cadena del grano hacia abajo y nos falta estructurar más la cadena de valor para transformar esos granos en pollos, cerdos. Es cierto también que debimos haberlo hecho antes”, dijo el orador.
Pidió al Estado el otorgamiento de los estímulos y que funcionen para la instalación de estas empresas en zonas como el NOA, NEA, la misma Santa Fe que debe procesar en origen. Citó también a la lechería diciendo que su demanda es creciente; que la Argentina tiene una de las zonas más competitivas del mundo para producirla y que los chinos comenzaron a tomar leche.
“Entonces -resumió- mayor valor agregado que ocupará más mano de obra en el interior y alargamiento de la cadena. Pero además hay algunas estrategias a revisar que son más globales o geopolíticas”, advirtió.
Dijo que “la globalización tiene una dinámica que se puede explicar como tensiones. Una de las primeras tensiones se da entre lo global y lo local. La gobalización requiere mucho conocimiento de lo local pero a su vez mucha integración con lo global; estar integrados a los flujos globales del conocimiento y los flujos de capital.
“El mundo -añadió- ha resuelto esta tensión formando regiones económicas: la Unión Europea, Mercosur, etc. La regionalización no responde sólo a una necesidad política sino también para resolver esta tensión entre lo local y lo global”, definió.
Un segundo aspecto es “la diversificación frente a la especialización. La economía del conocimiento requiere de muchos especialistas porque hay más conocimientos intensivos. Si no hay un patrón de especialización no hay un patrón de competitividad”.
“¿Cómo se resuelve el problema porque ambas cosas se requieren?”. se interrogó. A su juicio, integrando a distintos especialistas como socios de un proyecto y de esta manera diversificar.
“Las empresas, las economías deben integrarse en lo local, en lo global; integrarse al mundo, no podemos tener empresas sólo argentinas, deben estar integradas al mundo. Necesitamos socios globales que inviertan acá y socios locales que inviertan afuera”.
En orden a estas ideas precisó que además de los avances en la biotecnología se requiere crear estructuras regionales, empresas de carácter regional y un federalismo bien entendido. “Si no lo vemos a esto, estamos en el horno”, concluyó.
Capitalismo del siglo XXI
La parte final de la exposición de Gustavo Grobocopatel estuvo orientada a describir cuál consideraba que era el capitalismo de este siglo. “Como empresario creo que es un debate que tenemos que dar”, dijo el orador.
“Soy capitalista, considero que -el capitalismo- produjo grandes beneficios para la humanidad”. Mencionó que en los últimos 20 años “ha generado trabajo como nunca se dieron, con las mujeres incorporadas a él; hay más gente que come, hay más riqueza en general pero existe un problema de distribución de riqueza”.
“No es el mismo capitalismo de hoy al de 50 años atrás. Debemos darnos la discusión sobre el calidad de los ajustes que tenemos que hacer. Pero la pregunta es por qué el capitalismo no fluye de la misma manera a todos los países. ¿Qué es lo que se necesita para que fluya y funcione?”, interrogó.
En primer lugar -respondió- reglas de juego claras y estables. Esto está vinculado con la sociedad que queremos tener. Las reglas de juego en Estados Unidos no son las mismas que en Singapur y me parece que la sociedad argentina quiere más Estado; en este punto es más europea que norteamericana.
“Dentro de los que son las reglas de juego: leyes, sistema de incentivos, seguridad social, servicios públicos; están los mercados que son un conjunto de reglas, son una construcción del Estado”.
Grobocopatel consideró que no hay mercado o Estado, sino que deben existir los dos. “Cuando hubo problemas es porque faltaron las regulaciones. Necesitamos proactividad en cuanto al mercado” y describió a éste como “la forma más transparente de determinar cuáles son los precios de transferencia a la sociedad. Cuando los mercados no funcionan, los que más se perjudican son los más pobres o los que menos información tienen”.
Un tercer aspecto “es que el capitalismo requiere de un Estado fuerte y en la Argentina grande”; pero aclaró que en realidad lo que se requiere es un Estado garante y facilitador. “Nosotros discutimos si debemos o no pagar impuestos y no discutimos qué calidad de Estado queremos tener, por ejemplo, que brinde mejores servicios, que esté más presente”, aseveró.
Otro tema importante son los trabajadores: los del siglo XXI no son los mismo que los del siglo anterior. “Ahora necesitamos trabajadores del conocimiento, que pasen de estar en relación de dependencia a ser emprendedores”.
“Por último -dijo- el capitalismo del siglo XXI requiere de nuevas empresas, de nuevos empresarios. Empresas porosas, empresas que trabajen en red, empresas que tomen a lo público como parte de su visión estratégica, que interactúen con el sector público; empresas vinculado con el proceso de desarrollo y que sean parte del proceso colectivo.
“Con reglas ajustadas para cada Estado, con trabajadores que sean emprendedores y empresas, creo que podemos tener un buen capitalismo”, concluyó.
Perfil
Gustavo Grobocopatel preside hoy Los Grobos Agropecuaria SA, uno de los principales grupos económicos de producción de agroalimentos con sede central en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, y con sembradíos en gran parte del país y vecinos como Uruguay, Paraguay y Brasil.
El origen del grupo es Bernardo Grobocopatel, quien llegó desde el sur de Rusia a América en 1910 para desempeñarse como contratista rural.
Su segundo hijo, Adolfo, fundó Los Grobo Agropecuaria; los cuatro hijos de éste último son los accionistas.
Gustavo se recibió de ingeniero agrónomo en 1983 y comenzó a modernizar la empresa hasta posicionarla como uno de los más importantes productores de granos del país y coordinador de procesos en la cadena agroalimentaria, desarrollando una extensa red de comercio colaborativo.
El grupo fue uno de los impulsores de la siembra directa y del uso de semillas transgénicas.