Crónica política
Crónica política
De la Escuela de Frankfurt a la Escuela de Santa Cruz
Rogelio Alaniz
“Al amigo todo, al enemigo ni justicia”. J. D. Perón
Decía en la nota anterior que para la llamada izquierda kirchenrista luchar contra “Clarín” y “La Nación” constituye una gesta liberadora. La fuente teórica de sus generosos empeños es la Escuela de Frankfurt traducida, claro está, a sus singulares necesidades locales. El problema es que en esta faena ellos no están solos. A la Escuela de Frankfurt se le opone internamente la Escuela de Santa Cruz. Sus promotores no poseen ni el brillo ni el encanto intelectual de los creadores de la Teoría Crítica, pero disponen de la eficacia y la contundencia de los que saben muy bien lo que quieren.
Está claro que los escritos de Adorno, Benjamin y Horkheimer no le interesan a personajes como Aníbal Fernández y toda la claque pingüinera, porque para ellos el objetivo político es reproducir en la Argentina lo mismo que lograron en Santa Cruz: prensa súbdita y canalla, y reelección indefinida. Lo demás es cartón pintado, porque para quienes ejercen el poder con la sensualidad y la impunidad de déspotas orientales, lo que importa es que no los critiquen y hacer realidad el sueño del pibe populista: enriquecerse, y dominar sin dar explicaciones.
Veamos. Sin una prensa crítica nunca hubiéramos conocido los negociados de Schoklender y Hebe Bonafini. Tampoco nos hubiéramos enterado de la red de prostíbulos organizados por el socio y amigo de Eugenio Zaffaroni. Temas como Skanska, Jaime y Antonini, hubieran quedado sepultados en la nada. Sin esa prensa “opositora” jamás hubiéramos sabido de la extraordinaria evolución económica de los Kirchner en el ejercicio del poder. O de los compras a valores simbólicos de tierras públicas de su provincia realizadas por su marido. O de la alevosa adulteración de las cifras del Index.
Sin prensa crítica la reelección indefinida ya estaría instalada en el sistema político; los abusos del poder se hubieran multiplicado; los atropellos a las instituciones serían más frecuentes y groseros. Si este gobierno no ha avanzado más en la “chavización” de la república no ha sido porque no ha querido sino porque no lo han dejado. Hay que decir también que, lamentablemente quienes ejercieron el control para impedirlo no fueron tanto los partidos opositores como el periodismo.
Imagino las objeciones. ¡Es una prensa de derecha! A esta altura del partido ya no me dejo chantajear emocionalmente por esos argumentos sacados de la galera, entre otras cosas porque quienes hacen estas objeciones no le han hecho asco a aliarse con la peor derecha. La libertad de prensa -bueno es saberlo- no se inventó para hacerle el juego a la derecha o a la izquierda, se inventó para constituir una opinión pública y ponerle límites al poder.
Yo defendería la libertad de prensa si la derecha en el poder la atacara. En tiempos de Menem, muchos que ahora somos criticados con los peores adjetivos protestamos cuando “Página 12” era amenazada. Yo no he cambiado. Critico al poder y defiendo las libertades. Critico al poder y sus diferentes titulares. Este diario tiene buenos archivos y cualquiera puede acceder a mis opiniones en tiempos de Menem, De la Rúa, Duhalde o los Kirchner. Yo no he cambiado, pero conozco a varios que con la señora en el poder les han sacado las uñas, los colmillos y las babas.
Durante la época de Menem la tarea de “Página 12” fue criticarlo. ¿Por qué suponen hoy que esa tarea ha cesado o que los cantos de batalla contra el menemismo deben derivar ahora en cantos de gloria y alabanza al kircknerismo? Están quienes dicen que todo se explica a partir de conocer los montos de la publicidad oficial que reciben. Puede ser en algunos casos, pero no en todos.
A mi no me gusta pagar con la misma moneda. Que me acusen de estar vendido al imperialismo o a la CIA, no me habilita a decir que ellos también se han vendido. Una de las “virtudes” del séquito de la señora es haber instalado la grosería como moneda de legítima circulación. La prensa crítica tendrá sus problemas, pero la prensa oficialsita desde hace tiempo hiede como una cloaca y nos empuja a todos a embarrarnos en el mismo charco.
Yo no descubrí ahora la democracia, las libertades y los derechos humanos. Los descubrí en tiempos de la dictadura, cuando yo estaba preso y la señora y su marido se hacían millonarios dejando en la calle -con las leyes de Martínez de Hoz- a gente en problemas. O miraban para otro lado cuando secuestraban y torturaban, tiempo en el que defender los derechos humanos era un riesgo cierto y no un beneficio electoral.
Haber vivido algunos años nos provoca algunos inconvenientes, pero nos otorga cierta experiencia. En 1995 el señor Menem declaró que había derrotado a los medios. Hoy, los mismos que ayer se beneficiaban con el riojano, repiten palabras parecidas. Ocurre que los que entonces votaron a Menem no son muy diferentes de los que hoy votan a la señora. Por lo pronto, el ochenta y dos por ciento de los funcionarios que trabajaron con Menem ahora le prestan “desinteresados” servicios a la señora. Y a ese séquito honorable ya se ha sumado, para disipar cualquier duda, el propio Menem.
Tengamos memoria. En 1995, el cincuenta por ciento de los argentinos votó a Menem sabiendo que votaban al presidente más corrupto de nuestra historia. Lo hicieron con vergüenza, pero lo hicieron. Hoy esa lógica no ha cambiado. A la señora no se la vota porque es la Pasionaria o Rosa Luxemburgo sino porque cuenta con la asistencia inestimable de la “compañera soja”.
Todo hace suponer que en octubre los resultados electorales se van a repetir en sus líneas más generales. La señora será presidente por un segundo o tercer período, según se mire. Esperemos que le vaya bien, por ella y por todos. Una observación al respecto: la experiencia enseña que en este país la prolongación del mandato no pone de relieve las virtudes de un gobierno, sino que acentúa la viscosidad de sus vicios.
Es que cuando se dice que no es saludable que un gobierno se eternice en el poder, es porque lo que se eternizan son los defectos. Motivo por el cual, hasta tanto los hechos demuestren lo contrario, me asiste el derecho a creer que una victoria tumultuosa de la señora en octubre no significará mejor distribución de la riqueza y más libertades, sino la multiplicación de negocios por parte de los amigos del poder, impunidad para los Jaime, los Sckoklender y las Bonafini; más prostíbulos para Zaffaroni y más riquezas para la señora.
Se ha dicho que los medios de comunicación cumplen las tareas que deberían ejercer los partidos opositores. No es verdad. O en el mejor de los casos es una verdad a medias. La prensa libre no tiene la culpa si los partidos opositores no cumplen su rol como corresponde. Es el vacío o el semivacío de una oposición mutilada lo que realza la labor crítica de la prensa, del mismo modo que en tiempos de Menem la vigencia de una Corte Suprema cortesana le otorgaba a los medios un rol justiciero que los excedía, pero que siempre era preferible a la ausencia total de justicia.
¿Alguien se imagina lo que sería hoy la Argentina si no hubiera diarios críticos que vigilan con severidad los actos de gobierno? Se dirá que lo hacen porque tienen intereses creados ¡Chocolate por la noticia! Por supuesto que siempre hay intereses creados. Los empresarios de los medios no son santos ni son los dueños de la verdad. Un sistema democrático no se constituye sobre la base de la santidad de sus miembros, sino sobre la base de su legitimidad. No me importa saber cuánto factura un diario; lo que me importa saber es si efectivamente cumple con su rol de controlar el ejercicio del poder.
No ignoro que en el mundo que vivimos estos escrúpulos le importan a muy pocos. Unas de las victorias culturales de la señora fue instalar la idea de que todo lo que se haga desde el poder está bien, sobre todo si se hace para destruir a adversarios y enemigos. Si además, a esa idea sus acólitos la reproducen con un lenguaje que transforma a Maradona en un lector de Jorge Luis Borges, mucho mejor.
No nací ayer y no me asustan las malas palabras, pero sí me alarma la violencia de las palabras, sobre todo cuando esa violencia nace desde el poder. Energúmenos hay en todas partes, pero el problema se presenta cuando un energúmeno como Aníbal Fernández es ministro. No me asustan las malas palabras ni me pongo colorado, pero la pregunta que me hago es la siguiente. ¿En qué momento los compañeros de la señora van a pasar de las palabras a los hechos? ¿cuándo van a decidirse a practicar su versión posmoderna de las Tres A o de los Montoneros? ¿cuándo abandonarán las armas de la crítica para ejercer la crítica de las armas? O, para ser mas preciso y leal con sus orígenes ideológicos, ¿cuándo pondrán en práctica la dialéctica de los puños y las pistolas?