EDITORIAL

Promoción humana en todos los planos

Este no es un año más para quienes integran el Movimiento Los sin Techo. Se cumplen 25 años de un trabajo que se hizo visible desde entonces, alentado por acciones y declaraciones de las Naciones Unidas y la Iglesia Católica, pero que se venía desarrollando desde antes en los barrios carecientes de la ciudad, siempre bajo el liderazgo del recordado Atilio Rosso y hoy a cargo de José Luis Ambrosino.

 

Desde entonces, la labor del grupo integrado por hombres y mujeres con fuerte compromiso social, se ha profundizado y consolidado no sólo en el tema habitacional -una de las premisas del movimiento es reemplazar ranchos por viviendas de material- sino que se amplió hacia el campo de la salud y la educación e incorporó el acceso a la tecnología. Cada uno de estos aspectos merece una consideración especial, por cuanto la promoción integral de las personas y su inserción real en un mundo cada vez más competitivo se han tornado no sólo necesarias, sino imprescindibles.

Para ello es que se abrieron centros de salud y jardines de infantes, se pusieron en marcha cursos de capacitación para vecinos y vecinas de distintas edades, se proveyeron netbooks a niños en el marco del programa Primero mi Primaria, pero también se capacitó en el uso de esa tecnología, y hasta se designó a San Pantaleón, un humilde sector del oeste de la ciudad, como barrio digital.

El trabajo del movimiento se funda en acciones concretas pero también en el análisis de la realidad, a través de la confección de estadísticas que permiten una visibilización de la pobreza mediante datos concretos, y la colaboración de intelectuales y expertos en distintas áreas, entre ellos el reconocido filósofo y docente Daniel Prieto Castillo quien, en una de las ocasiones en que visitó la ciudad, reconoció la importancia del acceso a la tecnología en los sectores más postergados, pero también el hecho de tener al alcance las pedagogías para saber qué hacer con ellas.

La misión de Los sin Techo se viene concretando sin perder de vista la esencia del movimiento que es la de dignificar a las personas y permitirles el acceso a mejores condiciones de vida, pero también a herramientas que les permitan procurarse esas condiciones. Y todo eso, a la vez, poniendo de manifiesto una adaptación a los nuevos tiempos: 25 años atrás la tecnología no ocupaba el lugar prioritario e insustituible que tiene ahora.

Esta concepción integral y abarcadora, y este cúmulo de experiencias sólidamente apuntaladas por la elaboración de evaluaciones fundadas y la ejecución de acciones cuidadosamente programadas, es lo que caracteriza a los esfuerzos más genuinos por mejorar a la comunidad a través de la ampliación del rango de oportunidades de sus miembros, y los diferencia del mero asistencialismo. Y también lo que supone llevar a la práctica la invitación evangélica de “enseñar a pescar”.