Los restos quedarían en Córdoba
Murió el ex arzobispo Storni
El prelado tuvo que dejar su cargo acusado por abuso sexual, en el marco de un escándalo que dividió a la sociedad santafesina y quedó irresuelto a nivel judicial. Vivía recluido en La Falda.
De la redacción de El Litoral
El ex arzobispo de Santa Fe, monseñor Edgardo Gabriel Storni, falleció ayer a los 75 años en la ciudad de Córdoba, como desenlace de una enfermedad. En un contexto de marcado hermetismo -tanto oficial como de ex allegados-, El Litoral pudo establecer esta mañana que, conforme a la voluntad de los familiares del prelado, sus restos no serían trasladados a nuestra ciudad, sino enterrados en la vecina provincia, donde desde hace varios años residía en la localidad de La Falda.
Storni fue separado anticipadamente de su cargo en 2002 luego de la denuncia por delitos sexuales en su contra, que derivó en un proceso judicial que en 2009 lo condenó en primera instancia a ocho años de prisión por abuso sexual agravado, aunque un tribunal superior ordenó el año pasado la anulación de la sentencia y dispuso que la causa volviera a foja cero.
Storni nació en Santa Fe el 6 de abril de 1936 y fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 1961. Elegido obispo auxiliar de la arquidiócesis el 31 de diciembre de 1976 por Pablo VI, fue ordenado obispo el 25 de marzo de 1977 y promovido a arzobispo de Santa Fe el 28 de agosto de 1984, cargo del que tomó posesión el 30 de septiembre de 1984. Debió renunciar anticipadamente en septiembre de 2002, envuelto en un escándalo por denuncias de abusos sexuales y acoso a 47 seminaristas. Desde entonces residía en La Falda, en condición de jubilado.
En diciembre de 2009, Storni fue condenado por la jueza santafesina María Amalia Mascheroni a ocho años de prisión por abuso sexual agravado contra el ex seminarista Rubén Descalzo, aunque no fue a la cárcel sino que cumplió arresto domiciliario por su edad avanzada. Pero en abril de 2011 la Cámara Penal anuló la sentencia y ordenó que se dictase un nuevo veredicto, al admitir en parte la apelación que presentó la defensa, que buscaba la anulación de todo el proceso.
Un escándalo nacional
El caso se hizo público en 1994 cuando, por orden del Vaticano, el actual arzobispo de Mendoza, monseñor José María Arancibia, investigó denuncias de jóvenes que estudiaban para sacerdotes sobre supuestos abusos sexuales. La constitución de la comisión investigadora fue informada en aquél momento por El Litoral y las conductas del dignatario eclesiástico que la motivaron merecieron una serie de notas en el periódico Rosario 12. En diciembre de ese mismo año, importantes dirigentes políticos publicaron una solicitada de “apoyo y agradecimiento” al prelado.
Sin embargo, el escándalo estalló varios años después, cuando la periodista porteña Olga Wornat recogió la información en el libro “Nuestra Santa Madre” y lo presentó en la Feria del Libro de nuestra ciudad, en agosto de 2002.
“Todo el mundo lo sabía. Me enteré por un taxista”, recordó Wornat, en declaraciones a LT 10. “Y todo el mundo me comentaba el tema de Storni. Era un secreto a voces”, añadió. “No solamente se conocían sus abusos, además Storni era una persona autoritaria, intolerante, nefasta, que tenía sus negocios con los políticos. Le consultaban hasta a quién iban a poner en el gabinete”, aseveró.
Efecto dominó
El episodio operó como desencadenante de los acontecimientos, que se sucedieron de manera vertiginosa y dividieron a la sociedad santafesina. Primero, los ex seminaristas Rubén Descalzo y Martín Lascurain denunciaron haber sido las víctimas mencionadas en el libro. Luego, el párroco de San Roque, José Guntern, reveló haber entregado una carta al arzobispo en la que sostenía: “tuviste un serio desliz, que afectó a un grupo en plena formación espiritual y humana. No te juzgo ni te condeno, no me corresponde. Sí te sugiero que reflexiones en Cristo y tomes conciencia de la gravedad de tus actos”. Guntern se retractó luego de una reunión con un grupo de sacerdotes en el arzobispado, en lo que fue interpretado como una presión hacia el anciano sacerdote -de cuyo fallecimiento se cumplirán cinco años el próximo 25 de marzo- y motivó a su vez una serie de movilizaciones populares.
En septiembre de 2002, el entonces arzobispo santafesino renunció a su cargo y envió una carta al papa Juan Pablo II en la que no reconocía “culpas” ni “acusaciones”. Fue reemplazado transitoriamente por monseñor Moisés Blanchoud y luego por el actual arzobispo, José María Arancedo. En su momento, Storni declaró en sede judicial y negó los cargos.
Sin palabras
En 2009, una periodista de El Litoral llegó hasta la residencia de Storni en La Falda e intentó entrevistarlo, pero se topó con la negativa del ex dignatario eclesiástico. “Estoy ocupado”, alegó, en la escueta alocución incluida luego en la crónica “Edgardo Storni: un espectro escondido en la montaña”, publicada en la edición del 14 de marzo.
A falta de su palabra, el mismo artículo periodístico recordó las vertidas por el aún arzobispo en el último Tedeum que ofició, el 25 de mayo de 2002: “Todos hemos pecado. Unos más, otros menos. Unos obrando, otros omitiendo. Pero no estamos solos, abandonados a nosotros mismos, condenados a la culpa y la impotencia por siempre. No nos abandona el que todo lo puede, no enmudece el Verbo de Dios y no se cierran los oídos divinos al clamor de los hombres”.
Fallo
“En el proceso no se juzgan actitudes del imputado; si defraudó las expectativas de los seminaristas, si tuvo manejos afectivos impropios, si se negó a la investigación, si fue un mal obispo, si éticamente resulta reprochable para los fieles de la Iglesia Católica Apostólica Romana, si incurrió en conductas equívocas con relación a la investidura, si, en definitiva, tuvo actos que revelan una tendencia homosexual, son todos cuestionamientos ajenos al ámbito de la responsabilidad penal de la cual no podemos ni debemos, por mandato constitucional, apartarnos”.
Del voto del camarista Sebastián Creus, en el fallo que anuló la condena a Storni por considerar que no demostraba que hubiese habido abuso sexual.