Dudas sobre la hora del crimen

Un brutal asesino anda suelto

Las víctimas: él vivía en una casa lujosa y tuvo un buen pasar, frecuentaba clubes tradicionales y el hipódromo de Las Flores. Ella era una mujer religiosa, de escasos recursos.

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La casa de calle Necochea y Huergo donde Nélida Peart, muerta a golpes de hacha como Ríos, alquilaba una habitación. Foto: Luis Cetraro

José Luis Pagés

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La investigación del doble crimen de la calle Cochabamba se lleva adelante en un marco de absoluta reserva impuesto por el Juez Darío Sanchez, magistrado que entiende en la causa, no obstante pudimos saber esta mañana que la persona que en los primeros momentos dijo a sus vecinos que vio a Ríos -una de las víctimas-, en una hora temprana de la mañana fue invitado a declarar en sede policial y allí ratificó sus dichos.

Esta observación contradice un trascendido acerca del resultado de la autopsia publicado en nuestra edición de ayer y de ajustarse a la verdad de los hechos, lo declarado por este testigo solo cambia la hora del crimen situándola alrededor de las 8 de la mañana, a plena luz del día, y no en la madrugada.

Jorge Ríos (79), dueño de casa de calle Cochabamba al 4600 que fue escenario del cruento suceso, habría sido visto poco antes de las ocho al volante de su automóvil por la misma persona que lo vería regresar media hora después. “Me crucé con él cuando fui al banco -habría dicho- y lo vi de nuevo cuando volvió desde la ventana de mi casa”, recordó uno de nuestros entrevistados.

En la vivienda estaba la mujer que visitaba asiduamente a Ríos, Nélida Peart, (72), quien el domingo después del culto -concurría a la Iglesia Universal- dejó la casa donde alquilaba una pieza, -Necochea al 5700- cuando él la buscó en su automóvil. “Era muy reservada, no sabíamos a qué se dedicaba, pero como siempre que salía con Ríos llevó un bolso con ropa, la de ellos era una vieja relación, de muchos años”, dijo otro fuente consultada.

Nélida por esas horas en las que Jorge salió y regresó estaba sola en el inmenso y lujoso caserón de planta baja y techo de tejas que tiene tres dormitorios, baño, cocina y un amplio living comedor, garage, galería y 50 metros de fondo. Fue entonces quizás que la mujer fue sorprendida por el asesino, quien posiblemente ingresó desde el patio trasero a través de la única puerta trasera, la del del garaje, que a su vez se comunica con la cocina.

El arma que empuñó y descargó el matador contra su víctimas sería del propio Ríos y habría sido elegida entre las herramientas de jardinería. Es claro que Nélida en ausencia de Jorge estaba en la casa, pero seguramente se investiga es si cuando él regresó ella vivía aún o ya había sido asesinada.

Luego, Ríos sería encontrado muerto en la cocina, entre el garaje y el living, por su hija Graciela quien ingresó a la casa alrededor de las 13.45. Los policías que acudieron al primer llamado observaron el horrendo cuadro -siete hachazos terminaron con su vida- y también a Nélida, cuyo cuerpo yacía en un pasillo distribuidor que lleva a los dormitorios.

En ese cuadro donde predominaba el rojo de la sangre los investigadores recogieron rastros entre los papeles, documentos y ropas de las víctimas esparcidas por el piso, en medio de un gran desorden. Evidentemente el asesino buscaba algo de valor -Ríos que cobraba una magra jubilación de la Nación- supo tener un muy buen pasar cuando muchos años atrás su vida dio un giro afortunado y de un día para otro fue gerente de una conocida confitería.

Entonces supo tener una intensa vida social y con frecuencia era visto en los más tradicionales clubes de nuestra ciudad, a la vez que era un asiduo concurrente al hipódromo de Las Flores donde, según algunos recuerdan, supo tener sus propios caballos de carrera.

Hasta ahora sólo hay huellas, rastros y conjeturas, pero lo único cierto es que quien mató a Jorge Ríos y Nélida Peart, y el objetivo perseguido, es materia de investigación para la justicia santafesina. Lo único cierto es que el monstruoso asesino se mantiene en el anonimato y peor aún, está suelto todavía.

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La casa de Ríos en Barranquitas es de sólida construcción y elegantes detalles de terminación. Foto: Luis Cetraro