al margen de la crónica
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Otro país, otra idiosincrasia
Muchas veces nos quejamos de nuestro país y miramos con envidia el progreso de otras naciones en las que todo parece funcionar como por arte de magia.
Pero en ocasiones, algunas noticias nos demuestran que la prosperidad de un lugar poco tiene que ver con un golpe de suerte, sino más bien con una fuerte idiosincrasia instalada en todos y cada uno de sus habitantes.
Esta semana, Suiza fue un ejemplo de ello. Sus ciudadanos votaron en contra de una propuesta que buscaba incrementar de cuatro a seis semanas el mínimo de vacaciones pagas, luego de que las empresas advirtieran de que la medida podría dañar la competitividad y afectar seriamente los índices de empleo.
La iniciativa fue planteada por el sindicato Travail Suisse, que argumentó que cuatro semanas de vacaciones no eran suficientes porque la presión del trabajo se había incrementado mucho en las últimas décadas, generando un aumento de casos de estrés y problemas de salud en los empleados.
Sin embargo, esta propuesta fue rechazada nada más y nada menos que por un 67 por ciento de los votantes, según datos dados a conocer por la televisión suiza.
El sindicato Travail Suisse defendió el mal resultado del referendo cuestionando el momento en el cual se llevó a cabo, dados los temores de los habitantes en medio de la crisis de la zona euro.
‘Para muchos votantes, era comprensible que las actuales preocupaciones sobre los propios empleos prevalecieran sobre el bienestar a largo plazo del pueblo y el empresariado suizo‘, dijo el ente gremial en un comunicado.
‘Con la campaña centrada en el miedo, los opositores a la iniciativa jugaron con la incertidumbre de los trabajadores‘, añadió.
Por otro lado, la principal asociación de empresarios, que había presionado contra la propuesta, se mostró satisfecha con el resultado.
“El no a la iniciativa de las vacaciones fue un sí al mantenimiento de la competitividad de las compañías suizas y al trabajo seguro. La adopción de esta iniciativa hubiera incrementado los costos laborales, ya de por sí altos en Suiza, y pesado sobre las empresas con costos adicionales de 6.500 millones de euros al año”, sostuvo la agrupación en un comunicado.
Esta no fue la primera vez que el pueblo suizo colocó el bien general por encima de la propia conveniencia. Ya en 2002, habían rechazado por primera vez la propuesta de reducir la semana laboral a 36 horas desde las 42.
Mientras tanto en Argentina nos seguimos preguntando por qué no avanzamos como país, al tiempo que los feriados se multiplican, las huelgas aumentan, los empresarios piensan en su propio enriquecimiento, y los políticos aumentan sus sueldos sin razón en un cien por ciento.