Editorial
Crisis económica y oportunidad política
Son recurrentes los rumores sobre una crisis económica que muchos analistas consideran inevitable en un futuro más o menos inmediato. Contribuye a agravar la situación la crisis interna en el oficialismo, crisis que se manifiesta en el movimiento obrero y en el interior de la coalición política oficial. En un caso, el enemigo a derrotar es Moyano; en el otro, Scioli.
Los sacudones políticos en el interior del peronismo a menudo han provocado consecuencias negativas para el conjunto de la sociedad. Así fue en 1974, cuando el gobierno de Perón e Isabel se enfrentó con Montoneros y, en un contexto diferente, algo parecido ocurrió cuando en 1999, cuando Duhalde rompió con Menem.
Los famosos superávits gemelos, de los que Kirchner se jactaba hace unos años, hoy son un recuerdo. Los elevados subsidios al consumo eléctrico han erosionado las cuentas fiscales, mientras que la inflación ha incrementado los costos internos y afectado las exportaciones. A su vez, las liberalidades del Banco Central han contribuido a incrementar la inflación en niveles preocupantes.
Estos problemas son serios, pero podrían resolverse si desde el poder político se tomaran algunas decisiones correctas que deberían incluir la ampliación del diálogo y los consensos políticos en función de un programa mínimo de gestión de la crisis.
No obstante, esta salida razonable tiene pocas probabilidades de concretarse. Esta presidente visualiza el diálogo como una debilidad, convicción que se agrava por el hecho de que en la Argentina el sistema político carece de flexibilidad para adaptarse a los ciclos de la economía. Mientras en países como los europeos, sacudidos por la crisis, los sistemas políticos han demostrado una plasticidad que ha mitigado los efectos sobre el sistema político, en nuestro país las rigideces fisuran las instituciones y erosionan el poder político.
Un sistema político saludable exige instituciones fuertes y coaliciones políticas amplias y consistentes. Es lo que falta en la Argentina. Sin embargo, la posibilidad de que se constituyan dos grandes coaliciones, una de centro derecha y otra de centro izquierda, no es descabellada, y tampoco es disparatado imaginar que luego del actual proceso de concentración de funciones y decisiones, se vaya hacia una clara separación del gobierno y el Estado y en la administración pública cobren peso la profesionalidad y la eficiencia en clave moderna.
La necesidad es cada vez más imperiosa, pero aun falta voluntad política para avanzar en esa dirección, con la certeza de que instituciones flexibles y coaliciones políticas fuertes pueden evitar o morigerar las crisis. Algo de esto han hecho en los últimos años Chile, Brasil y Uruguay. Y mal no les va. Si las crisis también se leen como oportunidades de cambio, la que ya nos hace sentir sus efectos puede ser la ocasión para evolucionar hacia políticas de Estado que reemplacen las prácticas clientelares contaminadas por la demagogia. Se trata, en suma, de abrirle cauce a la modernidad.