Reflexiones de Víctor Pavía
Reflexiones de Víctor Pavía
Un pedagogo propone reinstalar
el “juego lúdico” en la escuela
El magíster en Recreación sostiene que “lo lúdico” está emparentado con la fantasía, la imaginación, con la realidad aparente, el permiso y la confianza.
Foto: Néstor Gallegos
El investigador sostiene que en la docencia se ha instalado el juego no como un derecho sino como un recurso para lograr un objetivo de aprendizaje. En un curso que dicta en Santa Fe, enseña a los maestros de Nivel Inicial a jugar de un modo lúdico.
Mariela Goy
El verbo “jugar” no necesita mayor explicación. Pero el profesor e investigador de la Universidad del Comahue, Víctor Pavía, “pide gancho” para hacer notar que la mayoría de los juegos perdieron su carga lúdica y que en la escuela más bien se usa el juego como recurso para lograr un objetivo. Por eso, el experto propone a los docentes “saltar la soga” de la educación tradicional, salirse de los límites de la “rayuela” del discurso dominante para mostrarles a los niños cómo es el modo de jugar lúdico. “Piedra libre para todos...” los maestros que se dispongan a leer estas reflexiones.
—¿Cómo define el juego lúdico?
—Cuando digo que hay que jugar de un modo lúdico suena como una redundancia. Jugar es jugar y no habría modos. Pero lo que estuvimos viendo es que muchas veces los chicos juegan de un modo serio, no lúdico. Es decir, ves que están jugando pero las caras, las frases, las actitudes son de “no juego”. Se insultan en serio, se agreden en serio, se enojan y pelean en serio. A partir de esa observación, empezamos a pensar que más allá de la redundancia habría que reinstalar el juego con un alto componente de lo lúdico. ¿Y qué es lo lúdico? Lo lúdico está emparentado con la fantasía, la imaginación, con la realidad aparente, el permiso y la confianza de jugar tranquilo porque nada malo va a pasar, con la posibilidad de crear guiones y situaciones imaginarias.
—¿Son los docentes quienes tienen que pensar distinto con relación al juego?
—Creo que la escuela pública tiene que mostrarse sensible a esta situación de que se está jugando demasiado en serio, incluso en la misma escuela. Y que estamos perdiendo posiblemente la capacidad de invitar a otro a jugar de un modo lúdico. Aclarado eso, no se si ésta es una obligación de los maestros porque la docencia ya está cargada de muchas obligaciones. Nosotros acompañamos al docente que sí asume la posibilidad de descubrir que puede entrar en el mundo del juego lúdico y disfrutarlo primero él. Y si ellos como adultos lo pueden disfrutar, posiblemente logren transmitirlo no como una enseñanza tradicional, porque a jugar de un modo lúdico no se enseña con dictado, sino que se enseña diciendo “mirá como juego yo”. Muchas docentes de Nivel Inicial se acercaron al curso que estamos dictando con Amsafe, a ver qué era esto de aprender a jugar de un modo lúdico para luego trasmitir esa experiencia a sus alumnos.
—¿Esta propuesta es sólo para docentes de Nivel Inicial o se puede trasladar a los maestros de primaria?
—La idea se basa en los pilares del juego como derecho. Todos tenemos derecho a un momento de descanso, de esparcimiento con calidad lúdica, a poder comunicarnos con otros de un modo diferente cuando se juega. Y esto no se circunscribe al jardín de infantes, sino a todos los niveles de la educación, incluso alcanza a los adultos y a la tercera edad. En la docencia se ha instalado mucho el juego no como un derecho sino como un recurso, para lograr un objetivo de aprendizaje, ajeno al juego. Ahí viene el dilema a resolver: no todos los juegos son lúdicos, es más, la mayoría de los juegos han perdido su carga lúdica. Basta con ver una sala de jardín o una clase de educación física.
Creo que todos tenemos derecho de vez en cuando a poder jugar de un modo lúdico, de manera fugaz, efímera, muy emocionante, protegida, y sabiendo que cuando terminó el juego, cualquiera puede palmear a otro y decir: “¿Sabés que esto era un juego, no?”. Pero en general la educación, como representativa de un modelo social dominante, tiene un discurso al revés. Te invita a jugar pero al final te palmea y te dice: “¿Pero sabés? Esto no era un juego y si lo hiciste mal, perdiste”.
Cada cual atiende su juego
—¿Por qué se juega de un modo no lúdico? ¿Tiene que ver con lo que se transmite a nivel social?
—Totalmente. Por un lado, tiene peso la idea de lo utilitario, que atraviesa nuestra sociedad muy fuertemente. Es decir, tiene que ser útil para algo, tiene que ser productivo. Esto es contradictorio con el juego. El juego es el derecho que yo tengo de vez en cuando, de destinar media hora para hacer algo por la búsqueda de una emoción improductiva. Hago esto para emocionarme, para sentir alegría, miedo o tristeza, haciendo algo totalmente improductivo que se llama jugar con otros. Esta idea no es muy tolerada en la sociedad y, por lo tanto, muy rechazada en la educación como representante de un modelo social.
La otra cuestión pegada a ésta, es que no solamente el juego debe ser productivo, sino funcional a un sistema en el cual todos competimos contra todos. Y si tengo que aprender algo en el juego es esto: que si se gana se gana de verdad, y si se pierde se pierde de verdad. Que es también lo contrario al juego porque cuando vos saltabas el elástico o lo que fuera, lo primero que acordabas era si jugabas con “perdonadita” o “sin perdonadita”; y si alguien salía del juego, era muy probable que se lo integraba de nuevo.
Abrir la escuela para ir a jugar
—¿Cuando en su libro se refiere a que la escuela es un espacio protegido para el juego, la está comparando con la calle?
—El tema del espacio se ha instalado con mucha fuerza, sobre todo, a raíz de la irrupción de un espacio nuevo, difícil de comprender, que es el espacio virtual. Muchos chicos pasan muchas horas jugando en un espacio virtual. ¿Será malo o bueno?, habrá que investigar. Pero sí hay una verdad fáctica y es que muchos chicos y chicas se la pasan jugando en un espacio virtual, generalmente solos, inmóviles y aislados de todo estímulo perceptivo (viento, frío, calor, las hojas de otoño, la vida). Hecho este diagnóstico, uno puede pensar como papá, abuelo o hermano, por qué no invitarlos a que salgan de la casa. Y ahí se presenta otro problema: la calle no es segura y las plazas tampoco. Entonces, insisto, sin cargar una responsabilidad más: las escuelas podrían empezar a pensarse como un espacio diseñado para que muchos chicos se encuentren con otros a jugar en un espacio seguro, protegido, tranquilo, con algún que otro docente que sepa jugar de un modo lúdico. Y saber que todos los días puedo ir a un espacio no virtual sino real, palpable, perceptible a jugar con otros.
El patio escolar es la plaza más grande
—¿El recreo escolar cumple con el requisito de espacio de juego lúdico?
—El recreo cumpliría esta condición porque tiene una función social; el patio es lo más público de la escuela pública. El problema es la superpoblación. Los patios de antes estaban pensados para 1 alumno por cada 3 ó 4 metros cuadrados y ahora hay muchísima población escolar. La discusión gira en torno a si las escuelas deberían ser un espacio de encuentro de juego, además de aprendizaje. Yo opino que sí y eso produce un impacto en la arquitectura escolar que hay que pensarla de otra manera. Generalmente, se piensa que el patio escolar es un problema del Ministerio de Educación y es un error pensar así. Si los pediatras advierten que hay que luchar contra la obesidad y el sedentarismo infantil, el Ministerio de Salud debería mediar en el diseño de los patios escolares. También debería intervenir la Intendencia porque el patio escolar que es la plaza más grande que tiene la ciudad: allí juegan de 500 a 1.000 chicos por día. Por lo tanto, deberían sentarse los funcionarios de Educación, Salud e Intendencia a diseñar juntos los patios de las escuelas, porque ahí hay un tema de salud, de espacios verdes y de educación.
Víctor Pavía
Es Profesor de Educación Física, Licenciado en Actividad Física y Deportes y Magíster en Teorías y Políticas de la Recreación con orientación en educación. Integra el Grupo de Estudio sobre Juego y Educación de la Universidad del Comahue (Neuquén), y es autor del libro “Formas del juego y modos de jugar” (Ediciones Amsafe). Nació en Córdoba pero se radicó en Neuquén desde 1975. Fue invitado por Amsafe Provincial a dictar el curso sobre juego destinado a docentes de Nivel Inicial, que tuvo su segundo encuentro el 21 de mayo en el CEF Nº 29 de Santa Fe. “Me gustó que un sindicato sea sensible a esta temática, porque en general los gremios están muy metidos en la lucha salarial. Amsafe ha apostado a esta actividad y tuvimos una respuesta muy importante”, aseguró Pavía.