Tribuna política
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De justicia, derecho y política: la reforma judicial entre las palabras y las cosas
Por Gabriel Ganón (*)
Las cosas dan lugar a las palabras como las palabras a las cosas. Las palabras nunca son suficientes para materializar las realidades que simbolizan. Lenguaje y realidad no encajan armónicamente por arte de magia. Sus frecuentes disonancias se reflejan a menudo en discursos y acciones de gobierno. Acaso por eso, las prioridades sociales para el destino de los fondos públicos, no siempre coinciden con las prioridades políticas. Un ejemplo disonante, de 20.000.000 de pesos en hierro y hormigón se yergue, como Elefante Blanco, sobre los restos del viejo HECA en Sarmiento y Virassoro, en la ciudad de Rosario. Trescientos kilómetros más al sur, los restos de otro dinosaurio de hormigón, el de Villa Lugano, cuentan a quien quiera escuchar que su mentor, Alfredo Palacios, lo imaginó en 1938 como sede del Instituto Argentino contra la Tuberculosis. El paradójico paso de la vida y el tiempo convertiría a otro socialista, Hermes Binner, en gestor de un emprendimiento similar. Sin embargo, ambas empresas solo se parecen en el origen ideológico de sus mentores y en sus proporciones colosales, porque la retórica-simbólica de ambos edificios responde a objetivos opuestos.
Quizás por eso resulta extraño que se haya priorizado la demolición de un Hospital para construir un centro de propaganda punitiva, cuando pocos años antes, se prometía potenciar el desarrollo de los olvidados derechos sociales de los santafesinos: vivienda, salud, agua potable, educación. Además, el nuevo gigante inconcluso, ejemplifica por un lado, el hecho de que los histriónicos discursos de cambio del aparato judicial no se traducen en hechos por la sola acción de afirmarlos con insistencia. Y por el otro, una inadecuada elección en la disposición de los recursos que pone por delante lo superfluo por sobre lo necesario, como si la transparencia/reforma de un sistema brotase de las paredes de hormigón.
Nada más que por eso los santafesinos continúan acorralados entre las palabras y el poder de las topadoras y los ladrillos.
Desconcertados, porque a la par que no dejan de advertir la falta de fondos no pueden dejar de escuchar fulgurantes anuncios ministeriales que rotulan al monstruo de hormigón, ahora tan dormido como el avance de la reforma judicial, como emblemático de una transformación sustancial, necesaria y profunda. Una transformación mal planificada y peor implementada que descartó mesiánicamente recursos materiales y humanos, siguiendo los rumbos pensados por los modelos judiciales conservadores programados por FORES en los 90’ para el Gobierno de Carlos Menem. Un proceso de Reforma que ha priorizado, desde el comienzo, la elocuencia de las declamaciones y las obras faraónicas. Con poco menos de la mitad de lo gastado en el hormigón, el nuevo proceso penal podría estar funcionando desde hace tiempo y se podrían haber finalizado muchas obras de infraestructura necesarias e indispensables en todo el territorio provincial. Todo ha sido consecuencia de un proceso imprudente encabezado por habladores de sabiduría impropia que solo sueñan con la posteridad.
Por eso, como únicamente se distraen en la búsqueda del reconocimiento universal, poco les importa lograr algún grado de consenso en la Legislatura para la aprobación de los pliegos de los nuevos funcionarios. Todo parece estar librado al azar de las contingencias. En el mientras tanto, la Legislatura provincial, además de los pliegos, deberá discutir la Reforma Tributaria y la necesidad de endeudamiento de la Provincia por 500 millones de dólares para obra pública. Espero que dentro de esa discusión se llegue a un equilibrio, porque hay obras esenciales y prioritarias. Lamentablemente, el nuevo Centro Penal no era, no es, ni lo será, hasta que otros problemas estructurales de los santafesinos sean atendidos.
Sin embargo, la cotidiana conmoción que experimenta la sociedad, consecuencia del geométrico crecimiento del índice delictivo, lo convirtió en una de ellas. Como parte, claro, de las acciones políticas de sobreactuada potencia simbólica que pretenden apaciguar la angustia popular producida por ‘la inseguridad’. Así, como en su momento la demolición del viejo HECA simbolizó el continuado lanzamiento de la reforma al Sistema de Enjuiciamiento Criminal, el Gobierno provincial, acosado en la emergencia, apeló como única estrategia contra el narcotráfico, a la demolición como arte poniendo en escena a las topadoras municipales barriendo pequeños puestos de venta de drogas. Ambas representaciones reflejan un denodado esfuerzo por unificar el todo social bajo principios simples. Todo acontece bajo parámetros publicitarios.
Así las cosas, se juega con la ilusión popular bajo la lógica del absurdo. Porque lo que importa no es la modificación a corto, mediano o largo plazo de la realidad sino dejar la impronta de una marca. Como si la política criminal fuese equiparable a la venta de una eficaz crema para quitar las arrugas. Sin embargo, preocupa que desde el nombramiento de las autoridades del “nuevo sistema” poco se ha podido hacer para que los niveles de defensa y Acceso a la Justicia mejoren. Tampoco se ha hecho nada para que los santafesinos pobres accedan materialmente a la Justicia. Se anuncia que sin derechos no hay justicia pero Santa Fe es la segunda Provincia con menos defensores por cada 100.000 habitantes. Lamentablemente, a pesar de todo el dinero gastado, lo seguirá siendo aun cuando la Legislatura trate los pliegos de los nuevos funcionarios.
La reforma olvidó que no sólo la defensa penal es insuficiente sino que la defensa de otros derechos es aún tanto o más necesaria para las clases vulnerables. Corrompe la visión ingresar a los tribunales de Rosario el mirar como esas personas pasan horas y días para lograr conseguir una entrevista con uno de los cinco defensores civiles que existen en la ciudad. Como decía la agenda neoconservadora la Justicia no quiso o no pudo ver esta necesidad imperiosa. Todo es superfluo y autista. La culpa parece ser siempre de los otros y el Gobierno sigue distrayendo a la opinión pública con sus continuas habladurías.
Al final del día, todos sabemos que las topadoras no derrumban el negocio del narcotráfico y que los edificios no modifican realidades. Las realidades se cambian desde las acciones materiales concretas. Lo único cierto es que la tan anunciada Reforma se encuentra en un pantano y que nada se hace para salir de él. El todo ha quedado reducido al poder mágico de la ilusión. La anunciada reforma sigue reducida a acciones publicitarias de política criminal que carecen de validación fáctica y que tienen, desde el momento de su lanzamiento, la eficacia de lo magnificente y sobrenatural. Por eso, el discurso demostrativo de los hechos nunca aparece en las palabras y todo se reduce a la esencialidad de las imágenes
(*) Defensor General de la Provincia