Angel Gabilondo Pujol, ex ministro de Educación de España

“Una educación con calidad pero sin

equidad es discriminación y elitismo”

El profesor universitario de Metafísica también sostiene que el afecto es fundamental para el éxito escolar del niño. Y recomienda a la sociedad respetar al maestro y al sistema educativo porque “estar permanentemente hablando mal de ellos, acaba produciendo el efecto de ese discurso”.

“Una educación con calidad pero sin equidad es discriminación y elitismo”

“Al sector docente hay que agradecerle la labor que realiza porque a veces no se lo aprecia, ni se lo reconoce”, dice el ex ministro español. Foto: Mauricio Garín

 

Mariela Goy

[email protected]

Angel Gabilondo Pujol, ex ministro de Educación de España entre 2009 y 2011 durante la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista Obrero Español (Psoe), definió que el mayor desafío de la educación es lograr la equidad con calidad como pilar para conseguir sociedades más democráticas e inclusivas.

Gabilondo Pujol es profesor de Metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid -de la que ha sido rector- y también fue presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas. Estuvo recientemente en Santa Fe para participar del 25º aniversario de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

—Usted señaló que hace falta resolver la ecuación calidad y equidad en la educación ¿Puede ampliar este concepto?

— Me parece muy importante la universalización de la educación; es decir, la extensión de la enseñanza a toda la población con una etapa obligatoria. La equidad entendida como igualdad de oportunidades es una gran conquista social. Lo que ocurre es que cuando eso se universaliza, se extiende y se convierte en una enseñanza inclusiva que incorpora personas con discapacidades, con necesidades específicas a extranjeros o sobrecalificados, eso requiere de muchos recursos, medios y de un trabajo para darle calidad a la enseñanza. Yo defiendo la calidad pero sin poner en duda la equidad, sin poner en peligro la universalización de la igualdad de oportunidades. Porque la calidad sin equidad es discriminación y elitismo. No tengo ningún discurso en contra de la calidad -al contrario, la preconizo y defiendo- pero hay que hacerlo con recursos, eficiencia, transparencia y buenos resultados. Hacer discursos que prioricen sólo la calidad y pongan en cuestión la equidad, a eso no le llamo calidad. Del mismo modo, me parece clave la igualdad de oportunidades en el acceso al conocimiento.

— Suele decir que hay que construir un vínculo afectivo en la escuela ¿A qué se refiere?

— Cuando digo que sin afectos no hay conceptos, detrás de esto hay algunas cosas. Primero, un cierto concepto de razón que se vincula con los sentimientos, las emociones, las pasiones, los afectos. Y, por otro lado, la necesidad de toda una educación basada en el afecto y la confianza en el otro, porque los datos pedagógicos y educativos señalan que esperar algo de alguien es determinante para su éxito y que cuando no se espera nada de nadie, cuando la familia no espera nada del hijo, pues el niño fracasa. Todas las teorías educativas muestran que el afecto es determinante para el éxito educativo: querer al estudiante, al chico, al hijo. Y no esperar nada de los demás, no esperar nada de los profesores, hablar mal de ellos, no tener expectativa en el sistema educativo, acaba produciendo el efecto de ese discurso. Creo que tenemos que esperar algo de los demás, creer en ellos y querer a los estudiantes. Adhiero a esta voluntad de no descuidar los afectos frente a una idea de una racionalidad implacable, sin sentimientos, que se impone sobre todo, arrasando y desconsiderando al otro.

— ¿Este es un mensaje principalmente para el sector docente?

— Primero, al sector docente hay que agradecerle la labor que realiza porque a veces no se lo aprecia, ni se lo reconoce, incluso se lo critica, se lo culpabiliza de todo, se hace ver que lleva una vida muy cómoda. Es importante reconocer la labor de quienes trabajan por la educación y para que nuestros países sean lo que son. Lo que ha hecho la educación por la inclusión, por la equidad, por la igualación social no lo ha hecho nada ni nadie. Luego, desde ahí, por mérito, capacidad y esfuerzo algunos llegarán más lejos e irán a otros lugares, lo cual me parece razonable, pero siempre partiendo desde la igualdad de oportunidades. La labor de los profesores y su reconocimiento social, la formación en el profesorado, son determinantes para la educación y para un país.

Autoridad

— En Argentina, preocupa la pérdida de autoridad del docente ¿Es un problema que se registra también en España?

— Este es un tema muy complicado porque no sólo tiene raíces en la escuela sino en toda la sociedad. Hay una pérdida del concepto de la autoridad en los hogares, en los espacios públicos. Si bien algunos quieren preservar un concepto de autoridad más similar al autoritarismo, yo creo en la autoridad moral, del conocimiento, en la superioridad que da la experiencia vivida, pero esto no debe utilizarse como un paternalismo ni como un afán de entender la enseñanza como dominación. No hay nostalgia de tiempos de autoritarismo, pero sí tenemos un debate que hacer seriamente a nivel social. Es verdad que luchamos con un nuevo modo de relación con la gente más joven, y ahí estamos un poco despistados todos. A veces decimos que los jóvenes carecen de valores y yo me pregunto cuáles son esos nuevos valores. Es un asunto a debatir pero sin ninguna vuelta al autoritarismo, sino más bien pensando que ha cambiado el concepto de autoridad.

— En España tuvieron lugar varias reformas educativas. ¿Cómo afectó esto al sistema de enseñanza?

— Hace falta una estabilidad normativa en la educación. No podemos cada vez que llega un gobierno hacer un montón de leyes sobre la educación, producir un despiste social. Estoy a favor de un pacto por la educación entre los distintos estamentos de la comunidad educativa, entre los agentes sociales, los partidos políticos, la sociedad y la familia. La educación es un tema de Estado y debe sostenerse en un gran consenso y un gran acuerdo. Deberíamos sentar las bases de un acuerdo de manera fundamental y fundada y desde allí cada uno puede dar su tinte singular, pero no empezar cada vez a inaugurar los sistemas educativos. También es un poco pendular la educación porque pasamos de modelos que ignoran todo lo pedagógico y psicológico a modelos psicologistas y pedagogistas que también son inquietantes. Es fundamental buscar la moderación, un acuerdo, un pacto de Estado por la educación que otorgue estabilidad normativa, que piense más en generaciones que en elecciones.


“España lo está pasando mal”

— ¿Cuál es su apreciación sobre la crisis española?

— En Europa, se entendió que quizá se podía levantar un modelo europeo de mercado, de la moneda, de la seguridad. Y hubo un debate sobre si no debía construirse también una Europa social, de la universidad, de la cultura, de la educación. En el medio de ese debate se produjo una cierta tensión, que ahora se reactiva en tiempos de crisis, que puso un poco en cuestión el modelo europeo y del euro, con una intervención muy directa de los poderes financieros que están en una polémica con respecto al euro.

Esto ha incidido en los países de una u otra manera. En España se vive un momento muy importante de cambio de un modelo productivo que era muy sostenido en la construcción, en el turismo, en los servicios, y que llevó a muchos chicos a abandonar sus estudios, pensando que la panacea eran esos espacios. Entonces la crisis es muy aguda, muy profunda, sobre todo, por el paro (desocupación) que alcanza a millones de personas. También por temas como el abandono escolar o de aquellos jóvenes que teniendo buena formación, no encuentran dónde trabajar. Es una situación muy inquietante. Pero yo también confío en que es una situación superable porque hay estructura, país y conocimiento para salir de este momento. Que lo estamos pasando mal, es verdad, pero también es cierto que, saliendo de España, Europa sigue siendo un espacio de privilegio y bienestar. Por otro lado, tenemos que tener cuidado que con ocasión de la crisis no se desmantele el Estado de bienestar.