Publicaciones

“El negocio de los Derechos Humanos”

Quienes se animaron a denunciar los negociados non sanctos realizados en nombre de las Abuelas o las Madres de Plaza de Mayo, inevitablemente fueron marginados y acusados de cómplices de la dictadura. Pero los casos, las denuncias, los escándalos se acumularon hasta desbordar la crónica periodística. Ya son vox populi y ya sus avatares forman parte de El negocio de los Derechos Humanos, del docente y periodista Luis Gasulla, que acaba de publicar Sudamericana.

El libro es presentado como una relación puntual y documentada del flujo desbocado de fondos públicos, tráfico de influencias y tergiversaciones simbólicas e ideológicas. De esta materia “está hecha la alianza entre el poder y los Derechos Humanos en la Argentina K”. En verdad, tal como puntualiza Gasulla, “todo se mezcla y nunca queda del todo claro quién cooptó a quién ni cómo fue que los Kirchner terminaron aliados a los símbolos de la resistencia contra la dictadura militar. El santacruceño utilizó su fortuna para ingresar en la función pública pues, como solía decir su mujer: ‘Sin plata no se puede hacer política’. Ni en la intendencia de Río Gallegos ni más tarde en la gobernación de su provincia, Kirchner no recibió a ningún referente de los organismos ni tampoco se preocupó por crear una Secretaría de Derechos Humanos. Es más, respaldó a las autoritarias fuerzas represivas locales, denunciadas por utilizar la tortura entre los aspirantes a ingresar a sus filas”.

Tras la debacle de 2001, Kirchner se instala en el gobierno nacional y toma la bandera de los derechos humanos. Desde entonces la alta cúpula apareció en los actos públicos, rodeados de Madres y Abuelas “Las Madres aceptaron recibir del gobierno dinero que bien podría haberse destinado a los más humildes. Con las Madres no fue el mensaje del poder político y mediático, contra cualquiera que investigara y denunciara los desaguisados ejecutados en nombre de los derechos humanos”.

Gasulla describe puntualmente tales desaguisados, y por supuesto, uno de los protagonistas principales resulta Sergio Schoklender, que “no hubiese podido transformarse en lo que llegó a ser sin la complicidad de un sistema conformado por los poderes ejecutivo, judicial y legislativo que decidieron mirar para otro lado. Se archivaron denuncias, se silenciaron protestas y se continuaron subsidiando obras sin importar cómo se usaba el dinero”. Schoklender, de todos modos, “no es el único que hizo negocios privados utilizando la bandera de los derechos humanos. Hay muchos más. Algunos sin prensa, escondidos en secretarías o ministerios. Esta historia recorrió el país y fue en el norte argentino donde los negocios, los vínculos con el narcotráfico, los aprietes y las amenazas alcanzaron su máxima expresión. Algunos involucrados inventaron su propio pasado revolucionario mientras dedicaban su tiempo a hacer caja. Otros, desde punteros a asesores de diputados, utilizaron la lucha por los derechos humanos para ascender políticamente negociando las necesidades de los más humildes”.

Continúa Gasulla: “En la Argentina contemporánea, la política se transformó en una cuestión de fe y de obediencia. Los que se animaron a cuestionar el llamado ‘relato’ se quedaron fuera de un supuesto y único proyecto nacional, popular y democrático. No hay lugar para los débiles ni para los tibios. La política de derechos humanos se transformó en un clisé utilizado tanto por gobernadores autoritarios que violan los derechos básicos de los ciudadanos del presente como por colaboracionistas de la última dictadura militar. El gobierno nacional se ocupó de mantener viva la memoria colectiva y se olvidó de la historia”. Gastos enormes, continúa Gasulla, para inaugurar museos “de la memoria”, charlas, publicaciones, muestras, “sin preocuparse demasiado por las injusticias del presente. Por detrás se sumaron oportunistas y arribistas para hacer grandes y pequeños negocios hasta convertir a los derechos humanos en una industria.

“Bajo las banderas y los discursos se escondió un escandaloso negocio para lucrar con los momentos más siniestros de nuestro pasado, utilizando a las luchadoras de antaño. Sólo en la Fundación Madres de Plaza de Mayo llegaron a trabajar más de 6.000 empleados y la expansión de la Fundación sólo tuvo un límite cuando, en mayo de 2011, Schoklender abandonó la institución y se hizo pública su pelea con Bonafini, que acabó en el escándalo político más resonante de la era kirchnerista”

Su libro, confiesa Gasulla, “intenta ser una radiografía del país del vale todo, donde los destinos de los fondos públicos dependen del llamado de un alto funcionario y de que los organismos de control hagan la vista gorda, un país donde la división de poderes se ha vuelto una utopía”.

1.jpg