La explicación de un climatólogo de la UNL

¿Qué está pasando con el tiempo?

¿Qué está pasando con el tiempo?

Atípico. Fenómenos convectivos inesperados son frecuentes esta primavera en la ciudad: nubes negras avanzan de repente, esconden el sol y descargan con furia agua y granizo, en medio de fuertes vientos. Foto: Mauricio Garín

Fuertes tormentas y ráfagas de viento, incremento de las precipitaciones y cambio inusual de temperaturas sorprenden a los santafesinos en esta primavera. Se confirma que el Niño no es el responsable de los caprichosos cambios. ¿Por qué el tiempo está tan loco?

 

De la Redacción de El Litoral

Priscila Fernández

Comunicación científica UNL [email protected]

Huracanes, tormentas convectivas, lluvias intensas, granizadas y ráfagas de viento fuera de lo común; todo se une en la pantalla del televisor, en los comentarios de redes sociales y en una sensación que, en la calle, parece apuntar a una sola consigna: el tiempo está loco.

Esta primavera, y particularmente el domingo pasado, sorprendió a los santafesinos con fuertes tormentas que no sólo se vivieron en esta ciudad, sino también en distintas zonas del país. ¿Casualidad o causalidad?

“El sistema climático es uno solo y hasta cierto punto, todo tiene que ver con todo”, comenzó su explicación Norberto García, climatólogo de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (Fich) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en una nota con la revista de divulgación científica de la UNL, ConCiencia.

Y no sólo el sistema climático es uno, sino que nunca se encuentra en verdadero estado de equilibrio. “Esas modificaciones pueden tener su origen en los océanos, en el balance de radiación en el tope de la atmósfera o en modificaciones en la circulación general de la atmósfera que provocan la ocurrencia de fenómenos fuera de temporada. Lo extraño no es que haya un tornado, sino que ocurra fuera de temporada”, subrayó García.

Inesperados o no, los fenómenos extremos ocurren y la pregunta obligada es ¿por qué? Si bien en estas condiciones suele circular un sinfín de discursos con hipótesis de las más diversas, el factor común de muchas de ellas es el fenómeno de El Niño, nombre con el cual se denomina la fase de calentamiento de las aguas superficiales del Pacífico Ecuatorial. Esta corriente estuvo vinculada con numerosos fenómenos climatológicos tristemente conocidos, por lo que culpar al Niño pareciera ser una fórmula redimitoria. Pero puede que no sea así esta vez.

“Todo el mundo le echa la culpa al Niño, aunque no es suficiente: si los océanos se calientan en otras regiones, también pueden producir problemas”, afirmó García.

Desde los océanos

De acuerdo con los datos actuales, la oscilación de temperatura que se registra corresponde a un “Niño leve”, es decir, a un calentamiento del orden de 1ºC por sobre los valores promedio. Para lograr dimensionarlo, García recordó que las grandes inundaciones sufridas por Santa Fe en los años 1982/1983, 1992 y 1998 ocurrieron en fase Niño, con una diferencia de 5ºC , 6ºC y 7ºC con relación a la temperatura promedio.

“Todos preguntan actualmente qué pasa con El Niño y la verdad es que no pasa nada. Cuando el Niño es muy intenso nos afecta casi directamente y no hay duda, pero éste no es el caso”, desestimó.

“En estos momentos, se está calentando el Pacífico Sur, por este motivo las tormentas que traen agua no vienen de la Amazonia -como ocurre cuando hay Niño- sino que provienen del suroeste. Y por eso hay tantas lluvias en Buenos Aires, La Pampa y el sur de Córdoba”, recalcó García.

En este caso, el problema no es una variación importante de temperatura sino la cantidad de agua que se encuentra afectada. Un enorme volumen de agua más caliente, desde Australia hasta Sudamérica, forma un corredor donde soplan los vientos del Oeste.

Si bien existe un consenso en la comunidad científica sobre las repercusiones que tienen los cambios de temperatura en el agua del Pacífico en el sistema climático, no es posible afirmar qué efecto específico tendrá cada variación en una zona particular de un océano tan vasto como el Pacífico. “No estamos en condiciones de decirlo, en cambio el Niño es más simple porque ocurre en una zona de gran tránsito de buques y permite su estudio”, comparó.

El océano Pacífico no es el único que influencia el clima que gobierna esta región del mundo. El Atlántico, a pesar de ocupar la mitad de superficie que el Pacífico, también afecta lo que ocurre en el continente. “Los cambios son muy rápidos y a lo mejor una temperatura fuera de lo normal -supongamos un aumento de 1ºC ó 2ºC en el Atlántico, en dos meses desaparece, y en el Pacífico no”, dijo García.


Lo que se viene

Para poder hacer predicciones, los investigadores del clima recurren a modelos climáticos. Se trata de sistemas sumamente complejos que se operan en súper computadoras y manejan datos a escala global. Si bien cada uno prevé escenarios distintos, al promediar sus proyecciones es posible obtener una tendencia, y en este caso se pronostica que el Niño vaya cediendo. Según se espera, entre mayo y julio de 2013 la temperatura del Pacífico ecuatorial llegaría a valores promedio. “Eso no quiere decir que cesen las lluvias o los fenómenos. No serán culpa del Niño porque tenemos muy caliente el Pacífico Sur y bastante caliente el Atlántico. Tampoco significa que en el verano 2013/2014 no se genere un Niño, hay que ver cómo reacciona el sistema climático”, anticipó García.

El calentamiento de los océanos genera vapor de agua, que llega al continente y llueve. “En nuestra zona llueve más, y mucho”, acotó García y destacó que hay 40 % más de días de lluvia por año en comparación con lo que llovía antes del año 1980. Eso se ve tomando como referencia a la ciudad de Rafaela, por ejemplo, cercana unos 95 kilómetros de la capital de Santa Fe.

“En este momento lo que está determinando la situación actual es, fundamentalmente, la temperatura de los océanos, el balance de radiación en el tope de la atmósfera y la pequeña perturbación que puede haber en la circulación general de la atmósfera”, afirmó García. Según explicó, las modificaciones en la temperatura provocan cambios en la circulación, de la cual dependen las precipitaciones.

Algunos especialistas vinculan las modificaciones en el clima con cambios en la radiación solar. “La realidad es que eso hoy no lo podemos medir con los instrumentos que contamos. Por eso no se puede afirmar que no afecte, pero tampoco se puede aceptar como un hecho cierto”, analizó.