el progreso del gigante asiático

La educación en China

Carlos Vernazza (*)

La educación en China

Los universitarios chinos llevan varios años yendo a estudiar fuera de sus fronteras. Solamente en los Estados Unidos hay cien mil. Foto: Archivo El Litoral

Sabemos que el crecimiento en China, sobre todo en los últimos treinta años, es un fenómeno pocas veces visto en la historia de la humanidad. Las cifras del gran país asiático, no por reiteradas, dejan de asustar, pero eso sí, para bien.

La nación de Mao es la primera en el mundo en cantidad de habitantes, con unos 1.400 millones, casi cinco veces superior a la de los Estados Unidos, su gran “enemigo” comercial. Del que por otra parte -y paradojalmente- es su socio, porque se venden y compran mutuamente más que ninguna otra dupla del orbe.

Estudiantes chinos en el exterior

Un libro de Daniel Méndez, titulado “Universitario en China”, analiza como pocos lo que está pasando en la enseñanza superior allí. Méndez asegura que para un chino, sobre todo joven, los Estados Unidos es el representante de Occidente y un supuesto espejo en la forma de vivir y pensar. Para justificarlo pone ejemplos concretos: los universitarios orientales ven la NBA, consumen hamburguesas de las grandes cadenas, utilizan computadoras de última generación y pueden comprar, si tienen ganas y dinero, las ediciones del Washington Post o de National Geographic.

El escritor brinda otro ejemplo que habla por sí solo: los chinos son los principales estudiantes extranjeros en territorio estadounidense, siendo unos 100.000. En este sentido desplazaron de ese lugar a los indios. Además, otros 250.000 chinos estudian en países de la Unión Europea.

Más de 210 millones de alumnos

El gobierno asiático es consciente de que necesita rápidamente mejorar el nivel de sus casas de altos estudios. Por eso, el año pasado destinó un 20% de su presupuesto para la educación. El total de alumnos universitarios en China es de 20 millones. Y si se suman las escuelas primaria y secundaria se superan los 210 millones.

Existen también otras cuestiones que les preocupan: solo el 1% de los egresados crea su propia empresa y, además, de los graduados en 2011, más de quinientos mil aun no consiguieron trabajo. Hay otra inquietud: el 70% de los que estudiaron y se recibieron fuera de sus fronteras, todavía no volvieron a su tierra de origen.

En contrapunto con lo expuesto, el aparente aislamiento cultural de China con respecto al mundo es negado por los profesores. Una muestra de esto es que decenas de miles de extranjeros ya se trasladan al país del dragón para cursar sus estudios superiores.

Juventud enfadada

Hay un movimiento del nuevo nacionalismo chino, autodenominado “Juventud enfadada”, que se resiste a esta “entrega” mental en favor de Occidente. Y también con respecto a Japón, su viejo enemigo.

El libro de cabecera de estos rebeldes se llama “China puede decir no”, porque ven que el pensamiento de toda la vida, desde Mao hasta la actualidad, se vuelca a favor de los eternos adversarios, como los Estados Unidos, Corea del Sur, Gran Bretaña y Francia.

En línea con esta teoría, es importante mencionar que desde los ocho años, apenas comienzan la primaria, los alumnos están obligados a estudiar inglés en sus clases. Es más, muchas universidades toman un examen de este idioma que puede ser decisivo para ingresar.

Números que asombran

Este país, que desde hace décadas prohíbe tener más de un hijo, iniciativa que va cambiando gradualmente hasta permitir un segundo, tiene, a pesar de los centenares de millones de aportantes, un grave problema con las jubilaciones. Es que los ancianos mayores de 65 años ya representan más de un 25% de la población. Mientras que los niños solo constituyen un 8 por ciento.

Como en cualquier lugar del mundo, los aportantes crecen mucho menos que los pensionados. Por eso, el gobierno de Xi Jinping, flamante presidente de la República Popular China, observa con preocupación que las cajas de jubilación no podrán en pocos años pagar los salarios actuales.

China tiene un producto bruto interno (PBI) que supera los 10 billones de dólares, tasas de crecimiento promedio del 10% en los últimos veinte años, una mano de obra que alcanza los 800 millones de personas y una desocupación de apenas el 4%. La inflación del año pasado fue del 1,6 por ciento, la deuda pública es del 18% de su PBI, y el nivel de pobreza es del 8 por ciento.

El ingreso per cápita anual promedio es de 4.380 dólares, lo que representa un aumento significativo en la última década. La inversión, si bien ya no es tan alta como hace un lustro, no decae demasiado. Un ejemplo: la Seat, industria automovilística insignia de España, cuya dueña es la Volkswagen alemana, se instalará allí el próximo año.

Pero también existen dudas entre algunas multinacionales que tienen la intención de radicarse en China. Resulta que, aunque parezca mentira, los empresarios empezaron a quejarse del sueldo de los obreros, que no supera los 350 dólares mensuales, porque al estar acostumbrados a la mano de obra barata, estos valores no concuerdan con sus planes. A raíz de esto, los chinos temen que los tigres del sudeste asiático, como Vietnam, Malasia y Camboya, puedan hacerle una fuerte competencia, ya que tienen salarios considerablemente menores.

Para terminar, cito a un tal Napoleón Bonaparte, famoso desde hace siglos, quién pronunció una definición que todavía hoy es vigente: “Cuando China despierte, el mundo temblará”.

(*) Ex subdirector de El Tribuno (Salta)

 

Desde los ocho años, apenas comienzan la primaria, los alumnos están obligados a estudiar inglés. Muchas universidades toman un examen de este idioma que puede ser decisivo para ingresar.

El año pasado destinó un 20% de su presupuesto para la educación. El total de alumnos universitarios en China es de 20 millones. Y si se suman las escuelas primaria y secundaria se superan los 210 millones.