La vuelta al mundo
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Irán, Argentina y las consecuencias de un acuerdo
Rogelio Alaniz
Nadie tiene derecho a sentirse sorprendido. Nadie tiene derecho a enojarse. Irán resolvió a través de un decreto aprobar el memorando que en la Argentina debió ser aprobado por el Congreso, después de un acelerado debate parlamentario impuesto por el gobierno y que generó el rechazo de toda la oposición y de la propia comunidad judía a través de sus voceros más caracterizados.
El presidente Ahmadinejad, a punto de irse y a punto de recibir como castigo por haber violado las leyes electorales la friolera de setenta y cuatro latigazos, firmó la resolución que según los acuerdos establecidos debía ser aprobado por el parlamento iraní. No lo hicieron. Y no lo hicieron porque seguramente en Irán tampoco hay unanimidad para el acuerdo, o tal vez, porque el tema no les preocupa demasiado.
No es la primera vez que la diplomacia de Teherán deja pagando a sus aliados y amigos. No es la primera vez y seguramente no será la última. Para los revolucionarios islámicos, la revolución siempre es más importante que cualquier otro compromiso. En Irán, esta lógica siempre fue la que se impuso y, salvo Timerman, no hay razones para creer que vayan a modificar sus criterios, sobre todo en un tema donde están involucrados cinco dirigentes de primer nivel, cuatro de los cuales se postulan como candidatos presidenciales para los comicios del próximo 14 de junio.
¿Alguien se puso a pensar adónde iría a parar el memorando de Timerman si alguno de esos candidatos ganara la presidencia de la república islámica? O para ser más moderado: ¿sobrevivirá el memorando a la gestión de Ahmadinejad, en estos momentos no sólo amenazado por el látigo, sino también por las autoridades coránicas en razón de haber abrazado en Venezuela a la madre de Chávez, pecado mortal para un seguidor de Mahoma autorizado a disponer de un harén pero imposibilitado de tocar a una mujer que no sea la suya?
Ahmadinejad, después de dos mandatos, el segundo viciado por el fraude, no puede ir a la re-reelección porque la Constitución lo prohíbe, pero además ha perdido el crédito de los líderes religiosos entre otras cosas porque proclamó como candidato al suegro de su hijo, es decir, al señor Rahim Mashaei. Repito: ¿alguien se puso a pensar sobre el futuro del memorando de Timerman?
El 14 de junio se sabrá cómo evoluciona o involuciona Irán. Es de esperar que los comicios sean un poco más limpios y pacíficos que los últimos. Por las modalidades de su sociedad y atendiendo a su historia, en Irán las elecciones suelen ser bastante pluralistas, aunque la soberanía no reside en el pueblo sino en el Consejo de los Guardianes, que decide quién está habilitado para presentarse, y el ayatolá Kamenei, autorizado legalmente a deponer de un plumazo incluso al presidente supuestamente elegido por el pueblo. ¿Y las mujeres? Pueden votar, pero no pueden ser candidatas. Si la señora Cristina viviera en el país de sus flamantes amigos, debería subordinarse a estas disposiciones de rigor. No sólo no podría ser candidata, tampoco le estaría permitido lucir el vestuario que luce, carteras Vuitton incluidas. En Irán, con estos temas no se juega.
Regresemos al memorando. Lo que llama la atención es que Irán dispuso de dos meses para tomar una decisión que al final resolvió en cinco minutos, mientras que en la Argentina se invocó la ausencia de tiempo para aprobar a marchas forzadas un acuerdo que en un país civilizado hubiera exigido un debate mucho más amplio. Estas curiosas paradojas suelen ser típicas de gestiones como las del señor Timerman aunque, claro está, las decisiones que toma no responden a su capricho sino a la voluntad o a las órdenes de su jefa.
Aún no conocemos la respuesta de Timerman a esta suerte de desplante diplomático del gobierno de Irán. El canciller seguramente está preocupado en estos días por la muerte de quien fuera su anterior jefe, el general Jorge Rafael Videla, pero es muy probable que cuando el deceso del ex dictador pase al olvido, haga algunas declaraciones sobre lo que está ocurriendo en Irán.
Por lo pronto, no es secreto de Estado que en el país de los ayatolás, el acuerdo se firmó para no cumplirlo, es decir para eludir la acción de la Justicia. Creo que ni Timerman ni Ella creen que uno de los regímenes políticos más cerrados y beligerantes con su seguridad, una de las teocracias fundamentalistas más eficaces del planeta, vaya a entregar a dirigentes suyos o vaya a admitir que tuvieron alguna responsabilidad en el atentado terrorista contra la Amia.
Alguien dirá que en nombre de la justicia hay que darle a Irán la oportunidad de probar su inocencia, es decir, que para ellos también vale la presunción de inocencia. A ese escrúpulo jurídico contra funcionarios y clérigos que siempre se han burlado de ellos, hay que responder diciendo que para ejercer la defensa que les corresponde están los tribunales internacionales y, en primer lugar, la Justicia argentina. Arreglado estaría un sistema jurídico donde los imputados no pueden ser juzgados por los jueces competentes.
Sobre el dichoso memorando, firmado a principios de año en Etiopía y ratificado por los gobiernos de Irán y la Argentina, hay muy buenos motivos para sospechar que se “inventó” para garantizar la impunidad de los criminales o, si se quiere, de los principales y exclusivos sospechosos. Todo el memorando, desde la primera a la última palabra, está hecho para cumplir con ese objetivo.
Hasta el momento, no se sabe muy bien cuáles son los beneficios de la Argentina con este acuerdo, pero sí se conocen las ventajas que Irán pretende obtener con él. En principio, el régimen de Teherán rechaza a la Justicia argentina y a la Justicia internacional. Es más, el fiscal argentino, Alberto Nisman, el funcionario judicial que los denunció en los foros internacionales, ha sido amenazado de muerte y las autoridades de Irán recomiendan su captura porque los clérigos son tan sensibles que consideran una afrenta nacional el hecho de ser imputados por el atentado terrorista contra una institución considerada por ellos parte del principal enemigo del mundo islámico.
No sé cuán seria es la amenaza contra Nisman, pero ninguna persona prudente la tomaría a la ligera, sobre todo tratándose de un régimen que condenó a muerte al escritor Salman Rusdhie porque al ayatolá Khomeini no le cayeron bien algunas páginas de un libro. ¡Maravillas de la diplomacia kirchnerista! Nisman está amenazado de muerte por cumplir con su deber, mientras que el gobierno argentino, es decir, su gobierno, firma acuerdos con los verdugos. Al respecto, de más está decir que en un país con un mínimo de dignidad diplomática, lo sucedido debería ser causa para declarar la nulidad del acuerdo y romper relaciones diplomáticas.
Nada de ello ocurrirá por supuesto. Por motivos inescrutables para el gran público, la Argentina kirchnerista ha decidido establecer relaciones carnales con Irán. Honestamente, de carnalidad a carnalidad, las prefiero con los Estados Unidos y no con Irán. Y de canciller a canciller, me quedo mil veces con el “conservador” Guido Di Tella que con el revolucionario Héctor Timerman.
De todos modos, lo seguro es que, detalles más, detalles menos, la señora decidió dar un viraje más en su política exterior. En realidad, lo que correspondería decir es que decidió profundizarla o, para usar un término familiar en el orden interno -un término acuñado por el exquisito vocabulario de nuestra señora-, resolvió “ir por todo”. Ya no le alcanza el contubernio con el régimen autoritario, corrupto, fraudulento y oscurantista de Maduro, ahora hay que sumarle la “agachada” con Irán. ¿Y el honor nacional humillado por la intervención de una potencia extranjera en un atentado terrorista? ¿Y los muertos de la Amia? ¿Y el dolor de sus familiares y amigos? Bien, gracias.
Ya no alcanza el contubernio con el régimen autoritario, corrupto, fraudulento y oscurantista de Maduro, ahora hay que sumarle la “agachada” con Irán.