La ciudad número 51 de Santa Fe
La ciudad número 51 de Santa Fe
La historia del rincón de Antón Martín
De tierra asediada por las crecidas y los indios, a pueblo de bohemios, escritores y casas de fin de semana. El boom inmobiliario de la Costa fue clave para que se convierta en ciudad.
Postal costera. La tranquilidad, las calles de arena, el río y los árboles del litoral, forman parte de la identidad profunda de los rinconeros, como lo retrata uno de sus pintores más importantes: Francisco Puccinelli (1905-1986). Foto: Archivo El Litoral
Gastón Neffen
El largo camino de 433 años que recorrió Rincón para convertirse en ciudad es una formidable historia de lucha y convivencia con las crecidas del río, las correrías de los aborígenes y un aislamiento que duró siglos. Y ahora está atravesada por la gestión del riesgo hídrico, el desafío de mejorar los servicios y las tensiones entre los NYC (nacidos y criados en Rincón) y los VYQ (venidos y quedados en Rincón), las nuevas familias que llegaron a la Costa, de la mano del boom inmobiliario de los últimos 15 años, y que sobre todo se radican en Villa California.
Hasta la llegada de los españoles, los chana timbúes, los quiloazas, los colastinés y los mocoretás cazaban y pescaban en esta zona. Pero la primera persona que tuvo una escritura en Rincón fue el criollo Antón Martín, probablemente el armero de la expedición de Juan de Garay que fundó Santa Fe “la Vieja” en Cayastá (en 1573). “Con vuestros hechos habías ayudado mucho en esta conquista y población aderezando las armas a los soldados, sin de ello hayáis recibido ninguna paga más, de con celo servir a Su Majestad”, dice el título de tierras que recibe Martín en 1580.
En estos primeros siglos, Rincón hace punta con la ganadería en zona de islas. “La hacienda se arrinconaba en el rincón que se forma entre los ríos Ubajay y Colastiné, de allí una de las acepciones del nombre, también se lo conocía como el rincón de Antón Martín”, recuerda Graciela “Chela” Zarza, en diálogo con El Litoral, quien hace décadas que investiga la historia de Rincón.
En el traslado de Santa Fe (1650-1661) desde Cayastá, el pago de Rincón fue una de las postas para hacer el viaje, pero algunas familias, en vez de seguir de largo, se quedaron. Las tensiones con los indios fueron permanentes, incluso aquí se construyó un pequeño fuerte que formaba parte de la defensa de Santa Fe. Las crecidas también. Por eso, a mediados del siglo XVIII algunas familias se radicaron en la Bajada del Paraná, en el emplazamiento actual de la capital entrerriana.
Pero muchos se quedaron y resistieron en el rincón del Ubajay y el Colastiné. “Qué es lo que movía a los rinconeros a insistir en su afincamiento y no buscar otros horizontes más seguros”, se pregunta Oscar Garramuño Candioti, uno de los autores del libro “El pago de Antón Martín” (publicado en noviembre de 1993).
Es una pregunta que en realidad atraviesa toda la historia de esta localidad, que forma parte de la identidad profunda de los rinconeros -también muy ligada a la pesca, las islas y el río- y que se actualiza por el fuerte crecimiento demográfico de los últimos años, en una zona que debe planificar con responsabilidad la gestión del riesgo hídrico. “A cada generación la marca una inundación importante, a mi padre la de 1929, la mía es la de 1966, la de mis primeros hijos es la 1982/3 y la de mis hijos más jóvenes la de 1992/3”, precisa Zarza, que sabe, como todos los rinconeros, lo que es volver a empezar una vez que el río baja.
La mística rinconera
Fray Francisco de Paula Castañeda es otro hombre clave en la historia de Rincón. Llegó en 1823, “desterrado” de Buenos Aires por el presidente liberal Bernardino Rivadavia. Como protegido del Brigadier Estanislao López, el sacerdote fundó la primera escuela de “artes y oficios” de la República Argentina -con un perfil parecido al de una escuela técnica actual-, construyó la capilla, definió la cuadrícula del pueblo y puso en marcha una imprenta. “Generó un movimiento educativo y cultural muy importante. Venían alumnos de Buenos Aires, Paraná, Corrientes y Santa Fe”, cuenta Zarza.
Un siglo y medio más tarde, este perfil cultural se profundizó. Rincón se convirtió en uno de los refugios preferidos de escritores, pintores y músicos santafesinos. “Es que tiene cierta mística: la tranquilidad de las calles de arena, los enormes árboles y la cercanía del río, lo han hecho muy especial para los artistas”, dice Nanzi Sobrero de Vallejo, artista plástica y autora del libro “San José de Rincón, donde las calles hacen historia”.
En una entrevista con El Litoral, Sobrero de Vallejo recordó que el músico Carlos Guastavino compuso algunas de sus obras en Rincón. Y que aquí trabajaron pintores como Ludovico Paganini y Francisco Puccinelli, y escritores como Domingo Silva, Luis León de Los Santos y Beatriz Vallejo, entre muchos otros.
Las quintas
“Rincón fue fluvial hasta finales del siglo XIX. Acá todos tenían algún tipo de embarcación”, asegura Zarza. El aislamiento se comenzó a quebrar con el ferrocarrill que llevaba los granos que se trillaban en las colonias al puerto de Colastiné y también la madera de la Forestal (entre 1886 y 1900, aproximadamente).
El movimiento portuario también fue un eje de desarrollo para Rincón, porque atrajo muchos inmigrantes. Pero este proceso se interrumpió con la construcción del puerto de Santa Fe (que se inauguró en 1911), aunque el ramal del tren siguió funcionando, hasta que una crecida destruyó el puente de madera sobre la Setúbal.
La inauguración del Puente Colgante en 1928, y posteriormente la realización de lo que hoy es la ruta 1 Teófilo Madrejón, quebró el aislamiento y generó una tendencia que es central para comprender el Rincón moderno: las casas de fin de semana.
“A mediados del siglo XX, muchas familias de Santa Fe ya tenían sus casas en Rincón, algunas de alto valor patrimonial, y en algunos casos venían a vivir al pueblo durante las fiestas de fin de año y recién se volvían en marzo, cuando los chicos comenzaban las clases”, cuenta Zarza.
A partir de la construcción del anillo de defensa, a principios de los noventa, toda la zona de la Costa fue el eje de un fuerte desarrollo inmobiliario. Llegaron los VIQ, familias de jóvenes profesionales que sobre todo eligieron las hermosas arboledas de Villa California, pero también muchas familias humildes que se acomodaron en el sur de Rincón, en lo que hoy son los barrios Acería y Los Espinillos.
Esta tendencia demográfica, que es la que termina convirtiendo a Rincón en ciudad, supone el enorme desafío de organizar este crecimiento, con planificación estratégica, mejorar los servicios y proyectar el futuro de una ciudad que está arrinconada entre dos ríos y rodeada por una de las cuencas hídricas más importantes del mundo.
Graciela “Chela” Zarza.
Foto: Archivo El Litoral
Nanzi Sobrero de Vallejo.
Foto: Guillermo Di Salvatore
Calles que reflejan la identidad
En diciembre, Nanzi Sobrero de Vallejo presentó el libro “San José de Rincón: donde las calles hacen historia”, un trabajo que recuerda el motivo del nombre de cada calle de la localidad costera. A pedido de El Litoral, la reconocida artista seleccionó dos calles para recordar su historia.
Combate de Rincón. El nombre rinde homenaje “a la bravura y templanza de los hombres rinconeros”. Sobrero de Vallejo recuerda que el 8 de mayo de 1812, la tripulación de tres buques corsarios, enrolados en el ejército realista, desembarcaron cerca de Rincón, “con el ánimo de saquear y abastecerse de carne”. Los rinconeros y los Blandengues de Videla destrozaron la partida española, y fusilaron al capitán y algunos soldados.
Francisco Puccinelli. En Rincón se radicaron decenas de artistas, músicos y escritores. De allí le viene la fama de pueblo bohemio. Puccinelli fue uno de ellos: “Pintó el Santa Fe colonial y San José de Rincón con visión personal y radiante”, asegura Sobrero de Vallejo. La investigadora Graciela “Chela” Zarza lo recuerda pintando acuarelas en su atril, con el delantal puesto, en las tranquilas tardes del pueblo.