Santos Guerra reflexiona sobre el sentido de la función directiva

“El director debe ser una fuerza que haga crecer a su escuela”

El pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra asegura que el director debe ser un agente de impulso y coordinación de toda la comunidad educativa. Plantea los desafíos y cuestionamientos que surgen del ejercicio del cargo.

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Con metáforas sencillas, el español Santos Guerra convoca a gran cantidad de docentes en sus conferencias.

Fotos: Luis Cetraro

 

Mariela Goy

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Un experimento casero: colocar en una bolsa una manzana con otras frutas verdes. Pasados unos días, todas madurarán por influencia de las feromonas de esa manzana. La metáfora sirve al pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra para explicar la función del director escolar. Las feromonas son sustancias químicas secretadas por los seres vivos con el fin de provocar comportamientos específicos en otros. De similar manera, “el director ha de ser una fuerza que consigue mejorar y hacer madurar a las personas que están a su alrededor. Ha de ser una influencia persistente, beneficiosa, positiva y humilde para su escuela”, señala el doctor en Ciencias de la Educación.

Santos Guerra es catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga -donde reside- y autor de varios libros relacionados con la enseñanza, entre ellos, el último que se titula “Las feromonas de las manzanas”. De visita por Santa Fe, en el marco de una jornada destinada a los directores santafesinos organizada por el Sindicato Argentino de Docentes Particulares (Sadop Santa Fe), el educador dedicó unos minutos a dialogar con El Litoral sobre el sentido de la función directiva y los desafíos inherentes al cargo.

— ¿Por qué el título de su conferencia plantea la dicotomía entre escuela o empresa, director o gerente?

— Porque hay unas corrientes neoliberales muy poderosas que están empeñadas en convertir a la escuela en una mera empresa y, al director, en un mero gerente. De hecho, por ejemplo, en una comunidad autónoma de mi país (España), la formación de directores escolares está a cargo de una empresa. ¿Y qué sabe una empresa de lo que es la educación? Hay un libro de Cristian Laval de título lapidario: “La escuela no es una empresa”. ¿Por qué? Porque los niños no son salchichas o zapatos y la autoridad tampoco es de la misma naturaleza; entonces esa equiparación distorsiona y pervierte el sentido verdadero de la escuela. Después, en las prácticas institucionales puede haber una cierta tendencia a recoger en las teorías de la organización escolar, las teorías propias de las organizaciones empresariales. Esto ocurre desde hace muchos años. Pero esas teorías gerenciales son para “amos”, es decir, están basadas en el rendimiento, en una concepción donde prima la rentabilidad y la explotación del ser humano. Por eso, una empresa es lo más alejado que hay de lo que es una organización escolar; y a esto hay que decirlo con todas las letras.

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Invitado por el Sadop, el pedagogo disertó sobre “El sentido de la dirección educativa. Escuela o empresa, director o gerente”.

Como un director de orquesta

— ¿Se cumple aquello de que un buen director es igual a mejores docentes y a una mejor escuela?

— Por supuesto. La palabra autoridad proviene del verbo latino “auctor augere”, que significa “hacer crecer”. De modo que el director es una persona que ayuda a crecer y saca lo mejor de las personas que están a su alrededor. En cambio, la persona que castiga, controla, machaca, humilla, silencia y ordena, tendrá “poder” pero no “autoridad”. Un director no es un capataz. ¿Entonces, cuál es el sentido de la función?. La comparación la hago con un director de orquesta que coordina y sabe de música, pero debe estar al servicio de los otros músicos, y no al revés: todos los demás al servicio de él. Se guía por una partitura y sabe que todos los músicos son necesarios e importantes.

También hay que preguntarse, ¿de quién se sienten los directores? ¿Se sienten del poder ante los profesores o se sienten de los profesores ante el poder? ¿A quién se enfrentan más fácilmente: a los de arriba o a los de abajo? ¿A quiénes quieren tener más contentos: a los de arriba o a los de abajo? Yo fui director 4 años y voy a decir que cuando eres incómodo al poder, éste acaba por cortarte la cabeza. Pero si no eres de la comunidad, ésta te odia.

—Es un equilibrio difícil de mantener...

—Claro, es un equilibrio, pero tanto emocional como funcionalmente, uno está más en un circo que en el otro. Durante una conferencia de directores en España, uno de los asistentes levantó la mano y dijo que era alumno del colegio sobre el que yo estaba hablando, y destacó que fruto de aquella buena experiencia de adolescente, él se hizo luego director de una escuela. Hay que indagar sobre los motivos que llevan a que algunas personas asuman el cargo de director. Si una persona quiere impulsar un proyecto, formar a los docentes, ofrecer a la comunidad una propuesta educativa interesante, hay un motivo rico y es fácil que haga un buen ejercicio de la función. En cambio, si plantea “no soporto la enseñanza, quiero dejar de dar clases y por eso me hago director”, es un motivo pobre y la función será pobre.

Claro que alguien que empezó con motivos pobres, puede transformarlos, y alguien que empezó con buenos motivos, puede empeorarlos. Aquí también hay que plantear cómo se forman estos directores, cómo se hacen profesionales. Entonces, surge una cuestión que me preocupa mucho de los directores y de los profesores en general: a medida que van avanzando en la experiencia ¿cómo se van haciendo: más solidarios, humildes y optimistas? ¿O se van haciendo más malos, vagos, autoritarios, crueles? Porque la experiencia es bastante similar para todos, pero a unos los destruye y a otros, los salva.

Construir autoridad

con el ejemplo

— ¿Un buen director sería, en resumen, aquel que propone a los docentes trabajar juntos, en equipo?

—Claro. Siempre digo que si hay uno que piensa por todos, los demás dejan de pensar; que si uno decide por todos, los demás dejan de decidir; y que si uno se responsabiliza de todo, los demás dejan de responsabilizarse. Por eso me parece muy importante tener la visión de la tarea de director como alguien que coordine, genere y comparta proyectos, que forme a los docentes. Siempre hago un ejercicio al terminar la conferencia: pongo una soga y a 5 ó 6 personas tirando de ella; la última va a simular ser el viento que le va a dar órdenes a los demás sobre para dónde tienen que ir: sigan para acá, giren a la izquierda, etc. En la segunda parte, agarro la cuerda, me pongo primero y todos irán detrás de mí, me van a seguir, y cuando les diga “acompáñenme”, lo van a hacer. ¿Qué quiere decir? Que el director tiene que ser el ejemplo vivo de su comunidad. No hay fuerza más bella y más eficaz de autoridad que el ejemplo.


Hay tareas pedagógicamente ricas y otras pedagógicamente pobres, tanto en los motivos como en las funciones. Probablemente, si el director dedica gran parte de su tiempo a la burocracia, está empobreciendo su tarea.

Miguel Angel Santos Guerra

Pedagogo español