Otra manera de definir el terror
El actor Mads Mikkelsen, en una escena de “La cacería”, de Thomas Vinterberg. Foto: Agencia EFE
Laura Osti
“La cacería” es una de esas películas que incomodan de principio a fin. El lenguaje elegido, los rostros de los actores, el movimiento de la cámara, el clima, el tempo... están sugiriendo todo el tiempo que algo anda mal por algún lado.
La historia acontece en un pueblito nórdico, frío, montañoso, rodeado de bosques poblados de venados. Un pueblito de hombres y mujeres criados y educados en las viejas tradiciones, con ritos de iniciación incluidos, pero también bajo los lineamientos de la educación más progresista, liberal y humanista.
En ese ámbito, Lucas, un hombre de mediana edad, transita un momento difícil de su vida. Ha regresado a su lugar natal luego de un matrimonio frustrado. En pleno trámite de divorcio, y no en buenos términos, abandonó su hogar, su hijo y su trabajo, y ahora, lucha por recuperar el diálogo con su ex esposa, reclama poder ver más a su hijo y trata de rehacer su vida.
En la encantadora aldea montañosa se ha reencontrado con sus amigos de toda la vida, con quienes comparte aventuras y borracheras en los tiempos libres. Durante la semana, trabaja como maestro en el jardín de infantes del pueblo.
A esa escuela asiste Klara, la hija de su mejor amigo, Theo. La pequeña siente un especial apego por el maestro y le gusta jugar con la perra de él. Está claro que se conocen no solamente de la escuela. Lucas es amigo de la familia y allí es costumbre visitarse y compartir muchos momentos.
El caso es que Klara evidencia cierto abandono y falta de contención de parte de sus propios padres, y busca en Lucas la atención que no tiene en su casa.
En algún momento, el maestro debe ponerla en su lugar, en la escuela, y la niña reacciona con despecho y lo acusa ante la directora de conducta abusiva. No en esos términos, pero en su lenguaje infantil, lo da a entender. Ya está, deja instalada la sospecha en la directora que se siente obligada a denunciar el hecho e iniciar una investigación.
A partir de ese momento, el protagonista empezará a vivir una verdadera pesadilla. Justo cuando estaba intentando recomponer su vida, había iniciado una nueva relación amorosa y estaba a punto de recuperar a su hijo, estalla el escándalo. No solamente pierde su trabajo, las autoridades de la escuela dan intervención a la policía y en el pueblo lo rechazan y segregan en todos lados, hasta el punto de ser atacado violentamente en varias oportunidades.
Bola de nieve
Como una bola de nieve, lo que empezó siendo “una tontería”, como la misma Klara trata de explicar a sus padres luego, va creciendo al punto de que todos, incluso los otros alumnos del jardín, empiezan a sostener la versión de que Lucas es un abusador de niños.
Solo contra todos, hasta que en algún momento, los demás parecen decidir perdonarlo y todo parece volver a la normalidad... sin embargo, no será tan fácil.
Thomas Vinterberg, coguionista y director de este film, es conocido por haber sido uno de los fundadores del movimiento Dogma 95. En “La cacería” se advierte cierta influencia de aquel movimiento, sobre todo en el manejo de cámaras y en una marcada preferencia por los primeros planos, de modo que los rostros y los gestos dicen mucho más que las palabras. El relato se ubica en los comienzos del invierno y en plenas fiestas navideñas, clima que se ve completamente perturbado por el escándalo. Como se sabe, los nórdicos tienen una estrecha relación con el paisaje, basado en cierto animismo ancestral. Vinterberg maneja de un modo muy convincente todos esos aspectos de una cultura para construir un relato que coquetea permanentemente con el género del terror. Un terror refinado, que en ningún momento cae en lo grotesco. Un terror afianzado en lo más profundo y misterioso de la psiquis humana, difícil de domesticar aún para los pueblos más evolucionados.
Excelentes los trabajos actorales, en especial el del actor Mads Mikkelsen en el papel de Lucas y el de la niña Annika Wedderkopp como Klara.