“Wolverine: Inmortal”
Razones para vivir
“Wolverine: Inmortal”
Razones para vivir
Logan (Hugh Jackman) y su nuevo interés romántico, Mariko Yashida (Tao Okamoto) recorrerán Tokio huyendo de la Yakuza. Foto: EFE
Ignacio Andrés Amarillo
En 1974, el guionista Len Wein recibió un particular encargo: resucitar junto al dibujante Dave Cockrum la única idea de Stan Lee y Jack Kirby que no se había vuelto popular: “The Uncanny X-Men”. Entre los personajes que sumó en la nueva formación, estaba uno que él mismo había creado para una historia de Hulk: un canadiense petiso, velludo, furibundo, bravucón y con garras del ficticio metal adamantium. Se hacía llamar Wolverine (glotón o carcayú, un predador de Alaska) y usaba una máscara con orejitas estilizadas.
Raro personaje, pero atractivo. Cuando poco después llegaron Chris Claremont (guionista) y John Byrne (dibujante, ocasional coguionista) los mutantes alcanzaron su nivel más alto, y Wolverine no fue la excepción. Claremont le dio espesor al personaje, entendiendo las tensiones entre la bestia interior y el héroe por vocación, siempre en perpetua redención y con un amor no correspondido por Jean Eleanor Grey.
Cuando surgió la posibilidad de hacer una primera miniserie sobre el personaje en solitario, con dibujos de Frank Miller (el cinéfilo lo recordará como el creador de “Sin City” y “300”), eligió Japón como escenario y la idea del “samurai fracasado”: aquel que no puede acceder al pleno control y a la conquista del honor.
Y de ahí se agarraron Mark Bomback y Scott Frank para desarrollar un guión que tenía la obligación de levantar el rasero después de “X-Men Orígenes: Wolverine”, el filme que Gavin Hood dirigió en 2009 (y que decepcionó un poco a los fans). Y lo logran, recuperando el espíritu de aquella saga, y nombres familiares.
Visitante
Logan está más ermitaño que nunca: se siente culpable de la muerte de su amada Jean (importante haber visto “X-Men: La batalla final”), que se le aparece en sueños pidiéndole que “la acompañe” (“Tu muerte nos separa; mi muerte no nos unirá”, respondería Simone de Beauvoir ). En el frío Yukón lo encuentra Yukio, una muchachita salida de un animé de Gainax o Clamp, con su pelo fucsia y sus medias a rayas. Su misión es llevarlo a Japón para despedirse de Yashida, un rico empresario al que Logan salvó de la bomba atómica de Nagasaki, que está muriendo.
Logan va y se mete en esa cultura, como Bill Murray en “Perdidos en Tokio”. Pronto descubrirá varios intereses cruzados: las intenciones del anciano, de su misteriosa doctora, de su hijo Shingen, del ministro de Justicia Noburo Mori. Todas ponen en peligro la vida de Mariko, la heredera del clan, que logra conmover el duro corazón del mutante y hacerlo aflojar con la roja Grey. Por ella luchará varias batallas épicas, con un condimento: lo han “engualichado” y sus poderes curativos empiezan a debilitarse.
El guión combina intriga y acción (y un poco de romance), en una sucesión de búsquedas y persecuciones, en un entorno que desde aquella saga de Claremont y Miller se ha vuelto más familiar desde entonces, dada la presencia de la industria cultural japonesa en los últimos años. De todos modos, los fanáticos encontrarán alguna que otra inconsistencia (no está mal prestar atención a algunas premisas, de todos modos).
Climas
James Mangold recibió el encargo de dirigir el filme tras la baja de Hood, y cumplió con las expectativas: su experiencia que va del policial a la comedia romántica seguramente le sirvió para dosificar las intensidades necesarias.
Un filme de tales características necesita de la creación de diferentes climas y ambientaciones. Meritorio trabajo entonces para Ross Emery (fotografía) y Marco Beltrami (música original, que se combina con canciones niponas) y para Yôko Narahashi, responsable de un casting que necesitó de muchos actores asiáticos, por obvias razones (fue la encargada del área en Babel, ya que estamos). El diseño de producción de François Audouy acompaña la idea, creando una amigable Tokio diurna y una pacífica Nagasaki, que contrasta con la opresiva mansión Yashida y la oscuridad de la aldea de los ninjas (buena parte se rodó en Australia, cosa curiosa).
Tinta y sangre
En cuanto al elenco, huelga decir que Hugh Jackman es la clave. Realmente ama a este personaje, con el que se hizo conocido: Dougray Scott tuvo que rechazarlo y recayó en manos del fachero australiano, que supo encontrarle la veta y hacer de este personaje de cómic algo tan profundo como su Jean Valjean en “Los miserables”.
El resto del reparto combina figuras nuevas con otras más vistas: las juveniles Tao Okamoto y Rila Fukushima convencen como Mariko y Yukio, respectivamente. Pero el trío femenino no estaría completo sin las breves pero sugestivas apariciones de Famke Janssen como la extinta Jean.
Los veteranos Haruhiko Yamanouchi y Hiroyuki Sanada tienen algún momento de lucimiento como los Yashida, padre e hijo. A la rusa Svetlana Khodchenkova le alcanza con unas miraditas y movimientos para encarnar a la villana Viper; suma también Brian Tee como el ministro Mori, y Will Yun Lee usa sus habilidades para el ninja Harada.
Así se concreta un nuevo acierto para la franquicia de los mutantes de la Marvel. Ahora, a esperar a que sea Logan el que protagonice “X-Men: Días del futuro pasado”. Pero esa será otra historia.
muy buena
“Wolverine: Inmortal”