editorial

Crisis de la escuela pública

La situación resulta paradójica. Dos de los países cuyos gobiernos enarbolan las supuestas bondades del fortalecimiento de las capacidades del Estado durante los últimos diez años, se han convertido en escenarios de una fuga constante y creciente de alumnos de escuelas públicas hacia colegios privados. La situación se plantea tanto en Venezuela, como en la Argentina.

En tierras bolivarianas, un estudio realizado por la Universidad Católica Andrés Bello -sobre la base de datos oficiales- indica que en la última década la cantidad de chicos que estudian en escuelas públicas cayó de 2,9 millones a 2,8 millones. Sin embargo, el número de alumnos en escuelas privadas pasó de 486 mil a 613 mil en el mismo período.

Mientras tanto, en la Argentina un trabajo llevado adelante por investigadores de la Universidad Torcuato Di Tella reveló que el 60% de los alumnos que se sumaron a colegios privados entre 1994 y 2010, lo hizo a partir de 2003. La fuga de estudiantes desde la escuela pública al ámbito privado era del 7% entre 1994 y 1999, pero pasó al 20,7% entre 2003 y 2010.

El fenómeno podría ser atribuido a la mejora en las economías familiares de amplios sectores que lograron recuperarse luego de la crisis de 2001-2002. A partir de entonces, estuvieron en condiciones de pagar por la educación de sus hijos, aunque en muchos casos asistan a escuelas privadas parroquiales, con cuotas accesibles.

Pero esta transferencia de alumnos del sector público hacia el privado no sólo debería ser analizada desde una visión económica. Lo que el traspaso está reflejando es la desconfianza y la disconformidad de gran parte de la ciudadanía con los servicios que brindan las escuelas que dependen del Estado.

Algo está fallando, a pesar del incremento en los presupuestos educativos producidos durante los últimos años. La percepción indica que el nivel de la educación pública está por debajo de la educación privada, aun en los casos de escuelas particulares más humildes y con cuotas accesibles. En 2003, el 22,5% de los niños que comenzaban primer grado lo hacían en colegios privados; hoy, esa cifra trepó al 38%.

Los padres buscan en estos establecimientos el orden, la atención y la previsibilidad que no suelen encontrar en escuelas públicas, donde el número de alumnos por maestro suele ser mayor y las medidas de fuerza son moneda corriente.

Pero la transferencia de alumnos desde la escuela pública al sector privado no representa el único dato preocupante. Lo más llamativo es el proceso de deserción educativa en adolescentes de entre 15 y 17 años. Según la Encuesta Anual de Hogares Urbanos del Indec correspondiente a 2012, el 8% de los varones de 15 años dejó de estudiar, lo mismo ocurrió con el 15% de los que tienen 16 años y con el 26% de quienes cumplieron 17 años.

Aproximadamente, la mitad de los adolescentes que abandonan la escuela pasa a conformar la franja de aquellos que no estudian, ni trabajan. Esto significa que están prácticamente condenados a permanecer por fuera del mercado laboral formal durante el resto de sus vidas, lo que pone en jaque cualquier alternativa de desarrollo e inclusión en el sistema.

La problemática genera un alerta sobre el futuro del país. Con estos índices, pensar en una Argentina igualitaria e inclusiva representa una verdadera utopía.

  • Durante los últimos años, creció ostensiblemente el porcentaje de niños que asisten a colegios privados en el país.

Con estos índices, pensar en una Argentina igualitaria e inclusiva representa una verdadera utopía.