“María y el Araña”
“María y el Araña”
El silencio de los ángeles
Crecer de golpe. La historia de un amor adolescente en un film doloroso e intenso, que combina una fuerte denuncia social con una estética visualmente atractiva. Télam.
Rosa Gronda
Al borde de los 13, María, la protagonista, habita una villa urbana muy cerca de la exclusiva zona residencial de Puerto Madero en Buenos Aires. Su madre la ha abandonado desde muy pequeña pero vive con su abuela y la pareja de ésta, destacándose como buena alumna en la escuela. En las horas libres, trata de sumar algún peso al magro salario familiar y subsiste vendiendo guías en los subtes. En ese ámbito, un día conoce a un chico de 17, que recibe algunas monedas por malabares y acrobacias vestido como el Hombre Araña.
A partir de la transparente historia de amor que surge entre estos dos adolescentes angelados, la película profundizará también el marco de callados abusos en medio de la ceguera social del entorno más próximo, aunque evitando en todo momento lo explícito, siempre desde la sutileza, sin regodearse en la miseria: poesía y luminosidad en medio de la sordidez.
Como en su ópera prima “El Cielito” 2004, la directora María Victoria Menis vuelve a explorar el tema de los más vulnerables y desamparados, que a pesar de las múltiples limitaciones sociales buscan abrirse camino a su manera. Esta vez se sumerge con delicada crudeza en el mundo de los adolescentes al borde de la marginalidad, distantes años luz de los frívolos jóvenes consumistas que circulan por la última película de Sofía Coppola.
Cine del bien y del mal
A pesar de ser un film fuerte, en donde se tematiza el abuso, el trabajo juvenil y la pobreza, “María y el Araña” no se apoya en las manipulaciones emocionales ni en las sobreexplicaciones. No hay diálogos de más sino elipsis, hechos y situaciones que están por sobre lo textual. Esa austeridad verbal es funcional a la historia, aunque para que este mecanismo resulte gravitan también las buenas interpretaciones y la dirección de actores: en su debut cinematográfico, Florencia Salas, que nunca antes había actuado, hace un trabajo espectacular, y el resto del elenco también entrega actuaciones formidables, particularmente Mirella Pascual (recordada por “Whisky”) y Luciano Suardi, un actor de sólida formación teatral.
La dinámica de pocas palabras pero generosa en miradas y gestos, se apoya en una banda sonora trabajada en todos sus niveles. Se prefiere el sonido diegético: desde la respiración hasta el goteo de una canilla adquieren protagonismo. También la música ingresa en la trama, con sus pegadizos acordes para bailar y sus letras para interrogar, aportando a una suerte de resistencia poética que afirma la alegría aun en medio del dolor, lo que se corresponde con una fotografía que captura el brillo de los lugares oscuros, disminuyendo la sordidez de los espacios.
Otro elemento que la directora trabaja es la utilización de diferentes lugares a partir del contraste entre sí: los rascacielos y el bajo villero, el museo Ernesto de la Cárcova, con sus frías esculturas clásicas y la murga festiva en la playa marginal. También se resalta la combinación de vulnerabilidad y fuerza en los protagonistas; el amor y lo bestial; el lazo solidario y el aislamiento; la creatividad y la explotación; los primeros besos y la inocencia del amor adolescente, en oposición al horror que surge en el otro extremo del relato.
Tan perturbadora como llena de encanto, “María y el Araña” resulta una película tan atrayente como necesaria.
muy buena
“María y el Araña”