De archivos perdidos y descubiertos
De archivos perdidos y descubiertos
Los archivos “perdidos” tienen un encanto particular, el del secreto, el misterio, lo desconocido que nos permite imaginar sobre ellos y su contenido.
Tarde. Las réplicas de los tres sellos utilizados por los inquisidores de comienzos del siglo XIV aparecen sobre el documento en el que el Papa Clemente V absuelve a los monjes templarios de los cargos de herejía, luego de que se los hubiera muerto o dispersado. Foto: Alessia Giuliani/AFP
Ana María Cecchini de Dallo
Los documentos perdidos de los templarios, la condena injusta de la orden, son ejemplos de cuántos siglos perduran las causas no esclarecidas en el imaginario de la cultura, en este caso occidental.
Pasaron 700 años hasta que “reapareció”, investigado y revelado en 2007, el Pergamino de Chinón por el cual, Clemente V, el mismo Papa que condenó a la orden haciéndola desaparecer del mundo -con el costo agregado de la vida de muchos monjes-, los exculpa de las malévolas e intencionadas acusaciones que los implicaron y sentenciaron. Era una hábil respuesta del Archivo Secreto Vaticano que ponía así en un mercado ávido de información, bien abonado por las novelas de Dan Brown, una edición limitada a 5.900 euros el ejemplar, que se agotó antes de estar en la calle.
¿Hay archivos estatales que se esconden en los mismos sitios en los cuales fueron producidos?
La experiencia vivida me trae al presente variados recuerdos. Hay archivos que se venden, archivos que se tiran a la basura, archivos que se dejan degradar hacia su lenta destrucción. Son variaciones en el detalle, pero lo que no suele ocurrir es que los archivos sean destruidos por sus propios productores. Sí hay ejemplos, lamentables, de la eliminación de archivos de los oponentes en la creencia de que así se borran ideologías o acciones dañinas.
Sin embargo, los archivos que produce un organismo del Estado, sometido a una determinada norma y como resultado de acciones gubernamentales, puede que permanezcan “ignorados” o públicamente “desconocidos”, pero es inimaginable que fueran destruidos o que “nadie” supiera de su existencia. Con más razón si se trata de archivos requeridos, de interés, buscados especialmente para ser utilizados en trámites importantes de cualquier orden.
¿Cuál es la razón que me habilita a dar por cierta esta idea, que he manifestado en diversas oportunidades, escritas o verbales? Las acciones llevadas a cabo por un gobierno, aun aquellas que despiertan repudio o condena en sectores de la sociedad donde ocurrieron y en el concierto universal, son generadas por la convicción de un determinado objetivo que los responsables sostendrán como correcto, aun a pesar del riego de quedar sujetos a la condena de la Justicia. Ellos son el medio que les asegura llegar a inscribir sus nombres en la historia, destino al que siempre anhelan.
Entre los demandados archivos del nazismo, traigo sólo un ejemplo: el que fuera administrado por la Cruz Roja, creado en 1943, redactados por la burocracia nazi, en el cual se menciona a 18 millones de víctimas. Se trata de 50 millones de documentos que se guardan en la pequeña localidad de Bad Arolsen, en el oeste de Alemania, los cuales en la actualidad pueden ser consultados por los investigadores.
En la provincia de Santa Fe es bastante conocido el modo en que se recuperaron los archivos del Servicio de Informaciones, que estaban depositados -”ocultos”- en una oficina de la Casa de Gobierno, o los libros de las comisarías de los años 70, hallados en prolijas estanterías de la Comisaría 4ta.
Hay varios casos de hallazgos en la Nación y en otras provincias argentinas.
Sorpresivamente, treinta años después, se abrieron esas puertas del Edificio Cóndor y lo que permaneció allí “inviolado”, deslumbra a la actual gestión ministerial, que lo comunica con impacto a los medios y lo utiliza para reinstalar cuestiones conocidas, que la propia gestión “descubridora” no ha sido capaz de superar, o no ha querido hacerlo. Sin embargo, ahora se alienta el interés de las personas por el misterio a través del atractivo que produce la noticia de un archivo recién hallado. Pobre e irrespetuoso servicio para tales documentos.