Entrevista a Alejandra Suárez, integrante de la Opaq
Una prédica en favor del uso pacífico de la ciencia
Entrevista a Alejandra Suárez, integrante de la Opaq
Una prédica en favor del uso pacífico de la ciencia
Una docente de la Universidad Nacional de Rosario e investigadora del Conicet preside el Consejo Consultivo Científico de la organización dedicada a la eliminación de las armas químicas que intervino tras el cruento ataque con gas sarín en Siria, y que el 10 de diciembre recibirá el Nobel de la Paz.
En su lugar habitual de trabajo, el edificio que comparten el Instituto de Química Rosario y la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR.
Nancy Balza
nbalza@ellitoral.com
Imágenes escalofriantes, cifras impactantes: el pasado 21 de agosto, 1.400 civiles, entre ellos numerosos niños, fueron asesinados en Siria por el uso de gas sarín. El hecho causó estupor, fue condenado por líderes de todo el mundo, motivó la inmediata intervención de Naciones Unidas y decidió la misión de una veintena de expertos de la Opaq, la organización que desde el año 1997 tiene como meta global la aplicación de la convención que prohíbe el desarrollo, producción, almacenamiento, transferencia y empleo de armas químicas, objetivo que habían compartido hasta ese momento 189 países.
El 11 de octubre se anunció desde Oslo que la organización era destinataria del Premio Nobel de la Paz. Tres días después, Siria se convertía en el país miembro número 190.
Todos estos acontecimientos fueron seguidos de cerca desde los cinco continentes, pero especialmente desde La Haya (Holanda), sede de la Opaq, y desde Rosario, donde vive y trabaja una de las científicas que desde 2009 integra la organización: Alejandra Suárez, quien preside el Consejo Consultivo Científico de Opaq desde junio. Es doctora en Ciencias Químicas, investigadora del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario. Pero también es cordobesa, hija de rosarinos y madre de tres hijos. No es uno solo, sino todos esos datos los que parecen definirla. A esa conclusión se llega al cabo de una extensa charla telefónica con El Litoral desde su lugar de trabajo, en Suipacha al 500, de la ciudad del sur.
—¿Cómo llegó a participar de esta organización?
—En el comité consultivo científico las nominaciones tienen un término de tres años y pueden ser renovadas por tres años más. Después no se puede seguir perteneciendo al comité científico, que está integrado por 25 personas en el mundo. Los países presentan investigadores que tienen que estar relacionados con la química o la industria química para formar parte de este comité científico. Me solicitaron si me podía presentar y fui seleccionada para integrarlo.
—A la vez preside el consejo consultivo.
—Este comité se organiza en función de tener un presidente y un vicepresidente que coordinen las actividades del consejo. Son elegidos en forma anual, exclusivamente por los miembros del comité: el año pasado fui nominada vicepresidenta y desde junio de este año ocupo la presidencia.
—¿Usted es la única integrante argentina?
—No se repiten las nacionalidades en el comité, para darle representatividad a todas las regiones del mundo, que son cinco. Como argentinos, pertenecemos al grupo de Latinoamérica y el Caribe, que en este momento tiene tres representantes: un uruguayo, otra mujer por Brasil, y yo por la Argentina.
—¿A partir del ataque con armas químicas en Siria cobró mayor difusión el trabajo que realizan?
—Lógicamente que ha tomado mayor visibilidad, pero además quedó de manifiesto la importancia que tiene la organización y que los países adhieran a la convención sobre las armas químicas. Esta organización, que está desde el año 1997, es decir que no es muy antigua, venía haciendo un trabajo muy silencioso, de una manera muy modesta y logró que antes de lo ocurrido en Siria, 189 países en el mundo firmaran la convención. Es importante que adhieran, porque entonces se comprometen a no producir, ni utilizar ni desarrollar armas químicas. Es fundamental que los países se comprometan a declarar sus arsenales de armas químicas y a destruirlos en un período de tiempo determinado. Quedan muy pocos países fuera de la convención; Siria fue el número 190.
—En un período cercano, ¿se registraron episodios similares al de Siria?
—Uno de los casos fue en 1995, con un atentado en el subterráneo de Tokio perpetrado por un grupo de la secta Aum Shinrikyo, que habían desarrollado estas armas químicas. Hubo muertos y heridos, y el hecho tuvo un gran impacto internacional y dejó la idea de que estas cosas no vuelvan a ocurrir.
—¿Cuál fue el hecho que desencadenó la creación de la Opaq?
—Se venían realizando distintas reuniones. No fue tan fácil generar una convención que fuera aceptada por los distintos países: llevó tiempo y negociaciones diplomáticas. Transcurrieron varios años hasta que se logró un texto que fuera aceptado como el que entró en vigor en 1997. Cuatro años antes hubo un preacuerdo en París para trabajar en forma más exhaustiva en la convención.
—¿Cuántos países están todavía fuera de la organización?
—Son seis los países que todavía están afuera, y se están haciendo esfuerzos para sensibilizarlos y para que firmen la convención. El propósito es lograr su universalidad.
—¿La Argentina adhirió desde el primer momento?
—Exactamente, la Argentina en este sentido siempre ha manifestado una gran voluntad y estuvo entre los primeros países en trabajar para lograr que se genere la convención.
—¿Los sorprendió este premio?
—Mucho porque no lo imaginábamos, ni yo ni las personas que integramos la organización. Y porque tampoco se trabaja para obtener un premio. En las últimas reuniones en las que participé estábamos sensibilizados por los problemas que había en Siria. En este ataque puntual del 21 de agosto murieron más de 1.000 personas, fallecieron muchos niños. Soy madre de tres chicos y esto sensibiliza más aún. Estábamos bastante preocupados por esta situación, porque Siria entrara a la convención; así se podría garantizar que no utilizaría más armas químicas, y desde ese punto de vista este pueblo podría estar más tranquilo. La muerte por armas químicas es una muerte muy tortuosa; imaginar que esas cosas pueden ocurrir al día de hoy es bastante escalofriante. Hacer algo para que eso no vuelva a ocurrir, a uno lo deja un poco más tranquilo. En realidad siempre estábamos pensando más en esa situación que en el premio.
—¿Hay otras mujeres en el consejo consultivo que integra?
—Sí y cada vez somos más. Cuando empecé en este consejo, de 25 miembros éramos solamente dos mujeres. Pero ahora somos más. En la región, hay un varón en representación de Uruguay y una mujer por Brasil. Todos tenemos las mismas capacidades, pero es interesante que participen otras mujeres y tengan mayor representatividad.
—¿Cómo decidió estudiar Química?
—Generalmente, en el secundario los profesores tienen bastante influencia acerca de lo que a uno le gustaría hacer después. Me gustaba la Química y todo lo relacionado con la Matemática y la Física, y tenía una profesora que era bioquímica y muy apasionada con su profesión. En ese momento, Química era una carrera que se visualizaba más para los varones, pero mi familia siempre me apoyó pensando que tenía que estudiar lo que realmente quería, independientemente de la situación. Entonces me dediqué a estudiar en la Facultad de Ciencias Químicas de Córdoba, hice una licenciatura, luego un doctorado también en la Argentina, más tarde me pude especializar en el exterior (en París, Oxford y Harvard) y desde que regresé al país estoy como investigadora en el Conicet y en el Instituto de Química Rosario.
—¿Cómo se enteró de que la Opaq había recibido el Nobel de la Paz?
—Estaba bajando del avión, porque volvía de una reunión de la organización. En la semana del anuncio del Premio Nobel de la Paz estuve reunida en La Haya por distintos temas. El jueves a la noche volví y a las 8 de la mañana, cuando llegué al país y nos permitieron hablar por teléfono, llamé a Rosario para ver cómo estaban las cosas en casa y mi marido me dio la noticia. Me costó un poco caer, no por el premio sino por la dimensión del tema. Una observa con extrañeza este tema de las armas químicas porque, aparte de la situación de Siria, han ocurrido hechos muy lejanos durante la Primera Guerra Mundial, o en países muy lejanos al nuestro. Entonces costaba que se visualizara la importancia que tiene. Pero este Premio Nobel de la Paz nos da mucho más sustento para hablar sobre el tema; permite percibir la importancia que tiene para la paz del mundo.
—¿Va a estar en Oslo el 10 de diciembre?
—Me encantaría (se ríe). Las entradas son muy pocas, irá el director general de la organización, Ahmet Uzümcü, y una comitiva pequeña. Pero en pocos días viajaré a La Haya para la reunión de un grupo de once integrantes sobre educación y me voy a enterar de los detalles. Es la primera reunión después del anuncio del premio, así que seguramente vamos a salir a festejar.
+ en la web
www.opcw.org
En pocos días, Suárez volverá a viajar a La Haya,
sede de la Opaq, para participar de una reunión sobre temas de educación. Fotos: Néstor Juncos.
LA DOCENCIA
Cuando se le pregunta por su trabajo frente al aula no disimula el entusiasmo: “Me encanta”, responde. Alejandra Suárez dicta materias de 3º y 4º año de la Licenciatura en Química, y cursos de doctorado. “La formación de recursos humanos es de las cosas que más me apasionan”.
Acerca de la reacción de sus alumnos y alumnas, una vez que supieron del Nobel de la Paz para la organización internacional que integra, admite que “creen que una es especial por eso. Creo que todos hacemos nuestra actividad con mucho compromiso y hay algunas actividades que se visualizan y se reconocen más que otras”. Y añade: “Siempre les digo a mis alumnos que tienen la suerte de contar con una Facultad con muy buen nivel de investigadores científicos y de docentes. Tenemos mucha gente premiada, y les tiene que servir para reconocer que van a tener una preparación muy buena. Todos somos iguales, lo importante es llevar a cabo nuestro trabajo con mucha dedicación”.
Claro que el premio le otorga más exposición pública. Al respecto asegura que “las notas periodísticas nos dan la posibilidad de seguir difundiendo los propósitos de la convención. Sobre todo porque la industria química, que en Santa Fe es muy importante, tiene que conocer la convención que es una ley nacional. Y para cumplir las leyes hay que conocerlas”.
Muertos por gas sarín. El Comité Local de Arbeen fotografió los cuerpos sin vida de varios sirios tras el supuesto ataque con gases tóxicos perpetrado por las fuerzas de seguridad sirias en esa localidad. Foto: EFE.
Estoy convencida de que la excelente calidad de vida que estamos teniendo en este momento, como el aumento de la expectativa de vida, ha sido en gran medida por el aporte de las ciencias químicas. Pero así como puede estar en función de la humanidad, puede volverse en su contra.
Es importante concientizarse acerca del uso que le damos, no solamente a las sustancias químicas sino al conocimiento científico que se va generando. Las sustancias no son ni buenas ni malas, lo que uno decide es el uso que le va a dar”.
Alejandra Suárez
Titular del Consejo Consultivo Científico de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (Opaq).