crónicas de barrio

Hacedores de milagros

En una ciudad, las realidades se modifican y los gobiernos se alternan. Sin embargo hay algo que se mantiene inalterable: la férrea voluntad de aquellos individuos anónimos que trabajan desinteresadamente en favor de una sociedad mejor.

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Más allá. Personas que hacen la diferencia, suman su grano de arena para cambiar la realidad del barrio.

 

La ciudades no sólo se construyen en base a políticas de gobierno, también dependen de la visión de futuro que tengan sus habitantes, cómo sueñan a su ciudad y qué están dispuestos a hacer por mejorarla.

En este sentido, Santa Fe cuenta con miles de almas que desde el anonimato demuestran todos los días su amor por la comunidad y su preocupación por el bienestar de sus vecinos. Seres que han elegido no mirar hacia otro lado y poner manos a la obra para construir allí donde se imponen la carencia y el abandono.

En Liceo Norte, una pequeña mujer llamada Nelly Lorenzetti decidió en 1994 abrir las puertas de su propia casa, ofreciendo a los pequeños del barrio una copa de leche diaria. Hoy aquel espacio es conocido como el Centro Asistencial Liceo Norte y brinda asistencia a 131 chiquitos y a todo aquél que golpee sus puertas pidiendo un plato de comida. El trabajo de Nelly no se limitó a llenar sus pancitas, desde hace años también pelea por una carencia de muchos barrios periféricos: una plaza donde poder jugar.

En otro extremo de la ciudad, en el corazón del centro comercial de El Pozo, una mujer también sintió la necesidad de hacer algo por su barrio. El sueño de Rosa Pallero fue acercar conocimiento, convencida de que es componente necesario del crecimiento. Como Nelly, Rosa abrió las puertas de su casa y comenzó en una habitación lo que hoy es la Biblioteca Popular Santafesina para Ciegos. Hoy cuenta con más de 2500 volúmenes y amplió sus servicios a todos los vecinos que deseen de disfrutar de la lectura, ya sea con sus ojos o con sus manos.

En este mismo barrio, el año pasado un grupo de jóvenes formó el Movimiento social y cultural El PoZillo. Desde entonces y en forma apartidaria, trabajan con el objetivo de reactivar los espacios urbanos de El Pozo y “contribuir a la construcción y refuerzo de su identidad”.

De rótulos y estigmas

En las calles de Santa Fe también se tienden velos que sangran con las palabras y heridas que relatan los titulares policiales.

Coronel Dorrego tiene su estigma: es definido por muchos como una zona “muy peligrosa”. Sin embargo, en los dichos de sus habitantes se palpa la firme voluntad de superar esta realidad y ofrecer otro tipo de futuro. Este es el caso de Silvina Molina y Mónica Chiarlo, docentes del Jardín del movimiento Los Sin Techo, donde todas las mañanas 35 nenes reciben educación, desayuno y almuerzo. Para hacerlo, cuentan con el apoyo de un grupo de mamás voluntarias que colaboran porque creen que todos los granos de arena sirven en la construcción de nuevas posibilidades para ellos.

En Villa Oculta, el Movimiento Los Sin Techo es protagonista de la vida de los vecinos. Su clave es levantar paredes y techos, reemplazar ranchitos con cientos de casas. Junto a ellas, la Casita Padre Catena recibe a los más chicos y da contención a los más grandes que luchan por hacer visible esta zona con pasado de bañado y de villa que lucha por convertirse en barrio.

En el extremo noroeste, Gretel es el ángel de barrio Yapeyú que, desde hace 21 años, brinda cariño, risas y un plato de comida casera a todos los niños y adultos que se acerquen al lugar. Hoy su comedor es la Asociación Mutual “Los niños de Gretel”, un sueño que comenzó con una cocina, una olla y una mesita en la esquina de 12 de Octubre y Hugo Wast y hoy alimenta a más de 150 chicos, muchas de sus madres, y a 28 abuelos.

Ellos son sólo algunos hacedores de milagros. Sus voces representaron y homenajearon a todos aquellos que silenciosa y gratuitamente hacen de nuestra ciudad un sitio mejor.

En una Santa Fe que por momentos parece transitar momentos oscuros, a la sombra de una ausencia estatal de cualquier estrato, cada vez más luces iluminan el futuro de nuestra comunidad.

Uno a uno, entre todos

En paisajes distantes y diferentes, con frecuencia los problemas son similares y complejos. Si bien la búsqueda de soluciones tampoco parece simple, resultan más claras al unirse unos a otros.

Con este propósito, desde principios de 2011 las entidades del barrio Centenario trabajan juntas por resolver los problemas y acercarse a la gente. Algo similar sucede en el Centro de Atención Inmediata de Santa Rosa de Lima, donde 27 personas atienden las necesidades de un barrio de 30 mil habitantes.

También, en el centro de salud de Las Delicias, donde sólo dos médicos atienden a casi 9 mil vecinos.

En los extremos

Dicen que una sonrisa puede ser la cura de todos los males. Y seguramente es lo que tiene en mente Diego Santacruz cuando recibe a cada uno de sus pacientes en el Centro de Salud María Elena Candioti de Sarsotti ubicado en el extremo sur de Santa Fe: barrio Centenario. Conoce las calles, las recorre, las conoce... como si fuese un vecino más. Es agente sanitario y desde 2008 trabaja en el sector más humilde de Centenario. “El objetivo del agente sanitario es justamente ése: caminar el barrio y detectar problemas en torno a la salud” cuenta Diego, que también recibe en el Centro de Salud a unas 200 personas por día.

En el extremo norte de la ciudad, la fragilidad edilicia del dispensario de barrio Yapeyú contrasta con la fortaleza de quienes luchan bajo su techo para dar soluciones a 30 mil vecinos. La agente sanitaria Ramona Mendoza, contó que allí “la violencia está latente y se traduce en casos de abuso, drogadicción, trata y otros problemas”. A su lado, la asistente social Roxana Romano expresa y sintetiza lo que hacen muchos: “Salimos igual a la calle. Tal vez con falencias, en vez de pensar ‘no se puede’ buscamos la manera de salir adelante”.