Época de evaluaciones
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Miedo a los exámenes: la autoconfianza es clave
Un psicólogo diferenció entre el miedo “normal” y los grados patológicos. Dijo que la hiperexigencia de los padres puede minar la confianza del hijo. Sugirió a los estudiantes valorarse a sí mismos.
Todas las situaciones que provocan incertidumbre, llevan a sentir miedo. Foto: Archivo El Litoral
Mariela Goy
Seis veces fue hasta la facultad a rendir examen y huyó despavorida cada vez. Quedó libre y debe presentarse obligadamente a la evaluación o se estancará en la carrera. Hace una semana que no duerme bien, está tensa, transpira, tiene taquicardia y un nudo en el estómago. En la mesa examinadora, se larga a llorar desconsoladamente y confiesa al docente su fobia a los exámenes orales. El profesor la tranquiliza, la estimula diciéndole que está contestando bien, que lo que le pasa no tiene que ver “objetivamente” con la situación de evaluación sino con algo personal suyo. La joven se calma, supera a duras penas el miedo exagerado y saca una buena nota.
Ocurrió, paradójicamente, en el Seminario sobre Trastorno del Pánico de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Católica de Santa Fe. El docente de esa cátedra y coprotagonista de esta escena es el doctor en Psicología, Marcelo Rodríguez Ceberio, quien contó este episodio reciente, uno de los tantos que experimentó en 33 años de carrera. Rodríguez Ceberio es Licenciado en Psicología y obtuvo dos doctorados, es psicólogo clínico e investigador (el primero por la Universidad Kennedy de Buenos Aires y el segundo por la Universidad de Barcelona).
El nerviosismo al que se expone un estudiante, casi invariablemente, cuando debe enfrentarse a un examen oral va acompañado de alteraciones orgánicas comunes como trastornos del sueño y el apetito, cólicos, revoltijo de estómago, etc. Sin embargo, en el caso de las personas que tienen fobia a los exámenes, este miedo es sobredimensionado y los lleva a eludir la situación.
“Este miedo desmedido va acompañado de algunas reacciones físicas: la persona se ahoga, siente opresión en el pecho, taquicardia, y naturalmente empieza a hiperventilar, por ende consume mayor dióxido de carbono que le provoca mareos y náuseas y se descompone”, manifestó.
Ante la incertidumbre
El psicólogo explicó que es habitual sentir miedo ante todas aquellas situaciones que provocan incertidumbre y de las que no podemos anticipar el resultado: una entrevista laboral, un test, una competencia deportiva. “Hay un caudal de miedo normal que nos sirve cuando estamos frente a una situación de mucha responsabilidad. Nos ponemos nerviosos y nuestra glándula suprarrenal empieza a segregar adrenalina y cortisol, y entonces estamos tensos, con gran atención y motivación y eso nos hace superar la situación”, subrayó.
Desde la psicología, el profesional argumentó que en el sustrato del miedo siempre hay una cuota de desvalorización, de baja autoestima, de sentirse en inferioridad de condiciones. “Cuando tenemos que ir a rendir un examen, todos nos dicen ‘suerte’, ‘que te vaya bien’, porque en la base está la posibilidad de fallar”, destacó.
“Parte de este miedo a fracasar tiene que ver con la hiperexigencia. Hay grados: la exigencia es productiva y motivante, impulsora de acciones; pero la sobreexigencia siempre remarca lo que falta. Sacaste un 8 y te preguntan: ¿qué pasó que no te sacaste un 10? Generalmente, nos encontramos con padres hiperexigentes y el hijo va en sintonía con ellos. Todo esto acrecienta la incertidumbre, el miedo y las inseguridades”, aseguró el docente.
Valorarse
Rodríguez Ceberio sugirió a los estudiantes que, en primer lugar, confíen en ellos mismos. “En no pocas ocasiones, deben tratar de no escuchar las hiperexigencias de los padres que vuelcan sus frustraciones en los hijos. Es muy importante que los hijos se valoren y mejoren su autoconfianza. Si bien afectivamente, es nutritivo que nos valoren, no podemos depender de ello: la buena autoestima es un proceso interno, de uno hacia uno mismo”, dijo.
También deben evitar una actitud negativa, del tipo “me va a ir mal” o “estudié pero no me quedó nada” ya que son premisas que sobrestiman la posibilidad de fallar y subestiman el éxito.
La actitud del docente que está frente a la mesa examinadora también puede minar la confianza del estudiante. “Justamente, el profesor en vez de tomar en cuenta que el alumno quizá tiene un problema para enfrentar esa situación, lo primero que piensa es que no estudió; ésa es la reacción más común”, señaló.
De lo “normal” a lo patológico
“El miedo como emoción nos ayuda a cuidarnos, a protegernos. Por ejemplo, uno pasa por una calle oscura y ve un grupo de hombres reunidos en actitud sospechosa y qué hace: se cruza de calle o dobla, una reacción que le permite ponerse a resguardo de cara a un eventual peligro”, dijo.
Frente a las situaciones de miedo normal, hay tres reacciones fundamentales: la paralización, el ataque y la huida. Pero cuando se entra en el territorio de lo patológico, el profesional indicó que hay que hablar del pánico y de las fobias. “Las fobias son un miedo muy intenso, sobre objetos o sujetos específicos (un ratón, una cucaracha, un perro). El miedo intensísimo que podría tener una persona frente a un tigre feroz o un tsunami, es el que siente una persona con fobia frente a un ratón, una paloma o una araña. Es una emoción sobredimensionada.
“Los pánicos, en cambio, son inespecíficos; no tienen un objeto determinado ante el que sienten miedo. Por lo tanto, uno puede vivir toda la vida con una fobia, eludiendo la situación, pero no toda la vida con un pánico, porque invalida a la persona y le empobrece y limita la vida”, diferenció.