El actor irlandés Liam Neeson en el papel protagónico de “Non stop: sin escalas”, del director catalán Jaume Collet-Serra.
Foto: Gentileza Alfa Films
Laura Osti
Bill Marks (Liam Neeson) es un agente federal que ha sido contratado para la seguridad interna de una empresa de líneas aéreas. La película del catalán Jaume Collet-Serra, “Non stop: sin escalas”, comienza en el aeropuerto de Nueva York, en el preciso momento en que Bill debe abordar un vuelo a Londres.
El personaje protagónico observa todo con atención, mientras hace la fila como los demás pasajeros, antes de subir al avión. Su rostro expresa cansancio, un dejo de angustia, un poco de incomodidad. Se ve que no tiene muchas ganas de hacer este trabajo y se intuye que su interés está en algún otro lado.
Pese a todo, Bill es un profesional, y se hace cargo de la función que tiene que cumplir. Confundido entre el pasaje, atiende cada detalle en donde su presencia pueda ser requerida. Y cuando ya todo parecía ser un viaje más de rutina y se disponía a pasar seis horas junta a una pasajera solitaria con ganas de conversar (Julianne Moore), algo irrumpe en la monotonía y empieza la intriga.
Bill recibe un mensaje de texto en su celular de parte de un sujeto que dice estar dentro del avión y que le avisa que debe conseguir 150 millones de dólares y que tiene 20 minutos para lograrlo, de lo contrario alguien en ese vuelo va a morir.
El agente se pone en acción inmediatamente para tratar de dilucidar si se trata de una amenaza real y en ese caso, encontrar al sospechoso. A partir de ese momento, la tensión irá aumentando a medida que las cosas tienden a complicarse. A los 20 minutos, efectivamente, en medio de la confusión, aparece el primer muerto. El terrorista avisa que morirá alguien cada 20 minutos si no le depositan el dinero en una cuenta cuyo número envió al celular de Bill.
“Non stop: sin escalas” es un thriller en donde el suspenso es el ingrediente principal, ya que el duelo mental que se establece entre el secuestrador del avión y el agente de seguridad va proporcionando una vuelta de tuerca tras otra, en una escalada de tensión y violencia que sume en el caos a la tripulación y a los pasajeros.
Todos quieren saber lo que está pasando y todos desconfían de todos. Los contactos con las autoridades en tierra tampoco ayudan a esclarecer mucho las cosas y parece que la situación se vuelve inmanejable, y hasta es probable que nadie sobreviva, porque el delincuente da muestras de estar dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias.
La película de Collet-Serra, cuyo guión pertenece a John W. Richardson, toca todas las cuerdas sensibles para lograr un interesante embrollo que va desde las hipótesis de conflicto a bordo de un vuelo, hasta las distintas complejidades humanas involucradas en una situación de crisis extrema, capaz de disparar las más peligrosas reacciones y sumar y multiplicar los riesgos.
Este film no se puede evaluar desde una perspectiva demandante de verosimilitud sino como una especie de experiencia de laboratorio en la que, mediante una dramatización, se echa a rodar un cúmulo de variables que ponen en escena las posibilidades de supervivencia en una situación límite.
El personaje protagónico carga con todo el peso de la película. El agente que interpreta Neeson pasa de ser un antihéroe, un policía con antecedentes oscuros, al héroe salvador, quien pese a que todo le juega en contra, no baja los brazos y consigue salir airoso de esta difícil prueba. El resultado es un entretenimiento de buena calidad en el que los valores humanos positivos logran imponerse satisfactoriamente.