editorial

  • A pesar de haber alcanzado un acuerdo salarial con el gobierno, los docentes santafesinos no comenzaron las clases en tiempo y forma

Los alumnos, en un segundo plano

El paro realizado por los docentes santafesinos echó por la borda tres semanas de arduas negociaciones y un enorme esfuerzo del gobierno y de los contribuyentes de la provincia para ofrecer a los maestros un sueldo digno.

Tal como sucediera tantas veces en los últimos años, los argumentos gremiales y políticos terminaron imponiéndose sobre lo que debería representar la razón de ser de la labor de todo docente: la educación de los niños.

Según el gremio Sadop, que nuclea a los docentes de escuelas privadas, no comenzaron las clases el día estipulado porque la notificación de la conciliación obligatoria no se produjo en tiempo y forma.

La explicación de Amsafe, que representa a los maestros de escuelas públicas, fue otra. El gremio dijo abiertamente que no comenzaría las clases en Santa Fe porque a nivel nacional integra Ctera, y considera exiguo el ofrecimiento de aumento salarial del gobierno de la Nación para docentes de otras jurisdicciones.

¿Qué sentido tuvo, entonces, el esfuerzo realizado por la provincia para que las clases se iniciaran el 5 de marzo? En definitiva, los maestros santafesinos recibirán el aumento que reclamaban, pero de todas formas los estudiantes no pudieron comenzar las clases el día previsto.

Es que hace tiempo que los estudiantes parecen haber perdido relevancia en las políticas gremiales y cualquier excusa es válida para suspender el dictado de clases.

De hecho, inicialmente las actividades escolares iban a comenzar el 26 de febrero en la provincia. Sin embargo, los maestros pidieron más tiempo para seguir negociando en paritaria debido a la incertidumbre económica que existía en el país durante las semanas posteriores a la devaluación del peso.

Ningún otro sector tuvo la posibilidad de postergar el inicio de sus actividades por el simple hecho de que no existían certezas sobre las variables económicas en el país.

Los contribuyentes santafesinos aportan el dinero necesario para que los maestros de la provincia reciban el aumento que reclaman. Pero sus hijos, de todos modos, no tienen clases.

Hace años que los valores que deberían ser el sustento de la educación están trastrocados. Tanto es así, que en las consignas esgrimidas por los gremios docentes, los alumnos ocupan un segundo plano: se discute por salarios, por estrés de los maestros, por el presentismo, por situaciones de violencia, porque en las escuelas hace demasiado frío, porque hace demasiado calor o porque los docentes de otras jurisdicciones no cobran un sueldo adecuado. Incluso, en algunos casos la política sindical está marcada por pujas internas dentro de los mismos gremios.

Sin embargo, resulta muy difícil encontrar en el discurso sindical alguna consigna seria que tienda a reclamar mejoras en el sistema educativo, actualizar los contenidos curriculares y elevar el nivel de formación de los mismos maestros que no siempre parecen estar a la altura de las actuales circunstancias.

En este contexto, no parece casual que, según el último informe mundial Pisa (compara los resultados educativos de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otros países asociados), la Argentina ocupe el puesto 59 entre 65 países en materia de educación.

Resulta muy difícil encontrar en el discurso sindical alguna consigna seria que tienda a reclamar mejoras en el sistema educativo.