Lo que sostiene el aire

Por Marcelo Adleri

“Desaire”, de Diego Colomba. Ediciones en Danza. Buenos Aires, 2014.

Aunque alejada del minimalismo, la poesía de Diego Colomba está anclada en lo cotidiano, en lo antiépico, en los tonos coloquiales. Sin embargo, gran parte de la poesía de este libro presenta situaciones o proposiciones que una última declaración a la vez cierra y expande, un recurso poético al que ilustres poetas (y sobre todo la poesía oriental) supieron apelar, y que Colomba utiliza con efectividad. Poemas que a la precisión de enunciados sucede un final conclusivo que amplía y engrandece el discurso.

Desaire se abre precisamente con un poema que en las primeras tres estrofas presenta tres “tomas” -diríamos tomando el término de la fotografía y del cine-, tres visiones de un paisaje que con sus árboles y trigales y llovizna y cartel (que reza un “Bienvenido” dirigido “a quien regresa / a su antiguo / solar”) atemperan, diluyen la percepción del cielo. Pero en la cuarta y final estrofa, otro cielo se hace presente: “Con iguales / trazos / me figuro / el paraíso”.

Fiel, asimismo, a una tradición regional y a una iconografía personal, Colomba recurre a los trabajos y frutos de la tierra y a las tierras del pasado. Hay, en las concisas descripciones, en la economía y parquedad de las imágenes de la naturaleza esa esencia mítica que vislumbró Pavese y que tanto ha influenciado a nuestra poesía. No hay sin embargo ni nostalgia ni resabios de ensoñación; apenas un atisbo de compasión (pero “como un Tiresias tramposo”) al mirar fotos o sentir la carga del pasado. El poema que da título al volumen describe: “Mi mirada se pierde / un instante / en las espigas / altas y amarillas / del campo. // En otro tiempo / ese llano encendido / me mantuvo ocupado / entre esperanzas / y desazones. // Hoy apenas son guiños / burlones de las espigas. // El viento las atraviesa / y deja claros / entre una y otra. // Nada / es lo que siempre sostuvo este aire”.