Al disertar en la UNL
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Enfática defensa de Binder a la reforma de la Justicia Penal
El catedrático dijo que está vinculada al proceso de democratización de América Latina. Destacó la tarea del Ministerio Público Fiscal.
“¿Cómo construimos herramientas que sean democráticas y respetuosas de las libertades públicas, pero que sean eficaces para enfrentar el problema de la criminalidad y las víctimas?”, se interrogó el especialista.
Foto: Archivo El Litoral
De la redacción de El Litoral
Alberto Binder aseguró que en América Latina se puso en marcha el proceso de reformas penales, similar al que se está produciendo en la provincia de Santa Fe y definió a esos cambios como producto de la democratización del continente tras las etapas dictatoriales, las guerras civiles de algunos países y los procesos de pacificación.
El prestigioso procesalista argentino disertó en la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL sobre los profundos cambios que se están produciendo en las últimas décadas y que abarcan desde México hasta Argentina.
“Desde febrero, en Santa Fe, se incorpora todo este cambio que se da también desde México hasta la Patagonia”, destacó. En nuestra provincia, como en otros países, ese cambio se encontró con una falta de instrumentos necesarios para enfrentar la criminalidad dentro de un contexto democrático. “Había que comenzar a trabajar sobre la Justicia Penal, lo que implicaba enfrentarse con un bloque que nosotros llamábamos ‘el sistema inquisitorial’, cuya investigación estaba en manos de algunos jueces y por debajo de ellos se movía un mundo policial autónomo. Ése era el sistema que tenía América Latina y que, de hecho, es el sistema del cual todavía no hemos podido salir y que es imposible de sostener para investigar los delitos”, acotó.
Binder explicó que hacía falta crear un nuevo sujeto institucional que prácticamente no existía como tal en América Latina: el Ministerio Público Fiscal. “En realidad, estaba institucionalizado en muchos países, pero no cumplía funciones relevantes. Se trata del conjunto de los fiscales que nace para poder reorganizar el tema de la investigación de los delitos, que se logra con el rediseño de los códigos procesales penales, donde el juez sólo juzgue el caso”.
Las disputas ideológicas
El procesalista reconoció posiciones adversas sobre la eficacia del sistema penal. “Por un lado, están los que creen que la Justicia Penal siempre será un maquinaria de atacar sectores vulnerables y que, por lo tanto, no tiene ningún sentido dar pelea. Por otro lado, estamos los que creemos que se trata de una empresa difícil, pero que siempre hay una chance de pelea política dentro de la Justicia. Para entender el proceso de reforma de la Justicia Penal hay que tener la mirada sobre el Ministerio Público Fiscal y qué tipos de disputas hay alrededor de él en la posibilidad de reconfigurar o no la política criminal de un país o de una sociedad”.
Precisó que en manos del Ministerio Público Fiscal se encuentra una determinada política de persecución penal, es decir, de los delitos que son prioridad atender. Explicó que “la organización de los recursos que se necesitan para que el Ministerio funcione adecuadamente es algo sumamente complejo, porque también interviene el Sistema de Investigación de Delitos, cuyos actores -segmentos del Estado, como las unidades de información financiera, de investigación sobre drogas, entre otros-, hoy, funcionan de modo descoordinado. Cuesta organizarlos porque toca privilegios”, lamentó.
Una segunda línea de comprensión de los problemas de la implementación de los cambios tiene que ver con todo un mundo de relacionamiento con las víctimas. “¿Cómo construimos herramientas que sean democráticas y respetuosas de las libertades públicas, pero que sean eficaces para enfrentar el problema de la criminalidad y las víctimas?”, preguntó. Explicó que “en el trabajo del Ministerio Público Fiscal con las víctimas surgió el problema del tratamiento del llamado ‘dolor social’ y la emergencia de entes como los centros de atención a la víctima para gestionarlo, pero que sólo tenía que ver con un acompañamiento a mujeres y menores víctimas de delitos sexuales. Luego se entendió que ese primer modelo no era suficiente y coincidió con el surgimiento de un fenómeno muy fuerte que obligó a cambiar la visión de la víctima: el fenómeno de la violencia doméstica, que sacó a las oficinas de asistencia de ese arrinconamiento institucional en que se encontraba, porque la violencia doméstica comienza a tener un carácter masivo al afectar a sectores más amplios. Como consecuencia el Ministerio Público Fiscal debió encarar relaciones más estrechas con las víctimas”.
Binder planteó que otro de los inconvenientes de los vientos de cambio fueron los relacionados con las penas en libertad, penas alternativas que se canalizan por medio de nuevos códigos procesales e instituciones. “El nuevo sistema de penas en libertad debe ser una respuesta más flexible al problema de las sanciones y las responsabilidades”, reflexionó.
La discusión sobre los jueces
Acotó que “costaba liberar a los jueces de la carga burocrático administrativa. Surgía también la discusión de cómo generar un modelo organizacional para que el juez no tenga que hacer otra cosa que estar en la sala de audiencia. Esto, que parecía un reforma menor, tenía un impacto inmenso en la cultura judicial que todavía se está jugando, porque empieza a requerir otro tipo de juez, de fundamentación de estilo oral, donde se lo ve haciendo su alegato”. Acotó que este último problema dejó en evidencia que no es posible tener jueces independientes sometidos a modelos de organización inquisitorial. “No es sólo un problema de la Justicia Penal, pero sí se evidencia en ella, porque está sometida a un cruce de fuego más fuerte y de legitimidad social más elevado”.
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