Paleontólogos del Conicet
Paleontólogos del Conicet
Encuentran los restos más antiguos de mamíferos en la Antártida
Conicet La Plata - Conicet Santa Fe - El Litoral
Los hallazgos pertenecen a una especie que habitó ese continente hace 55 millones de años y de la que se conocían parientes no tan primitivos.
Una falange y un diente fosilizados aportaron valiosos datos sobre la biología y la geografía. Científicos del Conicet hallaron los restos durante la campaña 2012-2013 de la Dirección Nacional del Antártico. Según los análisis -cuyas conclusiones se publicaron en la revista Palaeontology-, corresponden a un herbívoro -no mucho más grande que una oveja- de la familia Sparnotheriodontidae, del orden Litopterna, que habitó América del Sur en el Cenozoico, luego de la extinción de los grandes dinosaurios hace 65 millones de años. “Si bien se sabía que los Litopterna habitaron este territorio, los restos se atribuyen a una forma distinta y mucho más primitiva, que suponemos que sólo existió en la Antártida”, señala Javier Gelfo, investigador del Conicet en el Museo de La Plata y primer autor de la publicación.
El experto añade que no había registro de fósiles de mamíferos placentarios terrestres antárticos tan antiguos: “Las piezas datan de 5 o 6 millones de años antes de lo más antiguo que se conocía”, asegura.
Uno de los aportes más relevantes corresponde a la paleogeografía, dado que el Hemisferio Sur era un súper continente (Gondwana) que se fragmentó hace 200 millones de años. En ese período, un istmo conectó a América del Sur con la Península Antártica, el que desapareció bajo el agua en lo que hoy es la unión entre el Pacífico y el Atlántico.
“Se calcula que hace 58 millones de años los dos bloques continentales ya no tenían conexión, con lo cual estos restos, de poco más de 55 millones, no pueden haber pertenecido a animales que vivieron a ambos lados, porque el istmo ya no existía”, relata Gelfo, y agrega: “No hay restos de esta especie en Sudamérica, pero sí en la Antártida, por eso la consideramos propia de allí”.
Thomas Mörs, del Museo de Historia Natural sueco, participante en la publicación, los descubrió a simple vista. La falange está bien conservada. El diente, aunque está partido, aporta valiosa información. “Es un molar inferior en forma de medialuna, apto para machacar alimentos abrasivos con alto contenido de celulosa”, explica Gelfo. Encargada del análisis del otro fragmento, Malena Lorente, becaria del Conicet, cuenta: “Es una falange intermedia, quizás del dedo tres de la pata delantera”.
Sin hielo y con vegetación
Aunque hay mucha evidencia paleobotánica, el solo hecho de tratarse de un animal herbívoro obliga a imaginar una Antártida muy distinta. “Según los estudios sedimentológicos, el hábitat de estos animales era una península con una cordillera no muy alta, bosques arbolados y zonas húmedas, tipo marismas, con plantas de agua dulce similares a los camalotes”, señala Marcelo Reguero, profesional del Conicet y participante en campañas antárticas desde 1984.
“La zona tenía un invierno bastante atípico, con casi tres meses sin luz, durante los cuales no está claro qué sucedía con la fauna terrestre”, apunta Gelfo. Y añade: “Quizás emigraban hacia el norte -a través del istmo- o hibernaban. El hallazgo abre nuevos interrogantes sobre la evolución de los mamíferos en América del Sur y en particular en la Antártida”, concluye.
* Por los Lics. Mercedes Benialgo y Marcelo Gisande (Prensa; Conicet La Plata). Adaptó: Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS/Conicet Santa Fe).