Una ciudad para los chicos o la lógica de Federico
Una ciudad para los chicos o la lógica de Federico
El pedagogo italiano Francesco Tonucci volvió a Santa Fe con su propuesta de recuperar las calles y ocupar el espacio público como garantía de seguridad y autonomía para niñas y niños. Y llamó a reconocer y cumplir las premisas de la convención que sostiene los derechos de la infancia y en nuestro país tiene rango constitucional.
TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. PABLO AGUIRRE, luis cetraro y mauricio garín.
Una viñeta dibujada por Frato nos da la bienvenida. En la ilustración, un niño va marcando el camino recorrido con un hilo a lo largo de la calle, dentro de una ciudad que parece encerrarlo. La expresión del niño no es para nada feliz. Dan ganas de dibujarlo haciendo el camino inverso, recogiendo el hilo por la calle hasta que no quede nada que indique qué camino tiene que seguir.
También se podrían sumar algunas personas a la escena, no de la mano del niño, sino conversando e interactuando entre ellas como para que el protagonista del cuadro no esté solo pero pueda tomar sus decisiones. Al dejar de estar tan solitaria, la ciudad se volvería más segura. Esta es la propuesta que el pedagogo italiano Francesco Tonucci (Frato, como dibujante) trajo a Santa Fe y es la misma que lleva desde hace décadas a otras ciudades, grandes y pequeñas, de distintos lugares del mundo.
Tonucci ya es asiduo visitante de estas tierras. Primero fue Rosario, cuando Hermes Binner era intendente y puso en marcha el proyecto La Ciudad de los Niños. Luego, extendió su propuesta a numerosos municipios y comunas de la provincia, y hace algunos días volvió para hablar con docentes, funcionarios, referentes barriales y miembros de la policía comunitaria en una serie de encuentros que lo tuvieron interactuando intensamente en esta capital y en la ciudad del sur.
“Ser niño en la ciudad de hoy, un territorio posible entre la seguridad y la autonomía” fue el título de la conferencia que ofreció en el Centro Cultural Provincial el miércoles 13 de agosto. Tonucci sabe que aborda un tema complicado y pidió de entrada cambiar la ecuación y pasar “de la seguridad para los niños a los niños para la seguridad”, premisa que desarrolló a lo largo de la disertación pero que fue anticipando desde el principio. Tan desde el principio que se remontó al Antiguo Testamento y el libro de Zacarías (8: 4-5) que contiene, para Tonucci, la primera definición de ciudad: “Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de sus muchos años. Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas, que jugarán en ellas”. A esa definición antigua e ideal, el pedagogo opuso la postal contemporánea de “plazas vacías, rellenas de autos, rellenas de carros. Esto significa que los lugares públicos han desaparecido, porque si están rellenos de autos privados, se han privatizado”. La intervención, en el contexto actual de debate sobre estacionamientos céntricos, mereció aplausos y ovaciones.
El pedagogo italiano fue un poco más allá y evaluó que los espacios públicos están vacíos porque hay miedo. El miedo es lo que ha creado este cambio rápido de una ciudad donde todo transcurría en la calle -el juego con los amigos, el deporte, el mundo- y otra en la que “no vemos la hora de volver a casa, donde está todo: libros, películas, mucha comida conservada por meses. Es un lugar donde podemos quedarnos tranquilos y defendidos; es una fortaleza”.
PERMISO PARA SALIR
Frente a una respuesta política de más defensa contra el miedo y a un control cada vez más cercano de padres a hijos, incluso a través del teléfono celular, Tonucci rescató la voz de Federico, un niño de 10 años, integrante del Consejo de Niños de Roma (Italia) quien, frente al alcalde de su ciudad reclamó el permiso de salir de casa. “Él sabe que si le pide esto a los padres, le dirán: ‘no puedes salir; si lo necesitas, te acompañamos o vamos en carro’. Pero Federico lo piensa distinto, el diagnóstico es parecido al de los padres. Los padres dicen: ‘la ciudad es peligrosa, no puedes salir’ y Federico piensa: ‘la ciudad es peligrosa, entonces hay que cambiarla’. Federico en alguna manera dice esto: ‘quiero el permiso para salir de casa y como mis padres me dicen que no, se lo pido a mi intendente’. Esto, al alcalde de Roma, le indicaba que tendría que transformar esta petición en una política”.
Así fue cómo se discutió en el gabinete cómo dar a los “federicos y federicas” el permiso de salir de casa, que para Tonucci es una responsabilidad social. “Creo que lo primero que tenemos que hacer es ayudar a las personas a salir de esta condición de miedo que paraliza. El interesante notar cómo el miedo que estamos viviendo es, en nuestra experiencia europea, aislado del peligro real. En Italia y generalmente en Europa los peligros de tránsito van bajando, no tanto como queremos; los delitos van bajando, aunque no tanto. Esto significa que, en general, el peligro no aumenta pero sí aumenta el miedo, por lo cual los dos siguen caminos diferentes”.
LOS MEDIOS Y EL MIEDO
En Europa “la televisión dedica mucho tiempo y energía a comentar, analizar y discutir sobre los peores temas, los delitos contra mujeres y niños, sabiendo que a la gente le interesa seguir estos hechos. Y si mucha gente los sigue, esto significa dinero y publicidad. Esto crea en la gente la sensación de que estos hechos son mucho más frecuentes de lo que en realidad son y razona: ‘si todos los medios me vuelven a hablar de esto, significa que es hasta probable que me ocurra’. Entonces los padres ya no tienen libertad para dejar a sus propios hijos libres”.
Toda esta situación redunda en una desconfianza hacia los demás: “no te paras con nadie, no aceptas nada de nadie... Es un trabajo importante para políticos y para los medios ayudar a la gente a entender cómo es la realidad. La violencia ha aumentado, los niños sufren violencia y abusos, así como las mujeres. Pero esta violencia y estos abusos ocurren más en casa que en la calle”.
Siguiendo esa línea, insistió en aconsejar “a mis colegas padres que eduquen a sus hijos a tener confianza en los demás. Los demás son siempre potenciales amigos. Hay que educarlos para que sepan que si tienen un problema cuando están fuera de casa pueden parar al primer adulto que encuentren. La persona que encontramos en la calle nos ayudará siempre. La calle es segura porque es un lugar social donde hay encuentro. O mejor: la calle es segura si hay un lugar social, si no la abandonamos. La calle aislada, oscura, donde uno tiene que moverse en soledad, puede ser peligrosa. Una calle vivida y participada es un lugar seguro”.
SE EMPIEZA POR EL BARRIO
Si bien la temática que abordó Tonucci tiene puntos en común con muchas ciudades del mundo, las diferencias entre su tierra y la nuestra es notoria; en más de un sentido y en este también. “En Rosario se estaba discutiendo sobre el tema de la seguridad y los niños comentaban que ellos mismos habían padecido atracos, robos, violencia. Yo estaba desesperado y pensaba: ‘acá no sale nada’ Es que cuando hablamos con niños italianos nos dicen que lo han visto en televisión, que los padres les han dicho que puede ocurrir o le ha sucedido a un conocido. Pero en este caso a él o a ella les había ocurrido que lo parasen en la calle, a otros más grandes con un revolver o una navaja para sacarle las zapatillas, la mochila, el reloj, la bicicleta”. Aún así los niños reivindicaban su autonomía: “Entonces les pregunté cuál era la propuesta. Empezaron a decir lo que escuchan de los adultos: que se necesitan más policías, más cámaras de videos, que los adultos los acompañen. Hasta que otro niño levanta la mano y dijo que no pensaba lo mismo: ‘creo que los adultos pueden ayudarnos, pero de lejos’, dijo el niño. Fue una respuesta impresionante que cambió todo. Fue otro caso como el de Federico, que permitía armar una política con nuestros colegas adultos”.
La idea sigue siendo la misma: ocupar el espacio público para que éste se vuelva más seguro. Y empezar por el barrio, “donde se desarrolla buena parte de la vida de niños y niñas, amas de casa, ancianos, pobres, minusválidos que no utilizan la ciudad grande. Podemos pensar reglas que valen dentro de los barrios y otras para aplicar en avenidas grandes que los atraviesan”.
“Si conseguimos que la gente vuelva a vivir la calle, los niños volverán a ir a la escuela sin adultos, confiando en la ayuda de los vecinos”, imaginó Tonucci para.retomar la propuesta con la que abrió la charla, que “no pasa tanto por pensar una seguridad para los niños sino por invitar a los niños a ofrecerse para la seguridad de la ciudad”. Claro que en un marco de compromiso político, como reclaman los “federicos y federicas” de todo el mundo.
DEL DICHO AL HECHO
“Los adultos son muy rápidos y generosos para prometer, especialmente respecto de los niños, y hacen muy poco por respetar las promesas”. Con esta frase Francesco Tonucci introdujo el último tema de su conferencia en nuestra ciudad: el cumplimiento de la declaración y la convención de los derechos del niño. La primera data del 20 de noviembre de 1959, cuando Naciones Unidas decidió aprobar la declaración. “Salíamos de la Segunda Guerra Mundial que no se vivió en el teatro de la batalla, fuera de las ciudades como la primera. Se vivió dentro de las ciudades, invirtiendo la relación entre soldados y civiles. Con todos los desastres que habían ocurrido, las casas destruidas y la situación de los huérfanos, los adultos se dieron cuenta de que tenían que defender a la infancia. Fueron diez artículos enfocados en protegerla del hambre, la ignorancia, las enfermedades y la explotación”.
Treinta años después, “hubo pensadores e investigadores que demostraron que la declaración no era suficiente y en el ‘89, también un 20 de noviembre, Naciones Unidas aprobó la convención de los Derechos del Niño”. Adoptada por numerosos países, la Convención alcanzó rango constitucional en la Argentina, en un acto que ocurrió en muy pocos países. “La novedad de la convención es que reconoce a los niños como ciudadanos. No futuros ciudadanos, sino como ciudadanos desde el nacimiento. Hace a los niños titulares de derechos, con un peso social y político”.
“No voy a hacer pruebas, pero sería interesante que preguntara quién conoce el artículo que dice una u otra cosa. Qué funda o declara el derecho al estudio o a la palabra o a la expresión libre, al juego. Y no se cuántas manos se levantarían”, concluyó Tonucci. El desafío quedó planteado.
“Los niños tienen derecho a jugar donde quieran y cuando quieran. Y de este derecho tendrían que ser garantes los gobernadores, los intendentes y los policías. Tendríamos que cambiar todos los carteles de las ciudades y que los nuevos digan: ‘se invita a los niños a jugar, se invita a los adultos a no molestar a los niños que están jugando’ “.
Francesco Tonucci,
Pedagogo italiano.
TRES EXPERIENCIAS
Francesco Tonucci describió tres situaciones que ocurrieron en sendas ciudades, todas en diferentes países, y que coinciden en la necesidad de recuperar el espacio público como garantía de seguridad. A continuación, una síntesis:
- En Milán: “En una zona céntrica de Milán hay una calle sin salida donde, en verano o después de cenar, los niños salían a jugar. Allí se creó un giro de prostitución y droga. Los vecinos llamaron a la policía;.cuando ésta llegaba, estas personas se iban y cuando se iba la policía, volvían, y así. Hasta que un adulto lo pensó de otra manera: ‘a las 9, como cenamos, bajamos con nuestras sillas y nos ponemos en la vereda a charlar entre nosotros’. Otro día una persona llegó con una tarta y la repartió, otro día jugaron a las cartas, otro más se hizo un pequeño espectáculo. La calle empezó a vivir, la droga y la prostitución desaparecieron. No se solucionaron estos problemas pero la calle volvió a ser para los ciudadanos, y lo lograron ocupándola.
- En Ciudad de México: “El alcalde conocía mi proyecto y me invitó porque quería llevarlo a la ciudad. Estaba previsto un encuentro público dentro del palacio de la Alcaldía con mucha gente. Antes, me recibió en su despacho y le hablé de estas cosas. Él me miró y me dijo: ‘usted se da cuenta de que todos los días tenemos muertos en tiroteos, violencia privada, enfrentamientos entre bandas en los que muchas veces entran mujeres y niños’. Yo no sabía cómo seguir adelante. Bajamos al lugar de la conferencia, me dio la palabra y pensé que era coherente mantener mi propuesta. Cuando él tomó la palabra me dijo: ‘me parece muy sugerente la relación entre seguridad como resultado y el tipo de sociedad que tenemos. Que si en los espacios públicos hay niños y niñas esta será una sociedad segura porque con ellos se respetan el ambiente y las normas’. No se qué ocurrió a lo largo de la escalera pero estaba totalmente convertido”.
- En Pontevedra: “Es una ciudad pequeña, de unos 80 mil habitantes, en el norte de España. El año pasado volví después de un tiempo y el alcalde me presentó en una conferencia y me dijo: ‘esta es tu ciudad’. Dijo que era alcalde diez años atrás cuando di una conferencia y lo convencí de cambiar las prioridades. Normalmente, la preocupación de los administradores es resolver, primero, el tema del tránsito; en segundo lugar están los medios públicos y, por último, los peatones. Pero cuando llegamos a los peatones y ciclistas no nos queda casi nada. En una calle de 9 metros, si hay que resolver el tema del tránsito con dos sentidos más estacionamiento, quedan 1,5 metros de vereda de un lado y otro. En Pontevedra se decidió dejar 2,5 metros de un lado y otro, para que puedan circular los peatones, y lo que quedó libre fue el espacio de los coches, que se resolvió con un solo sentido de circulación. Así, la vida de los conductores se hizo más complicada y la de los peatones, más fácil”.