Una comedia de jóvenes para jóvenes, con buen ritmo, conocimiento del medio y sincero registro del lenguaje, comportamiento y conflictos propios de la edad. Para seducir al renovado público post-noventista. Foto: Gentileza Buena Vista
VÓLEY
Control, descontrol y viceversa
Una comedia de jóvenes para jóvenes, con buen ritmo, conocimiento del medio y sincero registro del lenguaje, comportamiento y conflictos propios de la edad. Para seducir al renovado público post-noventista. Foto: Gentileza Buena Vista
Rosa Gronda
Un grupo de amigos -cuatro chicas y dos varones- deciden festejar Año Nuevo lejos de adultos, en una casa familiar en el delta del Tigre. Cada uno representa arquetipos más o menos identificables en todos los grupos juveniles: el seductor, torpe pero tierno y un poquitín ridículo (Nico); la controladora (Manuela); la naif (Pilar); la intelectual introvertida (Cata); el seriecito y responsable (Nacho); la rubia superficial pero atractiva (Belén).
Los chicos programan desarrollar la convivencia con estrictas normas de limpieza y distribución del trabajo -quién cocina, quién lava- y una democrática rotación, como en el vóley, por cada uno de los cuartos de la casa, lo que facilita imprevistas infidelidades. El director expone a sus criaturas confundidas entre pulsiones y sentimientos, exhibe sus virtudes y defectos sin juzgarlos ni detenerse en un único punto de vista. Para eso cuenta con un casting inmejorable, donde cada actor interpreta con gracia y hace muy creíble su personaje (a la conocida solvencia de Efron, Darín, Piroyansky y Urtizberea se suma la grata sorpresa de Justina Bustos y Vera Spinetta en sus roles).
Sin dejar de ser la clásica comedia de situaciones, fijada en un tiempo y espacio únicos, la película tiene mucho de la picaresca adolescente de las populares teen-movies americanas con hilarantes encuentros y desencuentros sexuales. Pero también esta comedia de enredos, orientada a los adolescentes tardíos de nuestros tiempos y de clase media alta, tiene interrogantes y autodescubrimientos con relación a la amistad, al amor y a sus sombras. Lo hace con un discurso que entremezcla momentos graciosos con otros patéticos, a lo que contribuye un buscado descontrol que empieza con mucho vino y sigue con honguitos alucinógenos del delta, hasta provocar la crisis del grupo, una vez que se ha recuperado la razón.
Amor no, sexo sí
“Vóley” elude lo previsible del cine argentino respecto del sexo y sobre todo, a cómo referirse él. Aquí no hay sexo explícito ni pornografía (si se observa cómo se resuelven las escenas más hot, es más lo que se insinúa que lo que se muestra) y, por lejos, todo es más natural que en una de Porcel y Olmedo, por nombrar un clásico tan argento como el queso y el dulce de batata.
La droga y el sexo aparecen en “Vóley” como elementos de ruptura del orden establecido, en tanto transgresión consentida hasta con cierta inocencia, como si se tratara de las travesuras de un niño experimentando en un tono de juego.
A diferencia de la juvenilia ochentista de películas como “Porky’s”, con sus adolescentes ansiosos por perder la virginidad, estos jóvenes parecen estar de vuelta, y simplemente -y ante todo- quieren preservar su libertad con mucho miedo al compromiso. Sólo hay una pareja formada, aunque en su vínculo no está todo dicho. Detrás de los constantes gags y chistes resuena algo menos evidente: la pregunta por cómo el deseo puede ser a veces destructivo.
Igual a lo que sucede en el proceso de individualización de un niño como parte de su desarrollo, cuando la cosa empieza a derivar de comedia sexual liviana a melodrama de confesiones, aparece el tema del paso desde la despreocupación sexual adolescente al momento en que los sentimientos empiezan a salir a la superficie.
Desde adentro
Como un joven émulo de Woody Allen, Martín Piroyansky, nacido en 1986, no sólo escribe y dirige sino que también protagoniza. Mira desde adentro el universo que expone y sus interrelaciones. Su sentido del humor moderno, poco solemne y hasta irreverente hace que sus personajes se sientan bien naturales y auténticos, sostenidos sobre una batería de gags físicos y también verbales que funcionan junto a pasajes menos logrados, con chistes escatológicos al peor estilo de las comedias de los hermanos Farrelly.
En su franca exposición sobre la forma de vincularse de “los jóvenes de hoy en día”, “Vóley” logra divertir y distraer. Es un entretenimiento descontracturado y sincero, que al mismo tiempo se pregunta por la lucha entre las formas civilizadas y lo más primario que subyace adentro de cada uno y también refleja el gran vacío que nos toca vivir en estos tiempos de líquida modernidad.
BUENA +
“Vóley”
(Argentina/2014). Guión y dirección: Martín Piroyansky. Elenco: Martín Piroyansky, Violeta Urtizberea, Chino Darín, Inés Efrón, Vera Spinetta y Justina Bustos.
Fotografía: Julián Ledesma. Música: Nicolás Sorín. Edición: Pablo Barbieri. Sonido: José Luis Díaz. Dirección Arte: Hernán Aragunde. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 95 minutos. Se exhibe en Cinemark.