Opinan tres reconocidos pedagogos

De cintazos y chirlos: ¿un debate perimido o vigente?

  • “Si el adulto se mete con el cuerpo de un niño, se acaba la autoridad paternal y empieza la violencia física”, sostiene uno de los especialistas. Otra pedagoga asegura que el castigo físico está desterrado de la escuela, aunque persisten las violencias simbólicas.
 

Mariela Goy

[email protected]

Twitter: @goymariela

Tiempo atrás aparecieron declaraciones sobre “cintazos”, “varillazos” y “chirlos” como recursos para educar a los chicos, que se asomaron a la opinión pública -cuanto menos- como recursos extemporáneos y reprobados por la pedagogía actual. Tres reconocidos pedagogos que hace poco estuvieron en el Paraninfo de la UNL, aceptaron opinar sobre si éste es un debate perimido o continúa vigente.

Las consideraciones fueron disímiles y vinieron acompañadas de interesantes reflexiones. Mientras uno de ellos negó que “haya un debate extendido” alrededor del tema, otra pedagoga apuntó que si la cuestión “vuelve a la luz pública es porque todavía está presente”. Y una tercera especialista pidió “sacar la preocupación del fervor de un debate de campaña”, lo cual se tuvo en cuenta a los fines de la publicación de esta nota. Vale aclarar que si bien algunos de esos dichos pertenecieron a un candidato, la declaración más reciente de “dos o tres palmadas en el traste no vienen mal” corresponde al Papa Francisco.

El doctor en Educación, Mariano Palamidessi, consultor del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE-Unesco Buenos Aires), no cree que “haya un debate en torno al tema, sí una discusión acotada, un intercambio de posiciones que de algún modo expresa un cierto orden de la autoridad perdida. Hablo de una autoridad más tradicional, de un modelo de familia más ‘posicional’ que ‘negociada’, que es como vivimos en los últimos 40 ó 50 años”.

El especialista diferenció entre la educación en el hogar y en la escuela. En este último espacio, que está institucionalizado y regulado por leyes y el orden público, el castigo físico (como el viejo puntero con el que se solía castigar a aquel que no sabía la lección) “está totalmente desterrado de la educación formal”, aseguró. Sobre la reprimenda física en el hogar, opinó que muchas veces tiene que ver con la “impotencia” del adulto para regular una situación o expresar un límite a un niño o joven. “Cuando se llega a ese extremo, se acaba la autoridad paternal y empieza la fuerza física”, sostuvo.

No obstante, Palamidessi advirtió que tampoco sería deseable llegar al punto de la sociedad norteamericana, donde un docente prácticamente no puede tocar a un niño porque “se ha exagerado” el tema del acoso sexual y de la violencia. “Cualquier docente en algún momento tuvo que hacer uso de la ‘autoridad física’. Es decir, dos chicos se están peleando y el docente debe ir a separarlos; hay que usar cierta fuerza para contenerlos y agarrarlos firmemente. Entre los educadores está claro que tanto en la docencia como en la crianza parental, hay una dosis de trabajo corporal. Ahora, el castigo físico es otra cosa”, diferenció.

“Si hace ruido, hay que atenderlo”

Por su parte, la pedagoga Elida Giraldo, profesora de la Universidad de Educación de Antioquía (Colombia), consideró que si sale a la opinión pública, no es un debate cerrado. “Si se hacen algunas apreciaciones sobre estas prácticas de ‘disciplinamiento’, por decirlo de alguna manera, es porque todavía están presentes. Que no haya todo el tiempo una materialización de la práctica, no implica que las creencias, los principios no sigan anclados y puedan aflorar en algún momento”, opinó.

“Si hace ruido, hay que atenderlo -propuso Giraldo-; tratar que de alguna manera se abra un diálogo y se pongan sobre la mesa todas las perspectivas. Entonces, sería importante retormarlo, volver sobre el asunto, trabajarlo, y finalmente ver qué está sucediendo con las personas en las que está resonando ese discurso”.

Aportó que hoy asistimos a otro contexto en el que las formas de relacionarnos es distinta. “Una autoridad no se propone simplemente porque yo diga que tengo la autoridad o que soy el maestro, la voy a tener que construir más como un asunto de legitimación, de relación con el otro desde el punto de vista de convertirme en un referente; al final, siempre es el otro el que legitima”.

Sobre la escuela y las “violencias simbólicas”

La doctora en Educación, Graciela Frigerio, de aquilatada trayectoria a nivel nacional y actual directora de la Maestría en Políticas Públicas para la Educación, de la UNL y el Ministerio de Educación provincial, indicó que si alguien se mete con el cuerpo de un niño a través de la fuerza, es porque se ha perdido toda posibilidad de que entre ese niño y ese adulto, haya reconocimiento y respeto recíproco.

Según recordó, la pedagogía ha tenido en otra época “elementos monstruosos” que son exhibidos en el Museo de la Pedagogía de Uruguay. “Unas lenguas de felpa que se les ponía a los niños charlatanes, las verdaderas y auténticas orejas de burro, los elementos casi de tortura para que tuvieran la espalda derecha, la manera de atarlos para que se volvieran diestros cuando eran zurdos. La escuela siempre ha intervenido sobre el cuerpo del niño y no de las maneras más amables”, apuntó.

Al respecto, Frigerio expresó: “Queremos creer que eso ha sido totalmente desterrado de la escuela, lo cual no quiere decir que, excepcionalmente, no se ejerzan violencias simbólicas, que son devastadoras para un niño. Cuando es etiquetado, estigmatizado, avergonzado, despreciado; cuando tiene que sentir vergüenza de quien es, del medio donde nació, de la familia a la que pertenece; cuando se lo quiere convencer de que carece de inteligencia; cuando a un niño se lo culpa de algo que no cometió, son formas de violencias que a los efectos del aparato psíquico son tan devastadoras como un chirlo”, cerró.

13-IMG_9609.jpg

Graciela Frigerio

Foto: Mauricio Garín

13-MARIANO.jpg

Mariano Palamidessi

Foto: Gentileza IIPE

13-IMG_9638.jpg

Elida Giraldo

Foto: Mauricio Garín

El odio hacia los niños

Graciela Frigerio señaló que la relación entre los grandes y los chicos, a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido sumamente compleja. “Antes los niños se tenían porque no quedaba otra, porque se necesitaba reproducir la mano de obra; incluso se seleccionaban los niños poniendo al muere a algunos en detrimento de otros, por genes o porque no se correspondían con ciertas imágenes. Con esto quiero decir que la humanidad tiene una larga historia de poner en tensión el ‘amor’ hacia los niños, con lo que podríamos llamar el ‘odio’ hacia los niños”, sostuvo.

La pedagoga amplió que “el odio hacia los niños es lo único que justifica que en un país donde hay recursos, haya niños que mueren de hambre; que en un país con medicamentos, haya niños que mueran de enfermedades; que en un país donde todo el mundo podría ser reconocido, haya niños que forman parte de la masa de los excluidos”.

“Todo esto para decir que la relación entre grandes y chicos no se escribió nunca unilateralmente del lado del cariño, el amor, el respeto o el reconocimiento. Por eso, hubo que inventar leyes para protegerlos, y hubo que escribir sus derechos en la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Las leyes no hubieran sido necesarias si los niños habrían sido respetados, queridos”, añadió.