MIRADA DESDE EL SUR

Colectivos rosarinos parados

POR RAÚL EMILIO ACOSTA

En la ciudad de Rosario, muchos nos preguntábamos por culpa de quién pararon los colectivos en la semana. Un paro del TUP (Transporte Urbano de Pasajeros) deja a la ciudad en mal estado. Ánimo, comunicaciones, negocios: todo a disgusto. Todo mal.

Es un conflicto que tiene tres actores y una víctima. Las autoridades políticas. Los empresarios. Los trabajadores. La víctima: el usuario.

En buenas épocas, hay 700.000 boletos diarios. Por 22 días hábiles promedio, se llega a una cifra realmente importante. Todos los pasajeros son/somos víctimas.

El asunto se complica porque el Estado Municipal también es empresario. Es autoridad y empresario. No le va muy bien. Deficiente administración, qué duda cabe.

Siempre, sobre estas razones, hay culpas concurrentes y solterías eternas, porque con la culpa no se quiere casar nadie. Pero hay varios culpables.

El primer culpable es el tiempo que, hojita de almanaque sobre hojita de almanaque, trae las cosas hasta el día de hoy. Había problemas de gestión. Esto se sabía en noviembre. Esto se sabía en febrero. Esto se sabía muy bien antes del 19 de abril. Esto se sabía muy bien antes del 14 de junio. ¿En qué cosa estaban complicados en febrero, en abril y en junio los actores políticos rosarinos? En febrero, armando las listas; en abril, con las internas o primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Y después del cuicui por la cercanía del triunfo del PRO Peronismo, el 14 de junio tratando de salvar la ropa de lo que había. Poco tiempo tenían para conversar seriamente un problema que el almanaque, hoja tras hoja, les traía encima.

Todavía no está lo peor del problema. Lo peor del problema aparecerá cuando, junto a Cornejo, titular de la UTA, el gremio de obreros del TUP, Agustín Bermúdez, el empresario, diga: “Me voy. Me prorrogan por mucho tiempo la licencia o me voy. Aquí les dejo los colectivos de morondanga, hecho perchas, en la basura, y aguanten con eso”. La frase es mía, pero mi imaginación es muy cercana a la realidad. A Rosario le falta esa cuestión, de la que nadie está hablando porque hay, insisto, cobardía en muchos actores, complicidad en algunos, desidia en muchos y le diría que falta de capacidad técnica en otros.

Esto se sabía. Cualquiera sabe que la inflación existe en la Argentina. No operar sobre los números, teniendo en cuenta la inflación, es poco menos ignorancia o, directamente, incapacidad.

Junto con la inflación directa, la indirecta que provocan los insumos.

La nafta, las gomas, no podemos decir los seguros porque los colectivos de Rosario no tienen seguro. Y ojalá no choque usted nunca contra un colectivo rosarino.

Finalmente los sueldos. Porque ésta es la otra cuestión. En Rosario, terminamos enfrentados con los compañeros de la UTA, que quieren ganar bien. ¿Quién se anima a decir: quiero que gane menos un colectivero? Nadie. Entonces, ése no es el tema; entonces ése no es el problema. ¿Dónde está el problema? El problema está en que los concejales no saben cómo ponerse los pantalones. Dicho esto metafóricamente, porque hay señoritas y señoras allí también. Y el Ejecutivo tiene sobre este punto melindres, remilgos, titubeos.

Y la otra cuestión: la licitación se vence en semanas y debe llamarse a una nueva. Ja. Doble Ja. Licitación que están pensando en prorrogar (ese pedido de licitación, ese concurso, al 2016). No se animan a decirlo. Están pensando en eso, del mismo modo que los concejales ahora están pensando “Nos pusieron un palo en la cola, vamos a devolvérselo y que la intendenta Mónica Fein resuelva esto sola”. Las concejalías estallan en este punto.

Ahora todo estalló por los aires.

El 19 de abril más de 80 de cada cien rosarinos desconfiaban de esta administración. El 14 de junio 70 de cada cien rosarinos seguían desconfiando. En la primera semana de agosto el transporte público se convirtió en la verdad, la única realidad. Como es una realidad que la intendente tiene éste y cuatro años más la ciudad a su cargo. Y que hay muchos concejales opinando.

En Rosario, hubo un conflicto de transporte urbano que tiene tres actores y una víctima. Las autoridades políticas. Los empresarios. Los trabajadores. La víctima: el usuario.