INAUGURACIÓN EN EL MAC
INAUGURACIÓN EN EL MAC
“Veringlais, territorio de Jitanjáforas”
José Luis Roces expone en la nueva muestra que propone el Museo de Arte Contemporáneo de la UNL.
Francisco Bitar afirma: “Estos objetos representan la metáfora misma del hecho artístico: el objeto menos su funcionalidad, la gratuidad de toda obra de arte, etc.”.
De la Redacción de El Litoral.
Este viernes a las 17 en el MAC, Bv. Gálvez 1578, quedará inaugurada la exposición: “Veringlais, territorio de Jitanjáforas”, de José Luis Roces, con producción y diseño espacial de Miguel Benassi y José Luis Roces; y coordinación editorial de José Luis Volpogni y Stella Arber.
En un fragmento de su texto “Señales latentes”, Arber sostiene: “Piezas, estructuras, cosas reunidas, elementos aunados que surgen como revelaciones, que dominan el espacio aun en su pequeña dimensión y crean presencia absoluta. Idea de plenitud concentrada que permite mantener el foco visual, cargando a cada una de las obras la sensación de intensidad dadora de vastedad perceptiva. Todo ello aporta una energía que se naturaliza por sí sola sin referentes. Se destacan en su cruda esencia -aunque los acabados marquen personales y obsesivos pulimentos- huellas físicas de un proceso para dar lugar a las nuevas formas, donde se descartan facilismos e improvisaciones”.
“Se puede captar una exploración tanto física como conceptual del artista, llevando así a sus obras, a exaltar componentes de contrastes, lo fluido y lo orgánico a la par de lo geométrico, activando dispares sentidos para abarcarlo todo, en una gran comprensión de la materia que usa, en un juego de abalorios y materiales con cierta precariedad visual que se encuentran aquí elevados, destacados y potenciados. Un carácter lúdico a la vez que racional es también otro contraste observable sin relato narrativo posible”, advierte.
“Aparece de este modo el acontecimiento, el espacio de lo inusual, la materia infinitamente renovable, que a condición de lo no conocido, surge sin conflictos, llenas de tensiones visuales se autodefinen, se autoproclaman. Estas estructuras vacías de reflejos y significaciones sólo dejan entrever alguna que otra señal, que se avista para asimilar lo desconocido, que tratamos de emparentarlo con alguna experiencia o referente que rumorea por ahí como un efímero evento que se evapora ante lo nuevo”, destaca.
Stella Arber sostiene: “Se puede captar una exploración tanto física como conceptual del artista, llevando así a sus obras, a exaltar componentes de contrastes, lo fluido y lo orgánico a la par de lo geométrico”.
Miradas
Por su parte, en “Los platos del futuro”, Francisco Bitar sostiene: “Trompos, floreros, platos servidos en restaurantes del futuro, radios de diseño que cristalizan en el aire las señales recibidas por su antena, los objetos de José Luis Roces son todo esto solamente por un ejercicio de imaginación; el espectador, tarde o temprano, deberá asumirlo: no hay nada en esta muestra que no sea esa trampa delicada por donde el ojo se pierde. Es así como estos objetos representan la metáfora misma del hecho artístico: el objeto menos su funcionalidad, la gratuidad de toda obra de arte, etc. Y, sin embargo, en ese guiño aparente a los diletantes del arte por el arte, hay un nuevo desmarque por parte del artista: José Luis nos habla, con sus obras, de su tiempo: un mundo nuevo, siempre nuevo (o, en todo caso, rejuvenecido mediante siliconocados y otros recursos portoplasmáticos), tecnologizado sólo en parte pero estetizado al tope, donde los cuerpos comienzan a confundir la trascendencia con la perpetuación. Si seguimos así, nos recuerda esta muestra, el único artista capaz de pintar el cuadro de nuestra posteridad será el taxidermista”.
Silvia Calosso, en su texto “Cuando llega veringlais”, aporta: “El señor Miguel plantó en su hijo artista una semilla elocuente: el deseo y la búsqueda de un territorio visual ‘jitanjafórico', donde el fruidor no vea signos con un referente, sino signos autónomos, que no refieran a nada conocido, a ningún objeto de la ‘realidad' sino a sí mismos, como algo nuevo y fundante. Unidades que pueden asociarse con otras y configurar sintagmas visuales que gocen de su propia coherencia interna, su propia gramática, la que inventa el artista para su producto inefable, ese objeto no explicable que, como escuchamos por acá hace muchos años, en una feliz cita de Eleonora Traficante: ‘Sale y te toca'”.
Nidia Maidana, en “Encaje Veringlais”, expresa: “Juguetes de niños del futuro tan pulidos como coloridos; joyas erizadas para damas intergalácticas; recipientes con flores de una guerra post-atómica; muestras 3 D de cenas deconstructivas, los veringlais de José Luis Roces nos convocan, persuasivos, desde cajas iluminadas que citan las vidrieras de la plaza Vendôme. En sus superficies, la seducción de la mercancía se matiza con la opacidad del arte. Aunque la forma no sigue a la función, la cualidad de lo diseñado destaca en ellos: la calidad de los materiales, la obsesión por los acabados perfectos, la reiteración de la simetría... los dispositivos para su exhibición. Por ello, es posible conjeturar (o imaginar) que en ‘Veringlais...' se practica el contrabando inverso: haciendo trasponer ilegalmente al Arte las fronteras del Diseño... Así, hoy, a un siglo del movimiento de los artistas de vanguardia, el Diseño ‘en-caja' al Arte en Veringlais”.
Finalmente, José Luis Volpogni en “Pom'po Pom'po Pom Po Pom Pon” (nombre de una pintura de René Magritte de 1947), sostiene: “Cuando en la experiencia artística nos topamos ante una obra que no podemos nombrar, que no podemos denominar, caemos en un profundo estado de ambigüedad, de desazón, de camino hacia el abismo... Buscamos enseguida la referencia para saber cómo está hecha, cómo se llama... vamos al cartelito y leemos ‘Mujer con silla y esterilla'. Volvemos a la imagen y empezamos a ver... un pezón, un pedazo de esterilla, algo que parece una pata de silla, y la calma vuelve a nuestro ánimo y nuevamente el sentido nos pone en el devenir existencial. La cosa se asocia a la palabra y la calma vuelve. Esa hiancia que se abre ante la posibilidad de no conexión entre lo que vemos y un sentido posible es abrumadora, desconcertante, peligrosa y nos pone ante una situación límite. La mínima posibilidad de no encontrar significado nos pone frente al abismo y no nos damos cuenta de que el abismo no es tan largo sino que la soga es muy corta para subir”.
Nidia Maidana opina que “en sus superficies, la seducción de la mercancía se matiza con la opacidad del arte”.
Fotos: Gentileza Producción.
Patrimonio activo
En el programa “Patrimonio activo” que lleva adelante el MAC, se presenta en esta oportunidad, una variable de planteos desde el Grabado, disciplina ancestral en la que el artista utiliza diferentes técnicas de impresión como xilografía, aguatinta, litografía, etc.
José Luis Volpogni opina: “Cuando en la experiencia artística nos topamos ante una obra que no podemos nombrar, que no podemos denominar, caemos en un profundo estado de ambigüedad, de desazón, de camino hacia el abismo...”.