Entrevista a Héctor Shalom
Entrevista a Héctor Shalom
Ana Frank sigue vigente porque hoy existen nuevas “resistencias”
El director del Centro Ana Frank Argentina propone pensar quiénes son las víctimas hoy, cuáles son las causas de vulnerabilidad en la adolescencia, qué significa “resistencia” en los tiempos actuales. Aprender del pasado para reflexionar sobre el presente.
Héctor Shalom viene seguido a Santa Fe, dado que el Concejo organiza la visita a la ciudad de la muestra itinerante sobre Ana Frank, entre otras actividades. Foto: Flavio Raina
Mariela Goy
mgoy@ellitoral.com
“Lo que me asombra es no haber abandonado por completo mis esperanzas, que parecen absurdas e irrealizables. Y, sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo y sigo creyendo en la innata bondad del hombre”. La adolescente Ana Frank escribió en su diario las vivencias y pensamientos de haber estado obligada a esconderse durante dos años con su familia, huyendo de los nazis.
Hoy, 70 años después, su diario -rescatado para la posteridad- ya fue traducido a unos 80 idiomas, entre los últimos, al Zulú. “Ana Frank era una chica muy inteligente, muy comprometida con el valor de la vida y que nos ha regalado para las siguientes generaciones justamente eso: la posibilidad de reflexión sobre el sentido de la vida”, sostiene el Lic. Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank Argentina.
“La historia de esta adolescente es un acto de resistencia, es una manera del no someterse pasivamente a la adversidad, y hoy su legado sigue vigente porque existen nuevas ‘resistencias’ que interpelan a nuestros jóvenes en su vida cotidiana”, señala el entrevistado.
—¿Por qué considera que Ana Frank genera tanta identificación en los adolescentes?
—Eso tiene que ver con que es una adolescente como ellos, con los mismos interrogantes y dudas existenciales. Pero además, ella tiene una visión muy positiva del hombre y de la vida. Desde su dolor, construye una visión optimista y esperanzadora. Nosotros somos conscientes de que recuperamos esas cuestiones de su legado, de su texto, pero en función del aquí y ahora. Es decir, nos importa muchísimo entender la historia de discriminación, de persecución, de manipulación de la sociedad, pero si Ana estuvo escondida dos años fue porque alguien la protegió, la ocultó. Entonces, ponemos fuerte valor en la “resistencia” y en las personas que asumen riesgos por proteger a otros.
Sin hacer extrapolaciones directas de la historia, podemos pensar que frente a un hecho de violencia, de vulneración o discriminación del que está lado, enfrentamos las mismas opciones: defenderlo, sumarnos al agresor o mirar para otro lado. Podemos mirar nuestra cotidianidad y preguntarnos: ¿Qué pasa en el aula, en la escuela, en un grupo social? ¿Hay percepción de cuánto se lastima al otro?
—Hoy, algunas adversidades para los adolescentes son la violencia, el consumo de drogas, la discriminación por su condición social, gustos o ropa. ¿Éstos son los embates que deben “resistir”?
—Por eso mismo, para nosotros las preguntas que debemos hacernos son: ¿quiénes son las víctimas hoy?, ¿cuáles son las causas de vulnerabilidad en la adolescencia?, ¿qué significa “resistencia” hoy? Creo que los adolescentes son víctimas de un discurso social que los estigmatiza, los descalifica y los denigra. Hoy, mediáticamente aparece un episodio delictivo producido por un adolescente y esto tiene un grado de repetición y multiplicación tal que genera la sensación de que detrás de cada adolescente hay un delincuente. No hay un chico que haya nacido para ser delincuente ni una chica que haya nacido para ser prostituta. La realidad es que detrás de cada chico que delinque hay una historia de hostilidad, de fracaso, frustración, exclusión y de utilización que hacen algunos adultos de ellos. Por eso, todos nuestros proyectos del Centro Ana Frank son conducidos por adolescentes, por chicos que no vienen de otros mundos si no que surgen de la misma diversidad de escuelas, de barrios. Cuando hacemos estas experiencias, nos queda la sensación de que los adultos estamos ofreciéndoles a los jóvenes muy pocas opciones de trascendencia, de construcción positiva, de proyectos significativos para su vida, de oportunidades para que desplieguen su talento y su responsabilidad.
Lectura obligatoria
—¿El “Diario de Ana Frank” debería ser de lectura obligatoria en las escuelas?
—Sí, absolutamente. Hemos obtenido una ley nacional que establece el natalicio de Ana Frank, que es el 12 de junio, como el Día de los Adolescentes y Jóvenes por la Inclusión Social y la Convivencia contra toda forma de Violencia y Discriminación, que se estableció a partir de una iniciativa aprobada primero en Santa Fe y luego a nivel nacional. A veces, hay un riesgo de que la historia de Ana Frank se tome como una novela tierna de una chica que sufrió, y ahí estaríamos quitándole todo el peso de resistencia, esperanza y compromiso social. Nosotros pensamos que la historia de dolor de Ana Frank, así como la de la última dictadura militar argentina, tiene que ser parte de una pedagogía de la esperanza, no del horror, poniendo el acento en la resistencia.
—Uno tiende a pensar que Ana Frank resume en su figura todo el horror del nazismo, pero usted habla más bien de rescatar su mensaje de esperanza, a pesar de que ella no sobrevivió al campo de concentración.
—Hay un dato significativo: los medios me llaman siempre en el mes de febrero, que es el aniversario de la muerte, y me preguntan qué actos va a haber. Les contesto que ninguno porque todo lo que se hace sobre Ana Frank se hace sobre su nacimiento, porque ponemos en valor la vida. Nosotros queremos recuperar de Ana Frank lo que ella hizo y no lo que a ella le hicieron. Porque si uno pone el acento en lo que a ella le hicieron vuelve a estar de relieve el agresor, el perpetrador, el nazismo asesino de la vida. Este mensaje también lo trabajamos en el proceso de la dictadura argentina ¿Dónde se pone el acento? ¿En el dictador o en aquellos que -se comprenda o no- quisieron construir una sociedad y una vida más justas?
“El nazismo es una escuela”
—¿Por qué la comparación del nazismo con la dictadura argentina si fueron dos hechos históricos distintos?
—Por supuesto que somos muy respetuosos de los procesos históricos en geografías y períodos distintos. Pero para nosotros, el nazismo fue como una gran escuela que ha enseñado al mundo cómo se organizan los genocidios, cómo se identifican víctimas, cómo se las demonizan, cómo se construye una estrategia propagandística para que finalmente toda la sociedad crea que al desaparecer los “culpables”, van a desaparecer los problemas. Ésta es una construcción y allí han quedado planteados los principios de organización de los cuales han aprendido los responsables tanto militares como civiles de nuestros golpes de Estado. En ese sentido, el nazismo es “escuela” y tenemos que desandarla.
Por otro lado, han llegado 1.500 nazis a la Argentina que no se han dedicado precisamente a la cría de ovejas en la Patagonia, si no que, como buenos genocidas, han seguido intercediendo, intercalando, inspirando, enseñando. Por eso, nuestra decisión de ir a la Corte Penal Internacional, ya que es un interrogante que el mundo democrático no se haya interesado en juzgar a los nazis. A partir de lo cual, para nosotros tiene un gran valor que la Argentina haya construido esta voluntad social de que los crímenes de lesa humanidad sean juzgados. El concepto de justicia es parte de un concepto de esperanza. Si el que torturó, asesinó, construyó centros clandestinos, puede estar libre en la calle, se nos hace más difícil construir esta visión esperanzadora en los jóvenes que si les decimos: ha habido actores siniestros en la historia y han pagado por eso.