Duelo al sol
Poderoso caballero es Don Dinero
Thriller de supervivencia. Narrado con buen pulso y oficio, el film es el relato de una cacería humana en el marco del abrasador desierto de Mojave.
Foto: Gentileza Roadside Attractions
Rosa Gronda
Los paisajes y personajes de “Beyond the reach” tienen muchas similitudes con “No es país para los débiles” de los hermanos Coen: una atmósfera crepuscularmente decadente, poblados al borde de la extinción en medio del desierto, sheriff envejecidos, impotentes y desencantados.
También la situación de los jóvenes que emigran para estudiar y buscar otros horizontes o los que eligen quedarse a sobrevivir con el oficio de baqueano y cazador, en permanente duelo con la hostilidad del terreno. El joven Ben (Jeremy Irvine) es de estos últimos y precisamente el film se inicia cuando despierta de una pesadilla en la que corre, escapando de algo. Lo primero que percibimos es ese jadeo traspasado de cansancio y adrenalina; luego suena el teléfono con el pedido de su jefe, porque se ha presentado un nuevo trabajo que promete ser bien pago: guiar en el desierto a un cazador adinerado que busca distraerse de sus negocios internacionales persiguiendo ganado silvestre.
—¿Osos o venados? -pregunta Ben rutinariamente, al iniciar la entrevista con su flamante cliente y el otro contesta: —Cimarrón... (justo la especie más escasa y protegida, la más autóctona). Entonces, el joven le pide las autorizaciones pertinentes, pero un cruce de miradas con su jefe le basta para inducir que previamente ya han acordado allanar todo tipo de dificultades legales.
No del todo convencido y bastante contrariado, el joven Ben sube a la poderosa camioneta de seis ruedas equipada como un hotel cinco estrellas y cargada de municiones para el poderoso rifle de Madec, el personaje encarnado por Michael Douglas. A poco de andar, un suceso inesperado, aunque provocado por la incontinencia del precipitado cazador, imprime un giro de sucesos que tuercen lo que había comenzado como una costosa y caprichosa distracción para convertirlo en un despiadado y desigual enfrentamiento de gato y ratón.
El juego está servido
Esta es una película donde el espectacular paisaje del desierto tiene un enorme protagonismo, con valiosos antecedentes en la historia del cine, que ha sabido registrar tanto su inhospitalidad como sus posibilidades infinitas. En este punto, difícilmente uno puede dejar de pensar en los westerns de John Ford, con su homenaje al desierto americano, la quintaesencia del Lejano Oeste.
Léonetti es consciente de esa marca registrada en los orígenes y aunque por momentos no muestra gran experiencia respecto de dónde colocar la cámara (la escena donde el joven se esconde tras la camioneta, no tiene mucha coherencia espacial); en general, cada plano rinde un homenaje a ese legendario paisaje tan propicio para la aventura.
Michael Douglas, el veterano actor y productor, hace una caricatura esperpéntica de uno de sus personajes más famosos, el Gordon Gekko de Wall Street, agregando sadismo y crueldad al perfil de millonario obsesionado con su poder de dominación. El cazador inescrupuloso que en plena cacería se hace un tiempo para seguir con su teléfono satelital complicadas negociaciones internacionales. Su cínica frialdad y permanente malhumor lo definen como un villano plano despojado de toda ética rechazada por su culto al capitalismo salvaje de sus negocios. Madec es capaz de alternar un acuerdo pendiente con los chinos, mientras persigue a su presa humana como si fuera un animal. Su accionar es reiterativo: cuando no puede sobornar, busca destruir con todo su arsenal a mano en un círculo que estira la anécdota minimalista de una persecución implacable, donde el parco actor Jeremy Irvine se limita a esquivar como puede los embates.
Construidos a pura contraposición, Ben y Madec se internan en las profundidades del desierto reviviendo la lucha de David y Goliat, en un enfrentamiento que resulta entretenido, con pequeños y breves destellos en que suceden cosas interesantes. El gran defecto del film es su remate con doble final que lo hibrida con el género de horror, cuando sobraba con la metáfora social del primer desenlace.