“SALUD RURAL”
“SALUD RURAL”
Curar cuerpos y almas
Una constante en el film de Doria es demostrar que la forma en que Serrano trabaja y atiende sus pacientes conlleva una manera de asumir la salud.
Foto: Gentileza Sudoeste Cine
Juan Ignacio Novak
Dos momentos tienen vocación de perpetuidad en “Salud rural”, el documental de Darío Doria que se rodó en la localidad de Santo Domingo y se exhibió el miércoles pasado en el Cine América. Uno, el inicial, descubre al protagonista, el doctor Arturo Serrano, mientras avanza con su maletín por un camino de tierra lleno de pozos, con paso seguro (algo que, sabremos luego, es un aspecto que lo define). El otro, justo antes del final, lo muestra con una sonrisa tranquilizadora tras haber comunicado a los familiares de un paciente una delicada situación, sin atenuantes pero con gran respeto. Ambos funcionan como compendio de la película en tanto aluden al temple de un hombre que ha aprendido a desandar con optimismo el escarpado trayecto que supone la profesión de médico rural.
Se trata de un documental tan minúsculo en su descripción como honesto y universal en su temática. Doria se toma el tiempo para ingresar con la cámara en la cotidianeidad de Serrano, pero sin entrometerse. Se limita a mostrarlo en acción sin interferir, para dar cuenta de la sensibilidad de un héroe anónimo y ejemplar. Intenta además hacer una (inevitablemente apretada) síntesis de su derrotero de casi tres décadas en el centro de salud del pueblo, que también fue su hogar por años.
Además, a través de la figura de Serrano —que podría pensarse como una especie de alter ego suyo en este sentido- el director toma partido por una forma de concebir la salud basada en la atención personalizada, el seguimiento de la situación social de cada persona que llega hasta el hospital en busca de una cura pero también de una palabra alentadora, el acompañamiento a los familiares en momentos de zozobra y la obstinación por tratar de superar las barreras que imponen organismos y burocracias, tanto públicas como privadas.
la relación
“Salud rural” pone de relieve la multiplicidad de funciones que debe cumplir —más como deber moral que por obligación contractual- un médico que desempeña su trabajo en un contexto adverso, olvidado muchas veces por las grandes políticas públicas. Pero su verdadero “alma” es la relación de afecto que se establece entre Arturo y sus pacientes. Se desvelan las gestas cotidianas de personas comunes asediadas por el dolor, pero por sobre todo se enfatiza en cómo el profesional trata de mitigar con carácter dócil, formas agradables, lenguaje llano y sinceridad estos padecimientos. “El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”, escribió Antoine de Saint-Exupery. “Salud rural” podría pensarse, entonces, como la crónica de un descubrimiento diario.
El peso de las espinosas problemáticas que plantea y el patetismo de algunas imágenes podrían resultar un lastre y conspirar con los aspectos formales de la película. Pero Doria logra evitar con lucidez estas alternativas y uno de sus méritos es precisamente la forma que elige para contar: planos largos, utilización respetuosa y a la vez lírica del fuera de campo y una fotografía en blanco y negro que aporta elegancia y a la vez sirve como recurso para esquivar la impresión que podrían provocar ciertas escenas. En definitiva, se erige como un documental necesario por lo que muestra, pero que no renuncia jamás a su jerarquía de cine bien realizado.
muy buena
“Salud rural”