“VICTORIA”
Una noche de alcohol, aventuras y riesgos extremos
Laia Costa, Frederick Lau y Franz Rogowski, en una escena de “Victoria”, de Sebastian Schipper. Foto: Gentileza Senator Film
Laura Osti
El subtítulo de la película dice “Una ciudad. Una noche. Una toma”. Mientras que el título lleva el nombre de la protagonista: “Victoria”.
El largometraje del alemán Sebastian Schipper ha llamado la atención de la crítica porque está filmada en único plano, sin cortes y en tiempo real. Una hazaña que mereció un Oso de Plata en la última Berlinale para el camarógrafo noruego Sturla Brandth Grøvlen.
Desde el punto de vista formal, el rodar en un solo plano secuencia tiene varios antecedentes en la historia del cine, aunque ahora la tecnología disponible favorece la elusión o dilusión de los trucos. El advenimiento de la era digital permite estas aventuras, entre otras. El ejemplo más reciente es “Birdman”, de Alejandro González Iñárritu. Pero “Victoria” sube la apuesta al rodar sin cortes durante más de dos horas en un periplo nocturno de un personaje por distintas locaciones de una ciudad y le agrega la tensión y el suspenso de un thriller, más la flexibilidad de la improvisación.
Obviamente, el fuerte de la película es la propuesta formal, que, sin minimizar el contenido, emerge como un mensaje en sí mismo, como si se intentara captar un código, un lenguaje, un sema, una identidad.
Victoria (Laia Costa) es una joven española que está viviendo en Berlín. La cámara la descubre en un local nocturno bailando al ritmo tecno y bebiendo alcohol entre personas desconocidas. A partir de ese momento, no la abandona ni un instante durante 140 minutos, que van entre las 4.30 de la madrugada hasta cerca de las 7 de la mañana, hora en que la joven debe abrir la cafetería en la que trabaja durante el día.
Ella está sola, y al salir del local bailable es abordada por un grupo de muchachos, según ellos, “berlineses verdaderos”, con quienes empieza a mantener un diálogo circunstancial e intrascendente, como suele suceder en esos encuentros fortuitos y superficiales en lugares de diversión. Pero el grupo se va enganchando y los jóvenes le van mostrando a Victoria sus escondites secretos y aceptan incluirla a ella en su especie de hermandad callejera. La chica se deja llevar y entre risas y aventuras, pasa el tiempo hasta que decide ir a la cafetería a esperar la hora para comenzar a trabajar.
A partir de ese momento, empieza la segunda parte del film, que derivará en un policial de máxima tensión, ya que los jóvenes, por circunstancias que es mejor no mencionar (para no revelar detalles del argumento), se verán involucrados en un hecho de violencia que irá in crescendo y en el que Victoria se verá arrastrada un poco ingenuamente, un poco por curiosidad.
El eje del relato es el nacimiento de una relación de amistad en la que una chica es aceptada e incluida en un grupo de chicos que se conocen desde la infancia y que tienen un fuerte vínculo entre ellos, dando la idea de que forman un círculo que no se abre a cualquiera. Victoria acepta la invitación y trata de ganarse un lugar en el grupo, aceptando algunos riesgos. Y también, porque entre ella y uno de los jóvenes, Sonne (Frederick Lau), empieza a surgir una atracción que podría derivar en romance.
Sin embargo, las cosas se irán complicando hasta salirse de madre. Una experiencia tan fuerte, que indudablemente transformará a la protagonista. Después de esa noche, la vida de Victoria ya no volverá a ser la misma.
Mucha tensión, adrenalina, emociones y violencia, en un clima alocado, de la mano de Schipper, quien ha colaborado anteriormente con el cineasta Tom Tykser, en “Winter Sleeper”, “Corre, Lola, corre” y “The Princess and the Warrior”. En ese caso, Schipper dirige un policial apasionante que brinda a su vez una mirada acerca de la complejidad del mundo y las dificultades que tienen los jóvenes para adaptarse a una sociedad que no los contiene, los atosiga de exigencias, para ofrecerles demasiadas frustraciones y angustias, que ellos tratan de sobrellevar como pueden. Haciendo locuras, a veces, como las que hace este grupo en una noche de alcohol, aventuras y riesgos extremos.
Victoria es un film que, por lo absurdo y violento y la sensación de violencia sin salida que caracteriza a ciertos sectores de la juventud, recuerda a películas como “Irreversible”, del argentino Gaspar Noé; “La hermana”, de la francesa Ursula Meier, o “Mommy”, del canadiense Xavier Dolan.