Mirada desde el sur
Mirada desde el sur
Encuentro de colectividades
Por Raúl Emilio Acosta
Primero, recordemos, porque la buena memoria es necesaria en todos estos factos, cómo nació, en Rosario, el Encuentro de Colectividades.
Un fenomenal productor de números artísticos de aquellos años, los 80, Mariano, decidió hacer en dos días, tres días, un encuentro de algunas regiones de la República Argentina y, de a poco, Paraguay, Uruguay, más que nada por cuestiones musicales. Y le pide luz verde a quien era el secretario de Cultura de Horacio Usandizaga. Esto es, al negro Rafael Ielpi. Recordemos que el secretario de Cultura fue Rafael Ielpi, de aquella primera administración de Usandizaga en la Intendencia de Rosario. Hoy dirige el centro cultural Bernardino Rivadavia rebautizado, en un alarde de kirchnerismo explícito, como Roberto Fontanarrosa.
Esto comienza al año, en 1984; a los dos años desaparece Mariano pero no desaparece el Encuentro de Colectividades. Y he dicho, voy a decirlo una vez más: el Encuentro de Colectividades es el hecho cultural más importante de la región Rosario. Un millón de personas en un predio abierto durante una semana. Comidas y bailes típicos.
No hay otro de tanta trascendencia, de tanta importancia como éste. Que sirve para varias cosas. La primera, para un encuentro gastronómico. Segundo, para que dentro de 200, 300 años, cuando se haga historia de esto, verdaderamente historia e historia antropológica, arqueológica, cuando se descubran los cacharros, se sabrá qué comíamos y de qué modo en la región Rosario.
Pero hay otro hecho cultural que por allí, insisto con esto, habría que ubicarlo en su exacta dimensión: no hay en el Encuentro de Colectividades ninguna de estas colectividades, que representan las raíces originales de todos los que por esta región viven, no hay ninguna que no quiera estar, que no le guste estar, que no pretenda estar y que, si puede, no diga “estoy presente en el Encuentro de Colectividades”. ¿Qué representa esto para lo que es el entramado de la sociedad? Representa que aquellos orígenes están tan cercanos que son la verdadera raíz en donde nos encontramos. Los friulanos, los piamonteses, los vascos, los helénicos, los yugoslavos, los orientales, los peruanos. Cada una de las colectividades remite al sitio de origen de sus antepasados, sus parientes o ellos mismos.
Obvio es decir que esto indica que acá todavía no hay raíces, que nuestras raíces son andaluzas, nuestras raíces son sicilianas, que nuestras raíces son suizas, que nuestras raíces todavía están allá, desde donde vinieron algunas vez, en los barcos, todos los que somos.
Reconocer esto es reconocer la juventud de esta región en cuanto a la sociedad que la conforma. Y reconocer la juventud es reconocer que todavía está verde, o está armándose, fraguándose la arcilla, todavía no somos un recipiente completo ni seco, ni en funciones. Conviene recordarlo para todos aquellos que nos hablan de nuestros pueblos originarios, que existen, de nuestras costumbres aborígenes, que por allí están, y que apenas suman en esta amalgama o esta fusión, verdadera, entre aquello, lo que vino de los barcos y las costumbres que vinieron con los barcos, y el porvenir, que recién tendrá solidez, efectiva solidez, dentro de dos, tres, cuatro generaciones. Si una generación es quince años -porque es desde el nacimiento hasta que tiene capacidad de procrear-, cuatro generaciones o cinco hacen falta antes de que, en Rosario, los habitantes sean efectivamente nyc, nacidos y criados históricamente en esta región.
Reconocer esto es reconocer la juventud de esta región en cuanto a la sociedad que la conforma. Y reconocer la juventud es reconocer que todavía está verde, o está armándose, fraguándose la arcilla, todavía no somos un recipiente completo ni seco, ni en funciones.
Cuatro generaciones o cinco hacen falta antes de que, en Rosario, los habitantes sean efectivamente nyc, nacidos y criados históricamente en esta región.