“Los 8 más odiados”
“Los 8 más odiados”
Hombres de hielo y mucho infierno
La octava película de Tarantino cruza géneros de intriga policial y western en un espectáculo con formas épicas y dramáticas, tan oscuro como sangriento y también -para algunos- retorcidamente divertido. Foto: Gentileza Diamond Films
Rosa Gronda
El controvertido director estadounidense reincide con otra historia del farwest, aunque menos tranquilizadora y taquillera que su anterior “Django...”; ahora se aleja del típico western de guión lineal y pocas palabras. En realidad debajo del formato genérico encontramos un filme psicológico, donde se habla bastante y se focaliza en los personajes o mejor dicho en su interrelación inevitablemente explosiva.
La primera media hora es un fantástico homenaje al gran John Ford, con una diligencia que avanza a toda velocidad por el invernal paisaje de Wyoming, el Estado menos poblado de EE.UU., que cuenta con una naturaleza agreste y nombres de leyenda como Laramie o Cheyenne. Paisajes nevados, tomas largas, planos cenitales y movimientos muy cuidados de cámara abren el camino hasta que el movimiento se detiene ante un enorme cristo rústico y sufriente, que soporta sobre su espalda y cabeza el peso de la nieve. Tratando de anticiparse a un temporal, la diligencia apura los caballos, aunque se detendrá para recibir solitarios pasajeros imprevistos.
El cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) es quien ha pagado en exclusividad el viaje a buen precio, para llevar una prisionera llamada Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) hasta el pueblo de Red Rock, donde la entregará a la Justicia. Por el camino, se encuentran con otros dos aspirantes a compartir el viaje: el mayor Marquis (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado negro de la Unión que también se ha sumado al oficio de cazar vivos o muertos y tambien subirá un sureño que afirma ser el nuevo sheriff en el destino a donde se dirige la diligencia. En este microuniverso, el film hará convivir ideologías opuestas pero una misma condición humana que en los años inmediatamente posteriores a la Guerra de Secesión transita el mismo juego sucio que iguala a comandantes retirados y forajidos desalmados.
Claustrofóbica y desaforada
El guión crece exponencialmente en intensidad (no necesariamente lineal) y está contado en capítulos. Es un filme desmesurado, con una violencia al borde del “gore” pero con un sentido de la narración cinematográfica más que interesante, donde los diferentes planos y sobre todo los movimientos de cámara aportan el dinamismo que necesita una acción que transcurre en un espacio tan cerrado. Se estructura en seis capítulos: los dos primeros cortitos y los siguientes cuatro interminables. Allí se desanda el camino cronológico, sorprendiendo con la introducción del mismísimo director como narrador de los hechos, una audacia que hasta parece natural.
La película se vuelve más opresiva cuando la tormenta de nieve obliga a los pasajeros a recalar en la llamada “Mercería de Minnie”, un refugio-posada en el medio de las montañas. Cuando llegan al local, los reciben cuatro forasteros: Bob (Demian Bichir), que está allí junto con Oswaldo Mobray (Tim Roth), verdugo de Red Rock: el vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y el general confederado Sanford Smithers (Bruce Dern). Entre los recién conocidos se narrarán anécdotas mezquinas de dinero, sexualidad alterada, misoginia y morbosidad; también se alternan diálogos con algunos caprichos sentimentales y contradictorios, como la emoción ante una carta de Lincoln y otros detalles irónicamente heroicos, sensibleros o caprichosos.
El espíritu de aventura del western va cediendo paso a otras cuestiones entre estos representantes de la resaca de posguerra, veteranos en asesinatos, con medallas y cargos honoríficos para los que cada hombre tiene un precio, vivo o muerto. Los temas habituales en Tarantino encuentran su corporización en un elenco que sabe ponerle el pecho a las balas, con lucimiento especial para Samuel L. Jackson, Kurt Russell y Jason Leigh, la nada simpática pero única protagonista de este infierno masculino, quien hace su aporte de malignidad a la extraña galería de Chicas Tarantino. Retorcida y desaforada, “Los odiosos ocho” reitera el gusto de este director por la sangre y el salvajismo explícito, más cercano a la desesperación de sus hitos iniciales, en tanto cine de autor no apto para cualquier paladar.
buena
Los 8 más odiados