“Zootopia”
Una fábula policial
“Zootopia”
Una fábula policial
La oficial coneja Judy Hopps y el zorro malandrín Nick Wilde desnudarán una trama de prejuicios y tensiones a partir de una misteriosa desaparición.
Foto: Gentileza Walt Disney Animation
Ignacio Andrés Amarillo
“Zootopia” es un producto de los Walt Disney Studios (como se aclara desde el principio, con el logo del Steamboat Willie, el primer Mickey Mouse), aunque las experiencias Pixar (hoy parte del gigante del entretenimiento, como tantas otras empresas y franquicias) están presentes en la propuesta, empezando por la producción del histórico John Lasseter.
Estamos nuevamente ante uno de esos casos en los que dudamos hacia quién está destinado el producto: ya Intensamente nos parecía una película más dirigida hacia los adultos criados en la era post Toy Story que para niños actuales. ¿Las claves de la afirmación? La duración (108 minutos), el género (en el fondo, policial negro de trama compleja) y los subtextos sobre los prejuicios y los ghettos que dividen a las sociedades supuestamente civilizadas.
Rompiendo los límites
En principio, estaban dadas las condiciones para hacer una historia bastante ñoña: el universo en el que se ambienta es una sociedad de mamíferos evolucionados y antropomorfizados. Pero ya en el principio, en la obra teatral escolar, se cuenta el contrato social (más en la línea de Locke o Rousseau que en la de Hobbes, que hablaba de contener a los lobos). Un buen día nació la nueva sociedad en la que ovejas y lobos, zorros e hipopótamos conviven en armonía: ya estamos más en el terreno de los animales de las fábulas clásicas (predicando virtudes y defectos humanos), que de los de “Madagascar”.
Pero esa utopía básicamente quiere decir que nadie se come a nadie, que los predadores no se cargan a las presas. Pero las fronteras existen, y la joven coneja Judy Hopps es la que desafía eso: a fuerza de sacrificio y tenacidad se convierte en la primera oficial de policía de su especie, con el mejor promedio de su clase. Lo que no le sirve para nada, porque nadie espera que sea más que una granjera, empezando por su jefe, el comisario búfalo Bogo.
La oportunidad le llegará cuando la esposa de Emmitt Otterton (Nutriales en el doblaje) venga a pedir ayuda y ella tome el caso, apoyada por la vicealcaldesa Bellwether (una oveja, puesta en la fórmula para compensar al alcalde Lionheart/Leonzales, un león). Bogo le da 48 horas y nada de apoyo, con el objetivo de sacársela de encima. Tenaz (y venciendo los temores inculcados por su familia), Judy recurre a Nick Wilde, un zorro pícaro y timador, en las fronteras de la ley, que puede tener un poco de información. No es que Nick sea tan malo, sino que ha cumplido lo que la sociedad esperaba de él: que sea mentiroso y avivado. Como vemos, los prejuicios van en los dos lados.
La desaparición parece estar conectada con otros casos, y la pareja despareja arrancará a destapar ollas cada vez más oscuras, donde se mezcla la política, las “tensiones raciales” y el submundo criminal más propiamente dicho.
Cruce de géneros
Como dijimos, la historia se afinca en el género del policial negro, donde el caso que dispara el relato en realidad es una excusa para hacer un corte transversal que muestre las disfuncionalidades de un sistema, que luce irreprochable desde la superficie. Por supuesto, estamos en una cinta animada que se pretende infantil, por lo que el tono de comedia prevalece, con hincapié en las tensiones de la dupla: alguno recordará comedias policiales al estilo “48 horas” o “Rush Hour”.
El grupo de directores integrado por Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush está a la altura de las circunstancias, sosteniendo el guión escrito por un gran equipo encabezado por Bush y Phil Johnston, por lo que el interés no decae en ningún momento, saliendo airosos del desafío de moverse entre géneros.
El diseño de producción a cargo de Dan Cooper y David Goetz, y la dirección de arte de Matthias Lechner se encargan de darle unidad estética a un trabajo de animación digital vistoso y cuidadoso de los detalles (pelajes, por ejemplo, o elementos como la lluvia sobre los charcos), con un diseño de personajes que busca el punto justo entre la antropomorfización y las características propias de cada especie.
Entre los guiños para adultos (más), o referencias a la cultura popular, está el parecido del mafioso Mr. Big con el Vito Corleone de Brando, y el chiste del banco Lemming Brothers (más querible que el verdadero, Lehmann Brothers), dirigido por... lemmings, y hay algún guiño a la propia historia de Disney.
Estrellas pop
En cuanto al elenco, la versión doblada nos priva de los protagónicos de Ginnifer Goodwin y Jason Bateman y las participaciones de Alan Tudyk, J.K. Simmons o Kristen Bell (el cuidado doblaje en origen rescata a las voces latinas en los créditos), aunque contó con la participación de Shakira doblando sus propias partes originales como Gazelle, la estrella pop de la ciudad de Zootopia, con algunos detalles que recuerdan a la propia barranquillera de caderas movedizas.
Las canciones permanecen en inglés, con “Try Everything”, la de los créditos, coescrita por Sia Furler, la cantante y compositora australiana que desde la publicación de su disco “1000 forms of fear” se ha vuelto una de las figuras centrales de la música actual (en estas páginas nombramos a Alive, coescrita con Adele, como tema de cierre de “La quinta ola”).
En definitiva, una historia bien contada, personajes con pasta para desarrollar en secuelas futuras, y una buena forma de reflexionar sobre las tensiones que animan cualquier sociedad, por evolucionada que se proclame.
Muy buena * * * *
“Zootopia”