El general visitó Santa Fe

Balza rechazó la participación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico

  • El ex jefe del Ejército recordó que no tienen por misión esa actividad. Destacó la reforma educativa que llevó adelante durante su jefatura.
6-IMG_4257.jpg

El general Martín Balza presentó en el auditorio de la Bolsa de Comercio su libro “Bitácora de un soldado”.

Foto: Pablo Aguirre

 

Gabriel Rossini

[email protected]

El general Martín Balza se mostró contrario a la participación de las Fuerzas Armadas en el combate contra el narcotráfico, tal como ha sido pedido desde algunos sectores de la sociedad, porque “no es su misión ni están capacitadas” para hacerlo, dijo que en ningún país ha sido exitosa la participación del Ejército en esta lucha y aseguró que su mayor satisfacción es la reforma educativa que llevó adelante los 8 años que estuvo como jefe de la fuerza en la década del 90.

“El contexto social, cultural, político y militar de Colombia, México y otros países es completamente distinto al nuestro. Hay 4 países en la región que son Brasil, Argentina, Uruguay y Chile donde las Fuerzas Armadas no pueden actuar en actividades contra el narcotráfico ni contra el terrorismo. La pregunta es ¿han sido sobrepasadas las fuerzas federales y policiales como piden las leyes de Seguridad y Defensa? Yo creo que en mi país no. Por lo tanto en esta situación no deben actuar, lo que no quiere decir que no puedan prestar un apoyo, que no quiere decir refuerzo, como en transporte, alojamiento racionamiento, radares”, dijo el general.

“Las Fuerzas Armadas no tienen por misión ni por estructura ni por despliegue ni por organización ni por armamento ni por doctrina el combate al narcotráfico. No tiene capacidad para actuar contra ese flagelo, excepto que las demás fuerzas estén desbordadas. Hay países donde las FF.AA. han actuado y no han sido exitosas. No ha disminuido la influencia del narcotráfico en ninguno de los países que conozco. Se sigue produciendo la misma cantidad de clorhidrato de cocaína que antes”, explicó.

—Le gusta que lo recuerden por la autocrítica que hizo en abril de 1995 de lo actuado por el Ejército durante la última dictadura militar pero más le gusta que lo hagan por las reformas educativas que ejecutó en el Ejército durante su mando.

—No se equivoca pero disiento en una cosa: yo no quiero que me recuerden, quiero que recuerden lo que el Ejército argentino hizo en la década del 90. Muchos hablan en contra pero no fue una década perdida desde el punto de vista de la fuerza. Cuando dejé mi mandato entregamos un Ejército no sólo consustanciado con los valores democráticos y de respeto a las instituciones republicanas y la subordinación al poder civil que quedó materializada el 3 de diciembre de 1990 (cuando se sofocó la última rebelión carapintada) sino también un Ejército equipado, con gran prestigio en el exterior como consecuencia de la masiva participación en fuerzas de mantenimiento de paz en el marco de Naciones Unidas y lo más importante para mí de todo eso fue la sustancial reforma del sistema educativo.

—Usted es el jefe del Ejercito que más duró en la historia al frente de la fuerza.

—Sí, más que los que hicieron los golpes militares. Pero todo eso no lo hice yo. Conté con un magnífico equipo, un cuadro de excelentes generales, oficiales y suboficiales. Lo que la gente llama autocrítica y que nosotros llamamos mensaje institucional, fue una respuesta a la sociedad del Ejército. Y se hizo ese martes 25 de abril de 1995 por muchas circunstancias que explico detenidamente en el libro. Lo pensaba hacer el 29 de mayo pero una serie de circunstancias adelantaron los tiempos. Lo que nunca nos imaginamos fue la repercusión internacional que tuvo. Unos años antes, durante mi primera gira oficial como jefe del Ejército, me di cuenta que la imagen del país y de las Fuerzas Armadas no habían superado el terrible pasado. Ahí empezamos una acción docente en todos los niveles, concientizando de lo que se tenía que haber hecho y que no.

—¿Qué lo llevó a escribir sus memorias?

—En 2004 estaba en Colombia como embajador y el periodista Fabián Bosoer me manda un mail donde me cuenta que había terminado un libro (“Generales y embajadores. Una historia de las diplomacias paralelas en la Argentina”) y me pide que le escriba el epílogo. Acepté y terminó teniendo 48 páginas. En las reseñas del libro, un periodista dijo que el libro tenía un premio que era el epílogo de Martín Balza, epílogo que merecería otro libro. Me dijo eso y en 2006 empecé a escribirlo. A fines de 2008 falleció mi esposa, estuve casi dos años sin escribir y luego lo retomé. No soy político, politólogo, historiador ni sociólogo. El libro son mis vivencias y se puede coincidir o no.

—¿No se sintió rechazado por sus pares por las reformas que encaró en la década del 90?

—Rotundamente no. El personal en actividad me acompañó. No se olvide que el mensaje institucional fue la culminación de una tarea que empezamos en 1992. Cuando asumí como jefe del Ejército llevaba 40 años en la fuerza y por las circunstancias de la vida, ocupé todos los cargos, escalón por escalón, desde que empecé como subteniente en Uspallata. Fui jefe del Grupo de Artillería 3 que me hizo conocer esa cosa horrible que es la guerra. Mi unidad fue la primera que abrió el fuego en Malvinas y la última que cesó. Y tuve 3 muertos oficiales y suboficiales. Ningún soldado. Cuando llegué tenía un conocimiento del Ejército que muy pocos tenían. Sabía que algunos no iban a estar de acuerdo pero respondieron con una subordinación y una lealtad sin problemas porque yo respeto el disenso. En cuanto a los retirados, muchos me apoyaron y otros no. Menendez, Díaz Bessone, Rivero, no esperaba de ellos otra cosa.

—Dice que no es político pero hay que sobrevivir 8 años como jefe liderando cambios tan rotundos como el ingreso de mujeres y el fin del servicio militar obligatorio.

—El fin del servicio militar obligatorio lo pidió el Ejército en 1993, un año antes que el caso Carrasco, que actuó como catalizador. El Día del Ejército de 1993 en La Pampa, lo miré al presidente durante mi discurso y le dije: “Señor presidente: una de las experiencias de Malvinas fue ésta”. Estaba presente el jefe del Estado Mayor de Francia. Cuando termina se sorprendió. Hoy Francia tiene el servicio militar voluntario.

—Además hubo hechos muy difíciles como la venta de armas a Croacia y Ecuador y la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero.

—¿Alguien puede seriamente pensar que si en el Ejército faltaran 56 mil fusiles FAL, 65 mil pistolas ametralladoras, 12 mil FAP, miles de morteros y ametralladoras antiaéreas livianas y pesadas, lanzacohetes, 200 millones de municiones, más de 30 cañones nadie se hubiera dado cuenta? ¿Alguien hubiera cumplido mi orden de entregar todo eso? Pero además, nunca hubo una denuncia que al Ejército le faltara material. ¿Todos los generales que me sucedieron recibieron, un Ejército vacío? ¿Y los ministros de Defensa? En el libro cuento que uno de los hacedores de esta operación fue Domingo Cavallo. Firmó los 3 decretos secretos que permitieron la operación, liberó la aduana del control y autorizó el cobro de reintegros con el simple pedido del director de Fabricaciones Militares. En su libro él cuenta que conocía lo ilegal de la operación. Y hoy tiene con falta de mérito. Por esa operación el Ejército sufrió mucho y ni le cuento mi familia.

—¿Está de acuerdo con las políticas de derechos humanos de 2003 para acá?

—Asumí la jefatura del Ejército el 4 de noviembre de 1991 y mi primer viaje fue a Río Gallegos y Río Turbio. Ahí conocí a Kirchner, que asistió a muchas ejercitaciones y con él concebimos el destacamento blindado en Puerto San Julián. Colaboró mucho con el Ejército en mi gestión como jefe de la fuerza. Después no volví a verlo porque trabajé en Naciones Unidas y después estuve unos meses detenidos por la causa de las armas. En ese momento me mandó saludos como lo hicieron Alfonsin, Cafiero y muchísimos otros. En agosto de 2003 me llaman de Cancillería para ofrecerme la embajada en Colombia. Me sorprendió y acepté el cargo. Hubo un hecho por entonces que fue el discurso de despedida del general Brinzoni, que volvió para atrás la política que habíamos hecho en mi gestión, pero que estaba en todo su derecho de hacerlo. En su mensaje tuvo conceptos muy duros para el presidente cuando dijo que la política se había metido en el Ejército. Después pasó la bajada del cuadro de Videla. A partir de ahí yo fui embajador en Colombia.