“Doctor Strange: Hechicero supremo”
“Doctor Strange: Hechicero supremo”
Mundo visual con vida propia
Benedict Cumberbatch en la piel de Stephen Strange; al fondo, la realidad fracturada de la dimensión espejo, parte de los logros visuales de la cinta de Scott Derrickson. Foto: Gentileza Walt Disney Studios
Ignacio Andrés Amarillo
El Marvel Cinematic Universe (MCU) se va consolidando como proyecto a largo plazo, y como una definitiva segunda vida audiovisual para varias de las franquicias de la Casa de las Ideas; licencias del pasado los obligaron a prescindir de algunos personajes gloriosos (X-Men, Spider-Man hasta hace poco, Los Cuatro Fantásticos), por lo cual la apuesta fue hacia adentro: hacer popular el Universo Marvel que le gusta a los marvelianos.
Así personajes como Iron-Man, Thor, Ant-Man, Capitán América y Vengadores históricos como Visión, Hawkeye, Viuda Negra y Bruja Escarlata (Hulk siempre tuvo su popularidad) se convirtieron en las estrellas de una historia que se mueve por ciclos, que rematan en una cinta de Los Vengadores (en acuerdo con Netflix, están haciendo algo parecido con sus “vigilantes”, que se van cruzando en series propias y ajenas: Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage, Elektra, Punisher y Puño de Hierro).
Al mismo tiempo, y manteniendo la unidad, los cerebros detrás del grupo han apostado por diferentes perfiles en cuanto a directores.
Así, Kenneth Branagh llegó a “Thor” para poner el clima de drama shakespeareano; Peyton Reed (el de “Durmiendo con mi ex”, “Sí, señor” y la mítica cinta de porristas “Bring It On”) le puso el tono de comedia a “Ant-Man”, de la mano del protagonista Paul Rudd (que participó del guión); Jon Favreau (cercano al cine de acción) dirigió las dos primeras “Iron-Man”; y Joss Whedon (el cerebro que se adelantó una década con “Buffy la Cazavampiros”, y que se dio el gusto de participar en “Máxima velocidad” y “Toy Story”) quedó para dirigir las dos primeras “Los Vengadores” y agregar escenas escondidas aquí y allá, para dar sentido al conjunto.
Aprendiz de maestro
Dicha la parrafada anterior (ya podemos ver esas líneas de trabajo después de dos ciclos), vamos al punto: el personaje poco conocido, al menos hasta ahora, elegido para arrancar la etapa que rematará en “Los Vengadores 3” es el Doctor Strange, el maestro místico de la Marvel.
Y querían para llevar a cabo el proyecto a un director de terror (no malo, sino del género). Intentaron con Fede Álvarez, el que hace poco se lució con la sorprendente “No respires”; ante la negativa, fueron por Scott Derrickson, realizador de cintas muy “del palo” como “El exorcismo de Emily Rose”, “Líbranos del Mal” y la intensa “Sinister”. Pero acá Derrickson sorprende, porque pega el salto de la oscuridad como herramienta a un despliegue visual con pocos precedentes, con todas las luces y sombras que hagan falta.
Vamos a la historia. Stephen Strange (sí, el apellido ya tiene chiste, que las ediciones españolas mataban como “Stephen Extraño”) es un magistral neurocirujano, con un ego sobredimensionado y un humor particular. Es una especie de Tony Stark del arte de curar: millonario, famoso, se mueve para la gloria personal. Pero como a Tony, también le llega su epifanía trágica: un accidente de auto acaba con la estabilidad de sus precisas manos. Sin solución para su problema, creyendo que su vida está terminada, un fisioterapeuta le cuenta de un caso milagroso de rehabilitación. Al final logra dar con el recuperado, que lo envía a investigar a Kamar-Taj, un lugar cerca de Katmandú, en Nepal.
Allí llega a un templo místico liderado por Ancestral (The Ancient One) un personaje que aquí apostaron a cambiar de sexo, de hombre a mujer peladita, secundada por el maestro Mordo. En medio de su propia crisis (que derivará en la trama de la película) deciden aceptar a Strange, porque ven un potencial en él. Así, el que fue a curarse se verá metido en una guerra multidimensional contra el hechicero Kaecilius y el peligro que quiere conjurar sobre nuestras ignorantes cabecitas.
Todas las dimensiones
¿Cómo contar visualmente las andanzas de unos maestros en el arte de moverse entre las dimensiones y los planos de la existencia? Derrickson se apoya en el diseño de producción de Charles Wood, la dirección de arte encabezada por Ray Chan y la fotografía de Ben Davis para hacer explotar un mundo visual vivo, en movimiento. Por encima de la estática grandilocuencia del Asgard de “Thor”, y sin nada que envidiar a la lección cinemática de los planos secuencia de “Los Vengadores 2” (punto para Whedon), el equipo creativo de “Doctor Strange” se luce especialmente en la “dimensión espejo”, donde los hechiceros alteran la realidad sin modificar nuestro plano: así, molduras, parquets, columnas y paredes se mueven como si fueran la versión animada de los grabados de M.C. Escher, el artista holandés que supo jugar con tramas y perspectivas para que se confundan figura y fondo, adentro y afuera, arriba y abajo.
Porque también se perderá el arriba y abajo, con alguna influencia visual de “El origen” de Christopher Nolan, con sus ciudades plegadas sobre sí mismas; y también hay algo de “Interestelar”, otra apuesta de Nolan, en la concepción del Multiverso, con su particular paleta de colores. También, en el clímax (extraño formato de clímax para una película marveliana) alguien se acordará de “Al filo del mañana” y su loop temporal: punto para los guionistas (el realizador junto a Jon Spaihts y C. Robert Cargill).
Pequeños y grandes gestos
La elección de Benedict Cumberbatch como Strange es clave: con excepción de su particular actuación en “Agosto”, se ha lucido en personajes de gran ego y facetas oscuras, y su “Sherlock” televisivo agrega a eso un costado de humor inglés que le viene bien en este personaje, para dar el toque de “humor Stark” del MCU, aunque más atildado que el de Robert Downey Jr. Encuentra el punto medio entre el sabio y el novato en las nuevas artes.
Tilda Swinton es otro desafío fuerte: apostaron a cambiarle el sexo a Ancestral (tuvieron que sacarle el artículo en la traducción) pero poniendo las fichas a la potencia andrógina de esta eficiente intérprete de pequeña figura, que puede decir mucho con los más mínimos gestos (el esbozo de una sonrisa, un pequeño ladeo de cabeza) y al mismo tiempo prestarse junto a sus compañeros al despliegue físico de la acción.
Mads Mikkelsen como Kaecilius es una buena elección: fue Hannibal Lecter en televisión y villano de Bond (“Casino Royale”) así que sólo con su cara sin maquillar demasiado le creemos que es capaz de mandar nuestra realidad a la porra. Con Chiwetel Ejiofor lo que le cambian a Mordo (que acá no es barón) la etnia, y el intérprete logra construir un hechicero atribulado, incapaz de controlar “sus demonios”, aunque haya creído mucho tiempo que sí: acá también hay ambigüedad, aunque Mordo quiera aclarar las cosas.
Rachel McAdams es una actriz de talento, pero su Christine cumple la función de anclaje terrenal del buen Stephen, como cuando pusieron a Natalie Portman como interés romántico de Thor. Christine es humana en serio, médica de vocación, y se preocupa por el doctor como nadie en el mundo. Benedict Wong (el Kublai Khan de “Marco Polo”) completa el staff principal como precisamente Wong, el bibliotecario de Kamar-Taj, vigilante de secretos rituales.
“Doctor Strange” es un gran comienzo para la tercera etapa del MCU, y las taquillas lo confirman: sería el mejor debut de un personaje individual de Marvel. Mientras tanto, podemos sonarnos los nudillos: lo que viene tiene que ver con martillos y melenas rubias, mientras siguen apareciendo Gemas del Infinito. Hay un Guantelete que espera.
excelente
“Doctor Strange: Hechicero supremo”