Tribuna de opinión

Acerca del cupo femenino en política y entidades sociales

Juan José Sagardía

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Es increíble que las mujeres hayan logrado una ley que determina que en los cargos electivos deben participar con un treinta por ciento sólo por pertenecer al género femenino.

Actualmente, existen movimientos en entidades sociales como las cooperativas y mutuales, que solicitan un tratamiento similar.

De hecho, la Ley del Cupo Femenino que fija dicho porcentaje es inconstitucional, por cuanto la Constitución Nacional dice claramente que podrán elegir y ser elegidos los “ciudadanos” y lógicamente el término es genérico y se refiere a hombres y mujeres en igualdad de condiciones. No existe discriminación de género.

Claramente, a las mujeres no se les puede poner límites numéricos, porque ese límite sería una discriminación.

Respecto de las entidades sociales, las mismas se rigen por Estatutos, donde se determina la categoría de asociados: activos o adherentes y en ningún caso se determina de qué género deben ser los asociados.

Las mujeres, hoy, formalizan movimientos en reclamo de un mayor porcentaje de participación en la actividad política y, en el mismo sentido, se manifiestan como miembros en los Consejos Directivos de las Entidades Sociales. Pero es necesario reconocer que dichos espacios se logran con participación, no con relaciones.

Con el respeto que merecen las mujeres, pregunto, ¿por qué no valoran la mayoritaria participación en las universidades, como profesionales, en las empresas?

En las universidades, es destacable la presencia de la mujer: en la medicina, en la odontología, en las farmacias, las enfermeras, las docentes en los distintos niveles de enseñanza, las abogadas, las juezas, las científicas, son absolutamente mayoría y lo logran con su directa capacidad e intervención.

También es dable reconocer la participación de la mujer en los ámbitos judiciales, en el periodismo y en las empresas, con cargos y espacios importantes logrados a través de su capacidad y dedicación.

Los cupos no deberían existir. Los espacios se logran con participación, con trabajo en la vida activa de los partidos políticos o entidades sociales.

La experiencia del cupo femenino dejó bien en claro que las mujeres que pudieron ingresar en las listas de los partidos políticos fueron las esposas de los dirigentes de dichos partidos, algunas familiares y unas pocas conocidas de los políticos. Ninguna mujer pudo ganar su espacio en elecciones internas, por la participación en la vida política, por cuanto los partidos se refugian en las Paso, que también son contrarias a la Ley y los Estatutos de los partidos políticos. Entonces, podemos concluir que esas mujeres aceptan ser nominadas en listas que representan a una democracia partidaria inexistente, o sea son parte de un fraude.

La mujer no necesita de cupos; tiene su propia existencia y, a través de su esfuerzo y dedicación, deberá jugar en las ligas mayores por su propia cuenta.

Esta reflexión es con todo el respeto que se merece la mujer y su dignidad.

Los cupos no deberían existir. Los espacios se logran con participación, con trabajo en la vida activa de los partidos políticos o entidades sociales.

Claramente, a las mujeres no se les puede poner límites numéricos, porque ese límite sería una discriminación.