Florencia Arri
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Vestida de blanco y con ramo en mano, ayer Susana Zapata volvió a caminar al altar. Tal como hace 25 años, en el Día de los Enamorados, Marcelo Iglesias la esperó ansioso junto al sacerdote para decir “sí” a una vida juntos. Se casaron el 14 de febrero de 1990, cuando tenían 20 años y una situación austera no les permitió celebrar como querían. Ayer, en su segunda boda, todo fue distinto.
Para renovar sus votos matrimoniales, Marcelo y Susana decidieron cumplir el sueño de una fiesta en la playa: montaron su altar a orillas de la Setúbal y festejaron con 70 invitados desde el atardecer y hasta la medianoche. Fue en Playa Grande, en la Costanera, a la altura de calle Pedro de Vega, sobre un escenario de arena y ante la mirada de curiosos.
Ella llegó del brazo de su hijo mayor, Jonatan, de 23 años. En el altar, él la esperó junto a su hija Jésica, de 21 años. “Poder disfrutarlo en familia hizo que todo fuera especial, distinto”, expresó Susana, con evidente emoción.
Sobran los motivos
Los trámites municipales para poder realizar la fiesta en un espacio público comenzaron en diciembre e incluyeron la contratación de un seguro de responsabilidad civil, demarcación del espacio, custodia policial y restricción horaria hasta la medianoche. Pero valió el esfuerzo. “Santa Fe tiene playas hermosas, siempre nos quedó pendiente una boda pomposa como ésta”, dijo el novio a este diario, horas antes del festejo.
La pareja conoce del tema: son organizadores de eventos sociales, y el verano pasado tuvieron a su cargo la concesión del parador que se instaló en Costanera y Llerena. Este verano, no reconocieron ningún impedimento. “Nosotros pusimos la bebida y la cena fue a la canasta, lo importante fue celebrar el amor con la familia y otras parejas, para que ellos también se animen y apuesten al amor”, contó Susana.
“Somos de la idea de no dejar nada pendiente, de cumplir nuestros deseos, y casarnos en la playa era uno importante: nos gustó la idea de reafirmar el amor por otros 25 años más”, explicó Marcelo. En este contexto, dijeron que la playa era el marco romántico para hacerlo. “La playa es vida, parecemos de novela, de Hollywood”, agregaron. La ambientación tuvo todos los condimentos: sillas vestidas de blanco, flores y faroles chinos de papel, entre otros elementos.
Con lágrimas en los ojos, y aferrada a la mano de su esposo, Susana explicó sus razones: “Esto es para mostrarle a la gente que el amor todavía existe: quienes fueron a nuestro casamiento hoy vuelven a acompañarnos en nuestras bodas de plata, en el Día de los Enamorados, con baile y romanticismo para todos”.