Mariela Goy
mgoy@ellitoral.com
Para celebrar el Día de la Identidad Cultural, esta escuela del barrio San Lorenzo invitó a padres y vecinos a transmitir su oficio a los jóvenes. Panadería, tejido, peluquería, carpintería, cestería y albañilería permitieron un diálogo intergeneracional.
Mariela Goy
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Sergio, Marta y Erica, panaderos y reposteros del barrio San Lorenzo, daban indicaciones a los alumnos sobre cómo se hacen las bolas de fraile y las galletitas de manteca. Los chicos, con los ojos grandes y la escucha atenta, recibían la información y ponían las manos en la masa. En otro salón, se aprendía tejido y costura, al lado cestería y mimbrería, y en la galería, un grupo de alumnos con su profesora reparaba las sillas rotas de la escuela con unos pallets que consiguieron donados.
Así transcurrió ayer la jornada de Saberes Populares en la escuela secundaria Nº 511 Juana Azurduy, sita en la esquina de Entre Ríos y bulevar Zavalla, donde los padres, vecinos y alumnos de más edad, dictaron distintos talleres a los 250 estudiantes de la institución que provienen de los barrios periféricos San Lorenzo, Chalet, Varadero Sarsotti y la Villa del Centenario.
En medio de un desorden productivo, los saberes populares se transmitieron de generación en generación, y los adolescentes practicaron algún oficio de su interés con sumo entusiasmo. “Fijate que todos están ‘enganchados’ con algo”, dijo contenta Sandra Trevisani, directora de la escuela 511, junto a la vicedirectora Dina Bulacio.
“La idea surgió el año pasado como una manera distinta de celebrar el Día de la Identidad y Diversidad Cultural. Y qué mejor que poner en valor los saberes que tienen nuestros padres, nuestra comunidad, invitándolos a que transmitan sus conocimientos a los chicos. Ellos viven de vender pan, son albañiles, comerciantes, hacen cestería y fabrican artesanías, y todo ese saber hay que recuperarlo”, consideró Trevisani.
La escuela realizó la primera jornada el año pasado con gran éxito. “Decidimos repetir la actividad porque si no es la escuela ¿quién va a poner en valor lo que hacen las familias del barrio? Es importante abrir estos espacios a la comunidad para que pueda surgir el diálogo intergeneracional”, destacó la docente.
Movilizados y “cobijados”
“Me encanta aprender panadería, y además hacemos algo diferente”, dijeron Antonella y Milagros, dos de las chicas que amasaban bajo la supervisión de una experta. “Es mentira que a los jóvenes no les interesa nada. Fijate cómo están de enganchados con la actividad. Sucede que es una edad en la que necesitan sentirse cobijados por nosotros, los adultos”, advirtió Erica, que vive de la pastelería.
En el curso de tejido, un grupo de varones armaba pulseras con un pequeño bastidor, mientras que otros miraban a las chicas que aprendían a hacer escarpines con tejido al crochet. “Si todavía no sé coser, cómo voy a tejer”, contestó irónico uno de los chicos, que no se animaba a romper los prejuicios de género para involucrarse con la lana y las agujas.
Afuera, la cooperativa Teko mostraba cómo fabricar bloques de tierra comprimida para que los estudiantes puedan tener un futuro laboral en la construcción. A cada ladrillo terminado, había alegría y aplausos.
En otro salón, chicas y madres enseñaban a las demás cómo usar la buclera o hacer una trenza cocida. Allí había aroma a cosméticos porque también practicaban con maquillaje y manicura. En la galería, dos alumnos ponían música mientras otros aprendían carpintería y cestería al ritmo de las canciones de moda. Otros dos grupos de estudiantes pintaban murales bajo la guía de especialistas de la Escuela Mantovani.
“Los chicos están muy motivados porque es otra concepción de la enseñanza y, aún en este aparente despelote y ruido, ellos están aprendiendo”, cerraron las docentes, felices de ver a sus alumnos compenetrados con la jornada donde los saberes se transmitieron de los adultos a los jóvenes.
Cuando las aulas hablan
El movimiento Acción Poética -cuyas frases pueden leerse en distintos muros de la ciudad- fue convocado por la escuela Juana Azurduy para pintar las frases que pensaron los estudiantes de la escuela. “Yo busco tener a mi lado al amigo que entiende cuando estoy callado”; “Uno empieza a entender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas”; “La felicidad debe aprovecharse en el momento que se presenta” son algunos de los escritos que interpelan a los alumnos desde las paredes de las aulas de clases. “Pensamos que la escuela tiene que ser un lugar bello y acogedor para nuestros chicos”, fundamentó Sandra Trevisani.